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Silicon Valley: No es sólo una buena idea

Por Santiago Miranda

Cuando en el piloto de Silicon Valley, su protagonista Richard Hendricks les propone en una suerte de discurso motivacional a su gang de nerds:  «¿Y si creamos nuestra propia compañía?», nunca imaginó que sería tan difícil. Es que la serie va por su cuarta temporada y la ola de obstáculos que le impiden al personaje alcanzar su cometido parece no terminar nunca.

Silicon Valley es un área ubicada al norte de California que concentra un gran número de ciudades y condados que conforman el sur de la Bahía de San Francisco. La zona es el hogar de las ideas más revolucionarias de este siglo: allí se encuentra el famoso garaje en el que Steve Jobs ideó Apple y donde están -no sólo la sede de ésta compañía- Google, Facebook y decenas de empresas  que, básicamente, determinan el modo de vida de gran parte de la población mundial desde hace al menos 15 años. Por eso no es extraño que Mike Judge y su banda (creadores de Beavis and Butthead, King of the Hill y la película Office Space) eligieran esta locación para el desarrollo de esta magnífica comedia. En ella, Hendricks, uno de esos «genios del software y el hardware»,  crea un algoritmo de compresión de archivos hasta entonces inédito, una invención que podría cambiar por completo el juego en el mundo digital. Así, se embarca junto a sus compañeros en una odisea para lanzar su plataforma, Pied Piper, en la cual su principal rival será Hoolie, la empresa para la que solía trabajar.

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El guión es lo primero que hay que destacar sobre la serie. Los ingeniosos diálogos dan vida a un entramado complejo que no deja nada librado al azar y ningún hueco en la narración. Además, los personajes, principalmente el grupo protagonista -unos ñoños informáticos-, no se limitan a rasgos estereotípicos, como en The Big Bang Theory.  No es una sitcom donde está todo quieto, Silicon Valley da un paso más y deja a sus personajes desenvolverse en situaciones diversas.

 Y así llegamos a otro aspecto importante como es el elenco: un casting de actores que parece hecho a medida. El desconocido -hasta ahora- Thomas Middledicht interpreta a la perfección al poco sociable y neurótico Richard, quien está acompañado por una pandilla de cerebritos que dicen insistentemente fuck y otras groserías. El más sobresaliente es al que le pone la piel T.J Miller, Erlich Bachman, un fumón hablador y egoísta que presta su casa («La Incubadora») como lugar de trabajo para el grupo. Qué placer es ver a Miller, siempre acostumbrado a roles secundarios, en un papel que le da continuidad y mucha pantalla. Si bien se apaga en algunos episodios, cuando le dan pista, Erlich es pura risa: dice que los Radiohead son unos idiotas engreídos,  le pega a un niño para que le venda drogas y muestra sus bolas en una junta administrativa. ¡Un crack! (o al menos eso cree).

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Pero la verdadera consistencia la dan los otros tres miembros del grupo: el eterno geek Martin Starr hace de Gilfoyle, un satanista apático que le hace la vida imposible a Dinesh, personaje interpretado por Kumail Nanjiani, un pakistaní (NO indio) que se frustra con todo lo que hace; por último está el único y ocurrente Jared, a cargo de Zach Woods. Del otro lado vemos a Matt Ross haciendo del empresario al frente de Hoolie, Gavin Belson, un millonario histérico y sin escrúpulos que se la tira de filántropo y que busca por todos los medios ganarle de mano a Pied Piper (su frase: «No quiero vivir en un mundo donde alguien hace de éste un lugar mejor, mejor de lo que lo hacemos nosotros»). Mención especial se merecen los personajes secundarios, aquellos que van y vienen y agregan color a la historia: Laurie, la empresaria robot; Bighetti, básicamente una ameba; Russ, un idiota multimillonario; y Jian Yang, un chino desorientado, entre muchos otros.

Sin embargo, lo más genial de Silicon Valley está en el camino que elige seguir desde que en el primer episodio Richard le plantea a sus amigos asociarse y consiste en mostrar que no sólo se trata de tener una buena idea. No cuando un sistema entero trata de arrancártela. Judge expone con humor el lado más desagradable y agresivo del mundo del emprendimiento en redes, muchas veces retratado como un espacio ideal para la libre creatividad. Pied Piper no tiene descanso: se ve obligada a reinventarse constantemente, mientras todo el resto busca transformar sus ideas extraordinarias en sólo ganancias. Entonces a la banda de Palo Alto no le queda otra que apretar el botón de delete y arrancar de nuevo.

Todo el tiempo subyace en la cabeza de Hendricks y los demás el interrogante de qué es lo que realmente están haciendo. ¿Es para mejorar el mundo o para ganar dinero? Una cuestión que pone a prueba sus valores, pero sobre todos ellos la amistad. Por ahora los problemas los han fortalecido, pero quién sabe, a estos nerds les quedan varias temporadas. Así de cruel y emocionante es Silicon Valley.

*Punto aparte: la selección de canciones que acompañan los créditos es increíble. Un humilde usuario de Spotify las agrupo en esta playlist:

 

Santiago Miranda

Joven estudiante de periodismo, curioso y entusiasta. Apasionado por la música, el cine y las series. Canalizo mis ansias creativas a través de la escritura.