Un grupo reducido de personas, una urna funeraria, un mar embravecido frente a las rocas, cenizas que se arrojan al viento. Así da comienzo Soledad, la ópera prima de Agustina Macri, un extenso flash back sobre la corta vida de la militante Soledad Rosas, fallecida a los veinticuatro años. Una serie de imágenes dan cuenta de su último año en nuestro país: una posición social acomodada; un padre distante que no la comprende y la regaña; una madre que trata de acercarse y aconsejarla; un amigovio que poco aporta; su rebeldía contra las convenciones de su entorno. Un viaje a Europa regalado por sus padres traslada las acciones a Torino, donde tomará contacto con el movimiento italiano Squatters que marcará su destino hasta el fin de su existencia.
Como miembro de aquella agrupación pareció encontrar un rumbo para su conducta indomable, un sentido a esa insurrección interior que llevaba consigo. Sin embargo, el destino le jugó una mala pasada y su paso por Italia se convirtió en un calvario. Su rápida captura y encarcelamiento, la separación y posterior muerte de su nuevo novio militante, las desgastantes audiencias judiciales, marcaron el camino de su trágico desenlace. Falsamente acusada de una serie de atentados a un tren de alta velocidad (residía en la Argentina cuando sucedieron los hechos) es liberada y trasladada a una granja para cumplir su arresto. Años más tarde, ya fallecida, se le retirarían todos los cargos.
La historia de Soledad está marcada por una serie de incertidumbres que el film no trata de disipar. No queda claro cómo la amiga de la madre que la acompaña en su viaje por el viejo continente la aloja en la posada en que se encuentran sus futuros compañeros. Tampoco se explica la transformación de la protagonista que parece surgir de un impulso precipitado. Por último, no se especifica con nitidez los propósitos del grupo ecologista que reniega del Estado y no se identifica como anarquista. Macri acierta con las tonalidades grises y azules que tiñen la pantalla resaltando los lugares sórdidos de las cárceles, las vestimentas austeras y los edificios abandonados que ocupan los integrantes de los Lobos Grises, nombre con la que se conoció a la agrupación.
Un gran elenco extranjero rodean a Vera Spinetta, encabezado por Marco Leonardi, el protagonista de Como agua para chocolate (Alfonso Arau – 1992). Al principio la hija del famoso cantante parece no encontrar el tono del personaje, recién cuando se corta el pelo para entrar en la lucha, se suelta y conmueve con una actuación sólida. Otro mérito de la dirección son los reportajes a cámara de la hermana de Soledad (único nexo estrecho familiar), un acento documental que beneficia a la película. Soledad es un recorrido por el dolor, el martirio, los fracasos y las insatisfacciones con personajes que más que generar empatía suscitan piedad y compasión. Un debut promisorio que contó con una gran producción y un elenco que respondió con creces. Valoración: Buena