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Continué mi actividad del día sábado 17 con una película de Singapur, una cinematografía lejana que solo se puede apreciar en los festivales. A Land Imagined resultó ser una atractiva película de misterio en la cual un detective debe investigar la desaparición de un obrero de la construcción, para verse envuelto en un juego de espejos perturbador. La intriga le permite al director y guionista Yeo Siew Hua, mostrar los contrastes de un país pujante pero que esconde la mano de obra inmigrante tratados casi como esclavos.
Un ciber café frecuentado por los protagonistas, su dueña enigmática y un trabajador de Bangladesh completan el marco del relato. La intrincada geografía de Singapur, la tirantez de las relaciones laborales y el puerto con su ambiente marginal, son otros aspectos en los que se apoya el inteligente guión, enmarañado como un rompecabezas.
Luego de ese encuentro inesperado fui a ver Burning del coreano Lee Chang-Dong, basado en la obra Quemar graneros del japonés Haruki Murakami. El director que retorna al cine después de ocho años, parece que tenía ganas de filmar porque se toma dos horas veinte para narrar un breve relato que se lee en menos de una hora. En el estiramiento se agregan personajes, se modifican situaciones pero el espíritu insondable del cuento se mantiene. Un joven aspirante a escritor, una muchacha de escasos recursos económicos que aparece y desaparece en la trama, un muy bien logrado tercer personaje que irrumpe en la pareja protagónica, arcano, hedonista y de buen pasar que parece vivir un vacío existencial, son las tres piezas de un drama críptico.
El director aprovecha para hablar del reciente pasado histórico de su país, de las diferencias de clases y sobre la moralidad de las acciones. El aspirante a novelista se obsesiona con el secreto revelado por el bon vivant, hasta culminar en un hecho que no se sabe en realidad si sucede o es parte de sus escritos. Si bien un poco extensa, se sigue con interés el lánguido derrotero de seres con muchas incertidumbres e incógnitas. Un film extraño, esquivo con toques de thriller psicológico, opaco, que fluye sin prisa para ahondar en las conductas humanas.
El domingo tenía interés en ver El árbol negro, película ganadora de la Competencia Argentina. Las entradas para todas las funciones del día 18 eran gratuitas. Por suerte no hubo colas ni amontonamientos para retirar los tickets. Tal vez el día soleado después de tantas lluvias, contribuyó a que el público no se agolpase frente a las boleterías. El comienzo de la película de los directores Ciambella y Coluccio es a través de la voz en off del pastor de cabras Martín, que relata una leyenda ancestral de la comunidad Qom.
Se refiere a la conexión de la tierra y el cielo a través de un árbol, el del título del film, que aparece en medio de una laguna custodiado por yacarés. Se derrumba, pero renace en medio de las aguas como el espíritu de lucha de los indígenas. La primera parte lo muestra a Martín en tareas de campo en medio de un paisaje natural. De a poco comienzan a aparecer los celulares, las computadores y las asambleas para aunar posturas. Se los mira como ignorantes, pero los blancos que escriben las leyes desconocen que las costumbres y la cultura son patrimonio de los tobas. Los directores apuntan a la ecología, a la falta desatención del gobierno, ya sea sanitaria como educativa, y al mantenimiento del idioma y de las tradiciones en un ambiente difícil e inhóspito. Una desafiante aproximación a una población ignorada por gran parte del país.
Y colorín colorado este cuento se ha terminado.
THE END