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En un año donde las circunstancias que rodean a las películas parecen atraer más que lo que ellas tienen para contar (Tarantino y sus 70mm; Iñárritu y su “odisea” en la naturaleza), es una bocanada de aire fresco encontrarse con una película que sólo pretende contar una historia… y vaya si lo hace bien.
Spotlight, dirigida por Tom McCarthy (The Station Agent, Win Win) y escrita por el mismo McCarthy con Josh Singer (The West Wing, The Fifth Estate), se centra en la investigación real realizada por un grupo de reporteros del Boston Globe durante el año 2001 para exponer cientos de casos de abuso sexual cometidos por sacerdotes de la región de Massachusetts y el encubrimiento sistemático realizado por el Arzobispado.
Este grupo de periodistas- un equipo de trabajo llamado Spotlight, que lleva adelante investigaciones a largo plazo, independiente del resto del periódico – está compuesto por Mike Rezendes (Mark Ruffalo), Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams), Matt Carroll (Brian d’Arcy James) y el editor Walter Robinson (un impecable Michael Keaton), que a su vez responde al jefe de redacción adjunto Ben Bradlee Jr. (John Slattery) y al nuevo editor en jefe, Marty Baron (Liev Schreiber). Este último, que al principio es visto como un “extranjero” por no ser oriundo de Boston y por ser judío, es quien da el puntapié inicial a la historia, encargándole la investigación a Spotlight.
Otro personaje muy importante en la película es Mitchell Garabedian (Stanley Tucci), abogado defensor de las víctimas que lleva adelante la demanda contra John Geoghan (uno de los tantos sacerdotes abusadores de niños) y quien dice tener pruebas de que el Cardenal Law sabía de los abusos y los encubría. La colaboración entre Garabedian y el grupo Spotlight (sobre todo con Rezendes) fue vital para la investigación, al igual que los aportes de los sobrevivientes.
El contexto tiene mucho peso en la historia, ya que nos situamos en un año donde los periódicos todavía tenían un gran poder y eran la principal fuente de información de la mayoría de la población, antes de que el avance de Internet los llevara a realizar grandes recortes de personal. Pero el contexto también proporciona el único momento de descanso de la película, ya que los atentados del 11 de Septiembre contra las Torres Gemelas hacen que la investigación se detenga por un tiempo.
Spotlight es una película sobre el trabajo periodístico, pero no sobre los periodistas. No pretende pintarlos como héroes ni ponerlos por encima de las víctimas; de hecho, nos cuenta lo justo y necesario sobre la vida de cada uno. No tiene escenas de suspenso innecesarias sólo para agregar dramatismo ni recurre a golpes bajos para generar simpatía: es una película sobre el proceso y nada más.
El nombre de McCarthy no viene antes que el nombre de la película y en ningún momento pretende ser el protagonista de Spotlight. Es más, como director intenta ser lo más «invisible» posible. Lo mismo corre para los otros departamentos, desde la iluminación práctica a la música (compuesta por Howard Shore), que acompaña pero no distrae. Todo es totalmente funcional a lo que se quiere contar.
Spotlight termina siendo una película adulta para gente adulta, que no intenta ser más que lo que es y tampoco apela al morbo para causar impacto. A fin de cuentas, es una gran historia contada de forma atrayente, veraz y respetuosa; y eso no es poco.