Te recomendamos:
Alejandro González Iñárritu vuelve a generar interés en el mundo del cine con su última película The Revenant. Un western dramático de alto contenido estético que seguramente le permitirá a Leonardo DiCaprio llevarse el Oscar como mejor actor, una distinción que le había sido esquiva en los últimos años.
El largometraje trata sobre un grupo de cazadores de principios del siglo XIX que un día son emboscados por una tribu de indígenas para robarle las pieles que han obtenido a través de la caza. Un reducido grupo de hombres logra escapar mientras son perseguidos por los nativos entre los intrincados bosques y la densa nieve. La única persona del grupo que sabe cómo regresar hasta el fuerte más cercano es Hugh Glass (Leonardo DiCaprio), un hombre respetado pero cuestionado por algunos miembros del grupo.
Sin importar los antecedentes, el Capitán Andrew Henry (Domhnall Gleeson) decide respaldarlo para que encabece el recorrido hasta un sitio más seguro. Pero todo sufre un revés cuando Hugh Glass es atacado por una osa grizzly en mitad del bosque. El hombre logra sobrevivir pero queda prácticamente moribundo.
El Capitán decide continuar el recorrido pero dejando a un reducido grupo al cuidado de Hugh Glass hasta que pueda regresar con ayuda. Entre las personas que queda al cuidado está el principal detractor de Hugh: John Fitzgerald (Tom Hardy), un hombre tosco y ambicioso que decide abandonar al desahuciado hombre para que muera. Valiéndose de su último aliento de vida, Glass renace entre los escombros para intentar sobrevivir e ir en busca de Fitzgerald, transitando, al igual que un héroe clásico, diversos obstáculos.
A lo largo de las dos horas y media de película, la tensión va continuamente creciendo, no sólo por virtud de la estructura narrativa sino por los diversos recursos cinematográficos que manipula el director para encontrar el punto justo de cocción audiovisual y generar en el espectador todo tipo de sensaciones.
De la mano de Emmanuel Lubezki, quizás el mejor director de fotografía de la actualidad (y que también trabajó con González Iñárritu en Birdman), el director logra componer planos panorámicos de alta calidad estética para remarcar la sensación de desolación del personaje principal inmerso en esos extensos parajes nevados; y también componer primeros planos donde predominan los lentes angulares pegados al rostro para evidenciar la angustia que marchita a los personajes.
Una constante en la relación entre Lubezki y el director es que trabajan permanentemente con planos secuencia, un recurso que sirve para incrementar la tensión narrativa y para que el espectador viva la experiencia de la forma más realista posible. Lo particular de los planos secuencia que realizan es que gozan de un alto nivel de complejidad audiovisual que no permiten vislumbrar fácilmente el truco técnico.
La escena en la que Hugh Glass y la osa grizzly se trenzan en una feroz y desigual batalla, es uno de los instantes más impactantes de la película. La manera como está filmada la secuencia sumado a la desgarradora actuación de DiCaprio logran transmitir el dolor y la zozobra que aflige al personaje. Un momento que seguramente quedará grabado en la retina de los espectadores.
Dentro del grupo de actores que encabezan el elenco no sólo se destaca la intensa participación de DiCaprio sino también la de Tom Hardy (nominado a mejor actor de reparto) en el personaje de John Fitzgerald, el antagonista de la película. Una vez más su actuación es potente y visceral, convenciéndonos de que, sin duda, es uno de los mejores actores del momento. Sus actuaciones a veces me recuerdan al gran Marlon Brando con su estilo de tipo malhumorado y rebelde pero al mismo tiempo sensible.
Por último, destacar el gran trabajo de banda sonora, donde cada elemento juega un rol primordial para remarcar la intensidad narrativa y crear mayor angustia, como por ejemplo cuando tienen evento los ataques de los indios o cuando la inclemencia del tiempo violenta al personaje principal. Es sobresaliente el soberbio trabajo en la composición musical de Ryūichi Sakamoto porque permite hilvanar las hermosas imágenes que componen no sólo el plano de la realidad del personaje principal sino también los momentos de delirio.
Una película que seguro se llevará todas las miradas en la próxima entrega de los Oscar y que trascenderá no sólo por su calidad estética sino también por su extremo nivel de producción.
