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Las series basadas en amados superhéroes han llegado de golpe, todas con intenciones de quedarse un buen rato. Quizás tiene que ver con el archiconocido auge de los contenidos para televisión, que se adueñan de todas las buenas ideas que dan vueltas por ahí, o quizás esté relacionado con la necesidad de ensalzar ciertos valores patrióticos que supieron promover los súper hombres americanos allá en sus buenas épocas. De cualquier modo, casi en simultáneo, fuimos testigos del estreno de Gotham y de The Flash. Las dos creaciones de DC Comics se sumaron a Arrow conformando un tridente bastante más logrado que el intento de Marvel y sus Agents of S.H.I.E.L.D.
Si bien gracias a Arrow ya habíamos dado un vistazo a Barry Allen, recién alcanzamos a conocer a Flash en la serie homónima que presenta la génesis del hombre más rápido del mundo. En un audaz intento por cruzar ambos mundos y romper con la clásica estructura del guion, se implementó una suerte de crossover con aspecto de spin-off entre ambas que, al menos en el piloto de The Flash, se vio un poco acartonada (para el que no ha estado siguiendo Arrow, el diálogo de los dos personajes en el piloto de Flash no tiene mucho sentido, aparece de la nada, sin una aparente coherencia). Claro que es un riesgo interesante que además, introduce la necesidad de adentrarse un poco en ambas producciones.
Para familiarizarse con este Flash for dummies que nos presenta la televisión, no es necesario estar al tanto de la historia que hay detrás del Universo DC e interiorizarse en la Edad de Plata de los Cómics, en la identidad de Jay Garrick o en todo el vasto historial de personajes que hay detrás de un solo nombre. Aquí la cosa es bien sencilla y lo único importante es que nos aprendamos el nombre de un joven Allen, interpretado por Grant Gustin (a quien quizás algunos recuerden por su paso por Glee). Se trata de una de las formas más puras de superhéroe y también claro, una de las más improbables en cuanto a su devenir en personaje enmascarado ¿pero no son acaso ésas las mejores?. El Flash que aparece en la pantalla de CW nos recuerda un poco al Spider-Man de Andrew Garfield, si se nos permite el salto al mundo de Stan Lee.
Barry Allen es tan solo un niño cuando le toca ser testigo de un misterioso evento que termina con la vida de su madre y que finaliza con la injusta encarcelación de su padre acusado de asesinato. En ese momento, es adoptado por Joe West, un detective de la policía y padre de la que luego se convertirá en su mejor amiga, Iris. Es así como Barry dedica parte de su vida adulta a convertirse en un investigador auxiliar, siempre llevando sobre sus hombros el peso de la muerte de su madre. Uno de sus grandes intereses está en el acelerador de partículas creado por el físico Harrison Wells dentro de los Laboratorios S.T.A.R. de Central City.
Y aunque en un primer momento el acelerador de partículas nace con buenas intenciones, una terrible falla da lugar a una explosión que acaba afectando la vida de varios ciudadanos. El joven Allen es alcanzado por un rayo y tras nueve meses en coma, despierta para descubrir su increíble capacidad física e insuperable velocidad (que terminan por convertirlo en el hombre más rápido del mundo). Aunque claro que mientras él emerge convertido en superhéroe, muchos de los alcanzados por los efectos de la explosión tendrán misteriosas habilidades no siempre utilizadas para hacer el bien.
El manual de enmascarados americanos establece claramente que para surgir como tal, uno de los requisitos fundamentales es haber sido un perdedor en la infancia y primeros años de la juventud además de haber pasado al menos por una experiencia traumática. No siempre se cumple al pie de la letra, pero digamos que es mejor si se trata de uno de esos chiquillos flacos e invisibles obsesionados con la ciencia que pueden vengar a través de la ficción a toda una legión de niños impopulares.
Flash tendría todos los elementos para llevarse el primer premio a las series de hombres justicieros estrenadas en una misma temporada., si no fuera por un detalle que nos hace dudar: los efectos especiales. Resulta casi inexplicable que las escenas mejor logradas tengan que ver con espectaculares choques o escenas con vehículos a alta velocidad, pero que siga resultando tan difícil resolver el efecto de la veloz carrera del protagonista, así como algunos momentos en los que aparece –bajo otro nombre, claro- Weather Wizard, con sus remolinos inventados y sus tormentas que revientan vidrios de mentira.
Hay también muchos aciertos: la elección de Grant Gustin es sin duda una nota alta, el saber pisar el acelerador cuando la trama lo requiere para no correr el riesgo de caer en una narrativa lenta y sin dramatismo absurdo, pero sobre todo, las promesas a futuro que nos va haciendo la historia. Una de las más interesantes tiene que ver con la jaula destrozada coronada con un letrero que sólo dice Grodd. Es habitual en este tipo de series apelar a un centenar de guiños que se adelantan en futuras tramas y que evocan otros relatos del gran multiverso del cómic.
En Flash estos pequeños detalles resultan promisorios y si bien es cierto que algunos pueden pasar inadvertidos, para los grandes amantes del género son más que un deleite. La versión de Greg Berlanti, Andrew Kreisberg y Geoff Johns se adaptó muy bien a lo que se pensó desde Arrow, de manera que esta nueva propuesta pudo iniciarse de una manera más fuerte y clara, sin tener que detenerse demasiado en los detalles menores.
Lo que esperamos en una serie de superhéroes se condensa muy bien en esta nueva entrega, que no solo nos interesa y nos convence, sino que sabe dejarnos expectantes seamos o no grandes adeptos a la historia en papel: ¿Quién fue el responsable del gran trauma que marcó la infancia de Barry? ¿Cómo y cuándo aparecerán los grandes villanos?. Dentro de esta trama y en comparación con las otras propuestas del género, no siempre lento y firme ganan la carrera: a veces es más importante ser el más rápido y llegar primero, aún habiendo largado en último lugar.