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Con la primera temporada de Penny Dreadful y con los nuevos episodios de The Walking Dead y American Horror Story aún a meses de distancia, por un momento parecía que por un largo tiempo no volveríamos a prender el televisor para experimentar ésa sensación de sudor frío en la espalda. Pero no, el debut de The Strain viene para despertar nuestros sentidos y ponernos alerta nuevamente.
A esta altura podemos admitir que los vampiros como tópico han agotado sus recursos. Las ideas no son nuevas, las presentaciones no son para nada creativas y todo se reduce a hacer interesante para el público una fórmula ya muy manoseada. De alguna manera, The Strain resuelve esta cuestión a la perfección. La amenaza se materializa en la forma de lo que a priori parece ser un híbrido entre vampiros y zombies, seres que se alimentan de sangre humana pero capaces de diseminarse y contagiar mediante parásitos, dando lugar a un cóctel de lo más curioso y que dada la naturaleza de la infección, cae directamente en las manos del Centro de Control de Enfermedades (CDC).
Seamos honestos, el CDC habitualmente tiene mala reputación: en The Walking Dead es solo un cascarón vacío y carente de responsabilidad que de hecho, casi elimina a todo el reparto al final de la primera temporada. En Helix tampoco son los sujetos más convincentes del mundo: su índice de profesionalismo parece inversamente proporcional a su nivel de ingenuidad. Sin embargo en The Strain parece haber ganado algo de respeto.
El primer episodio se presenta en una fórmula muy similar a la que desarrolló Fringe durante sus dos primeras temporadas: una aeronave que aterriza gentilmente pero en la cual todos los pasajeros se encuentra muertos. Bueno, casi todos. La investigación de dichos sucesos luego encuentra al FBI y al CDC explorando una enorme caja con forma de ataúd milenario que no se encuentra declarada en el manifiesto de vuelo. Y es aquí cuando el sci-fi da lugar a las artes de lo oculto, cuando la ciencia estrecha la mano esoterismo, cuando Fringe conoce a Supernatural, cuando X-Files hace sinergia con True Blood.
El rol principal es de Ephraim Goodweather (interpretado por Corey Stoll, House of Cards) y tiene a su cargo representar la cara científica del asunto: investigador del CDC, alguien que podríamos denominar un buen tipo pero que años de dedicación absoluta a su trabajo le ha quitado a su familia. No es de sorprender que sus únicas buenas relaciones interpersonales las mantenga con sus compañeros de trabajo.
Abraham Setrakian (David Bradley, Game of Thrones) representa sin dudas al esoterismo: a cargo de una casa de empeños, este personaje misterioso y circunspecto parece ser el único que sabe que está sucediendo. Y como en todo buen thriller que se precie de serlo, no dirá una sola palabra al respecto hasta que sea demasiado tarde. Es cierto que su aspecto general y su bastón con mango de serpiente no ayudan a conferirle demasiada credibilidad, pero en virtud del nivel de detalle con el que maneja la situación, uno esperaría que le regalen más de un minuto de atención.
La propia ansiedad de los personajes impregna todo el ritmo de la serie. Todo es frenético, todo sucede a velocidad de vértigo, todos están susceptibles e inquietos, todos deben actuar ya mismo por algún motivo. A pesar de estar muy bien logrados, los personajes principales recaen en ciertos estereotipos básicos y derivados más de la literatura que del cine, pero que se ajustan realmente muy bien a la dualidad del resto de la serie.
Por supuesto que no podía faltar una corporación maléfica involucrada en todo el asunto, aunque su rol aún no está del todo definido. Excepto, claro, el de poseer un líder encargado de orquestar absolutamente todo lo que sucede en pantalla y participar activamente de la gesta de algo tan antiguo como maligno. El siglo XXI necesitaba su propio Drácula, y The Strain nos proporciona uno.
Bajo la producción de FX, creada y dirigida por Guillermo Del Toro (Pacific Rim, Pan’s Labyrinth) y Chuck Hogan, basada en la trilogía de novelas escrita por ellos mismos, es un thriller de suspenso que no escatima en lo más mínimo en gore y sanguinolencia, como así tampoco en extras, sets, atención al detalle y efectos visuales de primer nivel.
Es una historia clásica, casi antigua (solo alcanza con reemplazar el avión inicial con un barco pirata para llevar la historia cientos de años al pasado, con el mismo resultado) pero retratada con la mayor modernidad, fabulosamente aggiornada a la actualidad, una historia de por si cruda y polvorienta retratada con una estética deliciosa y pulida.
Quienes hayan disfrutado de Fringe, Helix o X-Files sacúdanse el miedo y prendan el televisor, que The Strain los asustará exactamente en la misma medida que los hará felices.