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Dios bendiga a los mediocres. Mejor dicho, Dios bendiga a los mediocres con algún talento que explotar, porque de ellos nacerán los recursos más inesperados, las medidas más desesperadas. No hay como ésa nobleza contradictoria del perdedor que lo intenta todo sin reparos ni cuestionamientos, no existe nadie más peligroso que aquel que no tiene nada que perder. No hay nada en el mundo comparable al poder de los que caen una y otra vez y aunque hayan sido condenados ya por todos, no se dejan enterrar vivos en los oscuros e indignos rincones del fracaso y la miseria. Dios bendiga a los mediocres con talento del pequeño y maravilloso universo de Vince Gilligan.
Si hay algo que nos queda claro después de haber visto (una y mil veces) las cinco temporadas de Breaking Bad, es que pocos saben del oficio de contar como Gilligan. A la hora de escribir, hay escasas tareas más difíciles que la de encontrar una historia con un fondo sencillo, construyendo una intriga sólida y, lo más importante de todo, montando un guion que sepa cerrar por todos lados, elocuente, atrapante; de ésos que nos hacen reír y llorar, odiar y amar; todo a la vez. Esto es difícil porque precisamente, hay que saber sortear los obstáculos de la escritura y de la propia industria. Es preciso no dejase llevar por el deseo de realizar una obra maestra que deje a los espectadores mudos a fuerza de efectos y escenas controversiales, o caer en la tentación de alargar inútilmente la historia con el simple objetivo de vender más. Pocas veces volveremos a ver una agudeza creativa como la de Vince Gilligan. Y si quedan dudas, habrá que remitirse a su obra maestra, Breaking Bad o a su trabajo en The X Files.
Better Call Saul ha nacido, en este sentido, cargando con un pecado original: el de ser el spin-off de una de las mejores series de la historia y por ello, ser la responsable de devolvernos algo de los que nos quitó Felina cuando cayó el telón por última vez, de manera que los fans no sientan tanto la ausencia de Walter White y compañía. Esto es su mejor publicidad, pero puede ser además un motivo de peso para desconfiar. Es que no hemos tenido experiencias gratas con las secuelas y la verdad es que un poco nos asusta que Better Call Saul no pueda brillar con luz propia por vivir a la sombra de su predecesora. Y aquí solo nos queda encomendarnos nuevamente a Gilligan.
Como un velo de tranquilidad, la serie en cuestión –que podemos seguir por Netflix– nos ofrece un episodio piloto brillante. Lo brillante siempre es sencillo, es estético y cierra perfecto, no nos olvidemos de ese detalle. Durante los primeros minutos podemos ver un profundo y melancólico blanco y negro que nos va mostrando el presente del personaje después de Walter White y de su desaparición forzosa. Devenido en empleado de una cafetería en un centro comercial de Omaha (Nebraska), el antes imbatible abogado Saul Goodman vive con una expresión huraña en su rostro y un constante manto de preocupación. Sin que diga una palabra, podemos percibir ése halo de miedo que lo acecha constantemente, como si los fantasmas de su pasado en Albuquerque vinieran a cobrarse todos los cheques sin fondo de sus manejos fraudulentos.
Esos segundos de blanco y negro anticipan lo que veremos a continuación: el verdadero corazón de Saul. Este personaje siempre nos ha gustado a todos los que atesoramos Breaking Bad y esto se debe a que probablemente, se trata del elemento más real y sincero de la serie, quizás hasta el más honesto. Además, aportaba la cuota de humor en una trama compuesta mayormente por la tensión y la violencia. El caricaturesco Goodman con sus ridículos atuendos, su mechón de pelo cayendo a un costado y todas sus tretas para conseguir el objetivo de proteger a los indefendibles era un tanto enternecedor y sin duda, uno de los más inteligentes. Aquí descubriremos que hay una historia detrás de todo eso, que hay una razón para que el despacho de Albuquerque que supimos conocer tuviera sus torpes detalles intentando alguna opulencia y sus ridículas columnas detrás del escritorio.
Es entonces cuando del blanco y negro regresamos al color, pero nos vamos varios años hacia atrás y volvemos a Albuquerque. Por esos días Saul Goodman (Bob Odenkirk) intentaba ejercer la abogacía para sobrevivir mientras no se preocupaba por ocultar su verdadero nombre: James McGill. Más tarde comprenderemos por qué se verá obligado a cambiar su identidad e iremos construyendo el rompecabezas que terminará en lo que nosotros ya conocemos. Aquel James McGill apenas puede pagar las cuentas y se las arregla como puede en un viejo y polvoriento estudio montado precariamente detrás de una manicura china. Conduce un auto viejo que echa humo por todos los costados y se gana la vida defendiendo a pobres diablos como abogado de oficio. Apenas retrocedemos al pasado, lo veremos ensayando su discurso y preparando la defensa en un baño de la corte. Inseguro, desconcentrado y poco efectivo, bastante lejos de la idea que teníamos en mente.
El guion aprovecha para insertar pequeñas pinzadas de humor negro a la vez que nos convence de sentir compasión por el protagonista. No será sin la brillante actuación de Bob Odenkirk que terminaremos de sentir un dejo de tristeza por ése abogado fracasado, que ya en la edad madura vive en una casa sin luz ni servicios elementales, llevando a cuestas la salud en deterioro de su hermano Chuck (Michael McKean), también abogado y ex socio de uno de los bufets más prestigioso de Albuquerque. La pelea de Jimmy (o Saul) por lograr algo de justicia para su hermano, buscando que le den el dinero que le corresponde a su retiro como fundador de la firma, será uno de los elementos clave en el desarrollo posterior del personaje.
Como es de esperar, se hacen constantes guiños a Breaking Bad. Entonces, deberemos volver a aquello de que tales elementos pueden resultar tanto beneficiosos como perjudiciales. Las re-apariciones de algunos antiguos nombres iban a ser predecibles, pero si se abusa de este recurso, entonces tendremos una serie que podría volverse peligrosamente incapaz de despegar de su pasado, convirtiéndola en una suerte de premio consuelo. Las otras marcas registradas de este universo –como la historia que comienza con un perdedor sin suerte que cambia su vida gracias a métodos cuestionables, el uso de la comedia solapada con el drama o la escritura no lineal para generar intriga- son por otro lado, una verdadera mina de oro que pide a gritos ser explotada.
La idea original de realizar esta secuela (más bien, precuela) nació allá por 2012, como una simple conversación. El pensamiento de escribir un nuevo guion basándose en la vida del abogado más famoso del momento quedó como una ocurrencia divertida. Pero en 2013 Vince Gilligan y Peter Gould (quien fue el autor del episodio Better Call Saul de Breaking Bad, donde se presenta al personaje de Odenkirk), anunciaron que se habían puesto manos a la obra y que estaban dando todo de sí para que el proyecto saliera adelante. Fue así como Gould tomó las riendas como showrunner y AMC en conjunto con Sony Pictures Television se encargaron de producir y llevar adelante esta propuesta.
Una de las virtudes más interesantes que han tenido las dos series tiene que ver con la enorme capacidad de mostrarnos el lado más talentoso de actores que hemos conocido gracias a la comedia y que difícilmente imaginábamos en roles tan poderosos. El propio Bob Odenkirk trabajó como guionista de Saturday Night Live, haciendo también su paso por NewsRadio, The Office y, uno de los mejores, como Arthur Hobbs en How I Met Your Mother, pantalla que compartió con Bryan Cranston antes de que el mundo lo conociera como Heisenberg. El propio Cranston fue reconocido gracias a su rol en Malcolm in the Middle y en otras brillantes performances en comedia. Por su parte, Jonathan Banks (quien interpreta a Mike Ehrmantraut, otro ex Breaking Bad que reaparecerá en Better Call Saul), se destacó por su performance en Community.
Podemos pensar que la historia en sí misma no sería nada sin aquella que le dio vida. Porque parte de los golpes de efecto están orquestados a tal fin, es allí donde reside el sentido de la aparición ciertos personajes ya conocidos. Pero también podemos pensar que esto es parte del ingenio de Better Call Saul, y que mientras no se vuelva un remedo de sí misma, como una copia burda para hacer un par de millones más, será una gran propuesta. La idea no es olvidarnos de Walter y de Jesse, ni tampoco debemos confundirla con un recurso de poca monta utilizado para suplantar la falta de creatividad: el gancho es precisamente el ingenio de Saul. Es que aquí se ha creado un personaje extraordinario y todos hemos sido invitados a conocerlo en profundidad. Olviden todo lo que crean saber sobre Saul Goodman y disfruten una vez más de la brillante pluma de Gilligan y Gould.