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“Quisiera que James (por James Hunt, su célebre rival en las pistas) estuviese vivo para poder verla”, resumió Niki Lauda, triple campeón de Fórmula 1, máxima categoría del deporte motor monoplaza.
Ron Howard es un director que ha sabido captar en más de una oportunidad la imaginación del público, ya sea a través de la fantasía, la épica, la comedia o el drama. Es un director que ha tenido sus aciertos y errores, tanto en el cine como en la televisión, pero en Rush da en casi todas las teclas, con una historia emocionante y conmovedora.
La Fórmula 1 fue durante mucho tiempo uno de los deportes más arriesgados del mundo. Antes que se dieran avances importantes en materia de seguridad en los coches y en la pista, eran regulares los accidentes con consecuencias fatales. En un mundo donde se entrecruzaban el glamour de la alta sociedad con la adrenalina de la alta velocidad, los corredores siempre subían sus apuestas para demostrar su valía en los circuitos.
A lo largo del tiempo, conforme transcurrían las temporadas fueron surgiendo rivalidades que la historia definió como clásicas. La que Howard retrata en Rush, fue la que surgió en 1976 entre el corredor británico James Hunt y el austríaco Niki Lauda.
Licencias artísticas y temporales mediante, lo que se puede ver en pantalla es retratado con relativa fidelidad. A pesar de no ser un experto en la temática, el director transmite de manera fiel el ambiente glamoroso, en parte decadente, que giraba en torno al automovilismo de élite de la década de los 70. Cruces con el jet set, altercados en los pits, los peligros de conducir bólidos a velocidades impresionantes: todo es objeto de la lente de Howard.
Con actuaciones sólidas por parte de los actores principales, Chris Hemsworth como el británico Hunt y Daniel Brühl como el austríaco Lauda, y acompañados por un gran elenco (Olivia Wilde, Alexandra Maria Lara, Pierfrancesco Favino, entre otros); una excelente fotografía y una producción dedicada a dotarle a la película del mayor realismo posible, el producto final satisface a entendidos y extraños al mundo del deporte motor.
Por más que las licencias artísticas pongan el ojo sobre la rivalidad (que no era tal) entre los dos corredores, no se deja de lado el hecho que las carreras eran, de por sí, eventos a los cuales los espectadores estaban atentos para ver si algún corredor perdía la vida en la pista. Los personajes, lejos de ser estereotipos (aunque Hunt lo parezca, no es culpa de la actuación de Hemsworth: el británico era un bon vivant conocido en el ambiente por su comportamiento estrafalario) muestran una complejidad extraña para formar parte de una película sobre autos.
Con una fuerte carga emotiva sobre el final, el ritmo a lo largo del metraje está bien llevado, sin ser frenético pero sin caer en una lentitud exasperante. Todos estos elementos hacen que la película no esté destinada al conocedor, sino que pueda ser disfrutada por el público en general. Es una excelente biopic con un elenco aceitado y que brinda grandes actuaciones.
¿Qué otra recomendación más que la del personaje principal les hace falta para verla?