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Los noviazgos, las convivencias, los matrimonios. El romance, las atenciones, la plenitud. Los niños, la rutina, el cansancio. La crisis, el hastío, el amor de todos los días sin corazones rojos. El amor más allá de la pareja, el que alcanza a toda una familia que siempre reclama más. Eso que nos pasa cuando no pasa nada; cuando las cosas no están tan mal, pero tampoco están tan bien. Eso que nos pasa cuando nos pasa la vida y todas las vueltas que la componen. En todos estos años que se reducen con aparente simpleza en un párrafo, hay varias mesetas: momentos en los que todo queda estanco y parecemos no ir a ningún lado. Algo que probablemente, suceda a muchas personas después de asentarse, conseguir un empleo regular e inevitablemente, formar una familia.
En ése escalón de la vida nos situamos cuando entramos en la vida de los Pierson. Y lo hacemos de un modo muy característico en HBO: sin tapujos ni maquillajes. Se nos plantea la vida misma, con sus escenas incómodas, sus constantes protestas plagadas de gruesos insultos; con la ropa interior carcomida por el tiempo y los personajes -jamás imperfectos-, siempre reales. Para Brett Pierson (Mark Duplass, quien escribe, dirige y protagoniza) y Michelle Pierson (Melanie Lynskey) el matrimonio ya no depara nuevas sorpresas. Luego de unos cuantos años de casados y con dos niños pequeños a cuestas, la vida sexual se les hace desabrida (y claro, infrecuente).
Mientras tanto, aparecen en escena Alex Pappas (Steve Zissis) el mejor amigo de Brett; y Tina (Amanda Peet), la liberal hermana mayor de Michelle. Por las circunstancias que complican la vida de cada uno de ellos, estos personajes terminan compartiendo temporalmente el hogar con Brett y Michelle. Y ahora, están juntos: todos juntos. Más que juntos, algo que se puede explicar mejor a través de la palabra que denomina a esta comedia: algo que se explica solo a través del término Togetherness.
Es así que, mientras el amigo que se ve frustrado por su trunca carrera como actor y la hermana que desespera por haber dormido con decenas de hombres sin lograr enamorar a ninguno, los Pierson se esfuerzan por reconstruir algún vestigio de romance. En un principio, es sencillo comprender por qué esta comedia de la pluma y dirección de Jay Duplass y Mark Duplass encuadra perfecto en HBO: más allá del despliegue de improperios que los personajes pueden expresar a sus anchas, los desnudos y el sexo sin sábanas (además de un par de escenas de masturbación frustradas), existe un humor que casi pasa desapercibido. Como por momentos sabe hacerlo Girls, Togetherness también echa mano del humor de la vida misma, de las escenas cotidianas que no son graciosas en sí, sino que más bien resultan tragicómicas.
No se trata de algo que no hayamos visto antes. Hemos podido ver unos cuantos pilotos en estos últimos tiempos que comienzan casi del mismo modo: con un marido que se insinúa a una esposa al despertar, mientras ella deja bien en claro que el sexo no es una opción. Un poquito de Married -comedia que hace una crítica de la vida de casados y que se lleva el sello de FX– y otro poco de The Affair. En las dosis justas y siempre muy a la manera de HBO, esta serie combina la sátira con el drama imperceptible y ésa deprimente sensación de familia estancada, de matrimonio gris.
El romance también hace su aparición como uno de los pilares fundamentales, tanto en la expectativa por descubrir la pasión en el matrimonio de Brett y Michelle, como por develar qué sucederá finalmente con Tina y Alex. Los dos secundarios hacen un contrapeso excelente en la trama, mientras los personajes se ayudan mutuamente a salir de la penumbra en la que se encuentran, para dar un nuevo rumbo a sus vidas. Aún si no terminan juntos, pese a las insinuaciones y exquisitos momentos que comparten en pantalla, vale la pena quedarse para ver si pueden torcer sus futuros inciertos. Estos dos grandes roles secundarios cumplen a la perfección con su tarea: otorgan un equilibrio que da aire y dinamismo.
Hay una tendencia actual y casi incipiente a apostar por comedias que diferencian muy sutilmente lo que debe hacer reír del efecto dramático. Casi como sucede con Transparent, el género toma un giro interesante donde las sitcoms ya no sobresalen, porque existe un público que sabe qué exigir, que está ávido de nuevos contenidos. Pero esto además tiene que ver con el cambio en la perspectiva del humor, ya no pensándolo como un conjunto de gags con la marca de las risas enlatadas para señalar el momento donde el espectador debe reír, sino como un todo homogéneo donde la audiencia se divierte de acuerdo a lo que a cada uno encuentra emotivo, donde la comedia cobra un tono más relajado y realista. Hay una exigencia de un humor real, porque lo que se plantea es precisamente la necesidad de ironizar sobre lo que nos pasa, de reírnos de nosotros mismos, de lo que nos puede pasar. De reírnos para no llorar.
De la dupla que dirige y escribe, debemos señalar que hay una fuerte influencia de elementos con un toque indie, que proveen ésa estética característica del cine y la televisión que saben hacer jugar la falta de recursos a su favor. El guion no está demasiado pulido, y resulta cómoda la disposición de los cuatro roles centrales, bien posicionadas en sus diálogos escuetos pero eficaces, agridulces pero divertidos. En la lista de obras que adornan el pasar de los hermanos Duplass, aparecen varios filmes y contenidos televisivos que exhiben estilo similar, muchas veces marcado por su técnica de improvisar sobre el libreto.
Aquí estamos ante una idea que reúne dos cuestiones que resultan muy atrayentes en la actualidad: la estética indie y ése híbrido maravilloso que es el de la dramedia. Sin duda, se trata de una suerte de subgénero que complicará bastante las cosas para una próxima o futura nominación a los Emmy Awards, pero claro, eso será materia de otro análisis. Para los que estamos asistiendo a temporada tras temporada de comedias de situación de poca monta, este tipo de contenidos resuelve perfectamente sobre la sensación de vacío de un género desgastado, otorgando una bocanada de aire fresco en medio de tanta risa fragmentada en veinte minutos.
Togetherness puede tener (en su propio campo, claro está) el mismo destino que tuvo Girls: irrumpir con una nueva versión de algo ya realizado y ya visto, con cuidados retoques y los cambios correctos. Para hacer gala de una brillante creatividad no siempre es necesario aparecer en escena con una novedosa propuesta forzada a parecerse a nada que se haya visto jamás. Para demostrar creatividad hace falta saber hacer un buen uso del humor y más difícil aún: tomar una idea ya trabajada y convertirla en algo novedoso e inteligente, siempre demostrando que se puede dar una vuelta de tuerca más. Todos los buenos pronósticos persistirán en tanto esta serie sepa mantener en alto lo que la viene caracterizando desde el comienzo de su primera temporada: saber hacer algo diferente sin hacernos sentir culpables de ésa confusa sensación de reírnos de las propias miserias de la vida misma.