Cine

Un cuarto muy particular: Crítica a Habitación 212.

Por John Lake

Federico Fellini decía que la verdadera fidelidad era hacia uno mismo, la moral masoquista pretendía que uno renegase de sí mismo para ser fiel a otra persona. El error fundamental, según el director italiano, era considerar al matrimonio como algo inmutable. El verdadero matrimonio es una problemática cotidiana donde los celos y los encuentros ocasionales pueden enriquecer la unión. Este es el espíritu que envuelve a Maria (Chiara Mastroiani), una profesora universitaria, que a lo largo de veinte años de casada mantuvo encuentros furtivos con distintos alumnos para sostener un vínculo conyugal que se tornaba rutinario. Muy distinta es la postura de su marido (Benjamin Biolay), que al enterarse de las infidelidades de su esposa la llena de reproches y la echa del hogar. Movido por los celos, pone en el lavarropas el celular de su mujer, prueba irrefutable de sus deslices, como queriendo limpiar el pasado, algún sentimiento de culpa y remordimiento.

María, en tanto, pasa la noche en un hotel ubicado enfrente de su vivienda conyugal donde se aloja en el cuarto que da título al film. La habitación 212 se convierte en una caja de resonancias, es la memoria de la protagonista a la que acuden fantasmas del pasado como su madre, su abuela, sus amantes y hasta su voluntad para aconsejarla o criticarla. Personajes que se desdoblan y que interactúan entre sí (técnica utilizada por Woody Allen en Annie Hall en 1977) es uno de los tantos recursos narrativos que utiliza Christophe Honoré en su última realización. Las puertas se convertirán en el paso del tiempo, en un guión, del mismo director, con marcada estructura teatral.

El tono que rige las acciones es la comedia, nadie se rasga las vestiduras, surgen algunos gags efectivos y las discusiones se orientan más a la sonrisa que al llanto. Así lo entendieron los actores, en un elenco, en el que además de la protagonista, sobresale una exquisita Carole Bouquet en una breve intervención. “El amor se construye en la memoria”, ”El futuro me dijo que volviera”. Son algunas de las frases que surgen de la voz de los personajes, en ese ida y vuelta en el tiempo que propone Honoré para recomponer un vínculo matrimonial. El final, encontrará a todos los personajes reunidos en un bar llamado “Rosebud”, acaso una referencia a las obsesiones de Maria a lo largo de su vida. Una obra menor del autor de Canciones de amor (2007) que igualmente cuenta con varios atractivos y se ve con agrado.

John Lake

Adolfo Giraldo alias "John Lake" es fanático del cine desde chico, asistió a cursos de cine con Gisela Manusovich y completó la carrera de crítico de cine en la Escuela de la revista El Amante. Sus críticas aparecieron en diversos sitios como cinemascine.net, todaslascriticas.com y en la revista virtual Pez Dorado.