Cine

The Walk, equilibrio en las alturas

Por Josefina Chalde

En 1974, el funámbulo francés Philippe Petit realizó una de las caminatas más peligrosas y espectaculares de la historia, sobre una cuerda que iba de la cima de una Torre Gemela a la otra. Esta historia se narró en el documental Man On Wire (ganador del Oscar) pero Robert Zemeckis no quiso quedarse atrás y decidió llevarla nuevamente a la pantalla, haciendo uso de la mejor tecnología disponible para que el espectador experimente el vértigo y el miedo que seguramente Petit sintió a tantos metros del suelo.

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The Walk se puede describir perfectamente como “dos películas” en una. La primera es la más larga, ya que abarca más de la mitad del film. Es, obviamente, toda la historia previa de Petit: su interés en el circo, sus comienzos como artista callejero en París; su relación con Papa Rudy (Ben Kingsley) algo así como su mentor; su historia de amor con Annie y su obsesión por cruzar las Torres antes de que sean terminadas.

Y es precisamente esta parte la que le resta tanto al film. Plagada de momentos ridículos, The Walk se desarrolla en un tono tan raro que por momentos se vuelve un film tonto y poco interesante. Ya de por sí arranca mal cuando aparece Joseph Gordon-Levitt (interpretando a Petit) contando la historia a cámara (con acento francés) mientras se mueve en la cima de la Estatua de la Libertad. ¿Para qué? Pintoresco al inicio pero agotador a la larga. Y si a eso se le suma lo exagerado y pasado de revoluciones que está su personaje mientras planea la proeza (¡un calmante para Joseph!), como resultado se obtiene una hora y media pava con un Petit arrogante e insoportable.

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La segunda “película” abarca el tramo final. Con un tono más “serio” y abocada a la caminata, capta por fin la atención del espectador y lo mete de lleno en la acción, dejándolo al borde del infarto por el vértigo que despiertan esas imágenes en la cima de las Torres.

Ahí es donde el director de Back to the Future, Forrest Gump y Cast Away, le saca jugo a la tecnología para lograr unos momentos espectaculares, donde el pánico y la adrenalina se apoderan del espectador que parece estar arriba del cable junto al francés.

En ese momento, el film ya no parece concentrarse estrictamente en Petit sino en la hazaña misma. Qué significa estar ahí, a tantos metros del suelo, solo sobre un cable por las nubes, observando la ciudad entera en una posición de privilegio. Cinematográficamente hablando es la mejor parte del film, donde aparecen los planos más jugados, las tomas más hermosas, la fotografía más cautivante.

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Cuando The Walk concluye, uno tiene la sensación de que no es sólo un homenaje a Petit, sino más que nada a las ya desaparecidas Torres Gemelas. Incluso en ciertos diálogos los personajes parecieran estar rindiéndoles tributo a los bellos edificios, hermosamente recreados en la película y protagonistas de un final intenso y emotivo.

Josefina Chalde

Estudiante de Cine. Amante de la música internacional. Un buen libro, un buen disco y una buena película es todo lo que necesita. Londres es su lugar en el mundo.