Cine

The Act of Killing: un documental con tintes surrealistas

Por Felipe Restrepo

Siempre me han gustado las películas que me violentan y me atraviesan. De esas que revuelven las vísceras mientras cuestionan. En el documental The Act of Killing (El Acto de matar), nos sometemos a eso, tanto que algunos espectadores decidirán abandonar la silla antes de terminar de ver la película.

El Acto de matar es una pieza audiovisual digna de ser apreciada y un documental que se adentra inteligentemente en la naturaleza violenta del ser humano, mientras aborda aspectos del conflicto armado indonesio después del golpe de Estado del año 1965 por parte de Suharto, militar apoyado por la CIA. Una historia nada distante de lo que ha sucedido en Latinoamérica por la subrepticia intromisión del Gobierno norteamericano, para instaurar regímenes de derecha que garantizaran la estabilidad de sus intereses económicos en la región.

Una vez se instala el régimen militar en Indonesia, Suharto constituye escuadrones paramilitares denominados Pancasilas que asesinaron a más de un millón de personas, entre indonesios y chinos. El objetivo era arrasar con cualquiera que fuera o que oliera a comunista y evitar el establecimiento de la izquierda en esa latitud insular.

El Gobierno militar organizó a los grupos paramilitares convocando a delincuentes de las calles para que realizaran el genocidio, motivados en gran parte por la idea de que el comunismo les iba quitar la posibilidad de seguir disfrutando uno de sus mayores entretenimientos: las películas hollywoodenses.

Algunos de estos delincuentes tenían como actividad alterna cuidar pequeñas salas de cine o eran asiduos espectadores de películas que provenían del mercado norteamericano.  A través de estas películas idolatraban personajes ficticios que ellos querían emular, principalmente gangsters.

En la actualidad, los miembros que integraron y lideraron los Pancasilas son tratados como héroes. Algunos de ellos se regodean con impunidad y sin pudor por las calles y los programas de TV.  Muchos siguen creyendo que sus actos están legitimados porque impidieron la entrada del comunismo a Indonesia, sin darse cuenta que fueron títeres de un proyecto sanguinario orquestado por terratenientes y militares indonesios en complicidad con la CIA.

Entre todos los personajes que integraron estos grupos, hay un personaje de nombre Anwar Congo, que se ufana de haber inventado el método más efectivo para asesinar la mayor cantidad de comunistas sin tanto derramamiento de sangre (problema no menor porque la sangre era difícil de limpiar después de cada extenuante jornada).

El método consistía en pasar un alambre alrededor del cuello de la víctima, mientras de un lado se ataba y del otro se tensaba fuertemente hasta estrangularla. De esta manera Anwar realizaba su exigente tarea de forma efectiva ante la necesidad de sumar cadáveres para complementar el loable proyecto. Él solo llegó a asesinar a más de 1.000 personas.

El inteligente trabajo del director del documental, Joshua Oppenheimer, consiste en proponerles a algunos de estos asesinos, entre ellos al mencionado Anwar Congo, que ficcionalicen los crímenes que cometieron para que ellos hagan su propia película y se representen a sí mismos y a sus víctimas. Una vez aceptan el desafío, motivados en gran medida por la magia del cine, el director hábilmente los va llevando a un mar interno de recuerdos del que es imposible escapar y en el que confluyen historias oscuras y desgarradoras.

Durante el trabajo de ficcionalizar las acciones violentas, los integrantes de los escuadrones Pancasilas van construyendo una película surreal y por momentos fellinesca en la que concurren personajes insólitos y extravagantes en espacios enrarecidos. Obviamente una situación para nada aleatoria sino muy acorde a la direccionalidad que el director le da a su proyecto y a las experiencias dantescas vividas por los asesinos.

Uno de los momentos más destacados de la película es la representación que hacen de una incursión armada a una aldea indonesia. La desgarradora secuencia parece sacada de Apocalypse Now. La puesta es tan verosímil que al final los protagonistas tienen que consolar a algunos niños y tomarse unos minutos para caer en la cuenta que, afortunadamente, todo es una ficción.

Por otro lado es impactante evidenciar la progresiva transformación de Anwar Congo, porque pasa de tener una posición totalmente frívola y deshumanizada alrededor de sus actos, a sentir que internamente algo lo empieza a carcomer, algo que él no termina de identificar bien pero que considera que está relacionado con todos los asesinatos que cometió.

Eso que él cree que puede ser la culpa, lo violenta psíquica y emocionalmente hasta el punto de ponerlo en una situación de extrema vulnerabilidad física, tanta que le dan ganas de vomitar.

Sin dudas el documental plantea a lo largo de sus dos horas y media (la versión completa) muchos interrogantes a los protagonistas y también a los espectadores. Preguntas que no son resueltas en el instante mismo de la película, sino que quedan enunciadas en el consciente para cuestionar la insensatez de la violencia y las atrocidades que puede llegar a cometer el ser humano motivado por el odio.

Felipe Restrepo

Su papá le incentivo el amor por el cine llevándolo a ver películas para mayores de 13 años cuando él aún era un niño. Productor y director audiovisual independiente.