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¿Podemos decir que toda obra maestra es perfecta? Por supuesto que no. El arte es la forma más subjetiva que el humano tiene para expresarse, y encontrar la forma de hacer la diferencia, es la razón por la cual el mundo nos recordará.
La novela de F. Scott Fitzgerald, The Great Gatsby, marcó la diferencia entre la literatura norteamericana, pero no fue hasta 30 años después de su publicación que pudieron apreciar la grandeza de la obra, para luego llamarla “La Gran Novela Americana”. Y quizás fue por esta grandeza que nunca, nadie pudo adaptar la obra como se debiese para el cine. Hasta que el director, Baz Luhrmann, se animó a realizar su adaptación, lo cual era lógico, dado sus antecedentes (Romeo + Julieta, Moulin Rouge) para enmarcar por el arte y la música, grandes historias románticas.
Pero Baz tenía que hacer la diferencia también, y esta es la razón de porqué habrá un 50% de espectadores que amen su obra y otro 50%, quien probablemente haya leído la obra y tenga una mente más cerrada que el resto, consideraran The Great Gatsby una falta de respeto a la obra literaria. Habiendo leído la novela y luego de ver The Great Gatsby, pienso que el trabajo de Baz no será valorado hasta dentro de unos años, cuando la mente colectiva sea un poco más abierta a lo diferente.
A quienes les guste The Great Gatsby, probablemente se encuentren hipnotizados con la forma que tiene Baz de jugar con la música, los movimientos de cámaras y los trucos más sofisticados que hoy en día permiten las nuevas tecnologías. La película se mueve con pasos de jazz en plena época de su auge, mientras suenan grandes piezas del rap, hip-hop y música electrónica. ¡What a freak! La única manera de entender esta simbiosis sin sentido es
observar meticulosamente la escena en la que Nick Carraway (Tobey Maguire) conoce parte del mundo misterioso de Gatsby y sus tan famosas fiestas, mientras ‘Bang Bang’ de Will.I.Am (uno de mis temas favoritos del OST) mueve cada objeto de la pantalla.
«La novela de F. Scott Fitzgerald está aderezada con referencias de música contemporánea específica para la historia que se desarrolla en 1922. Si bien la conocemos como Fitzgerald la califica, La Era del Jazz, y este período está representado en la pantalla, nosotros –nuestra audiencia- está viviendo la ‘era del hip-hop’ y queremos que nuestros espectadores sientan el impacto de la música moderna actual, de la manera en que Fitzgerald lo hizo para los lectores de la novela en el momento de su publicación. Por eso, la primera persona en la que pensé a la hora de la música fue en Jay-Z» – Baz Luhrmann
‘Love is Blindness’, como dice Jack White en una de las canciones del soundtrack del film (otra favorita), y es esa ceguera la que impulsa el mundo de Gatsby (Leonardo DiCaprio). Un amor ciego por Daisy Buchanan (Carey Mulligan), quien a pesar de haber amado a Jay Gatsby hace mucho tiempo, no pudo esperar a que volviera de la guerra y se caso con Tom Buchanan (Joel Edgerton), un hombre muy rico y poderoso. Nick Carraway, primo de Daisy, se convierte en vecino del misterioso Gatsby, quien encuentra una oportunidad mediante Nick, de poder volver a ver a Daisy y contarle de los sueños que tiene para ambos.
Aunque parezca la clásica historia de amor de un hombre que hará todo lo posible para volver con el amor de su vida, The Great Gatsby está sustentada por una historia muy fuerte de amistad y lealtad, entre Gatsby y Nick Carraway, quien es el observador y narrador de la historia, y quien, tanto al final del libro como de la película, ejecuta observaciones sentenciadoras hacia los personajes, incrementando la ambivalencia y la nostalgia de la historia.
A pesar de cuanto me desagrada Tobey Maguire, de toda su carrera, su papel es mi favorito, pero Baz le da demasiada narración en la historia por lo que hacia la culminación de la película, termina hundiendo el suspenso en el eco de sus palabras, necesitando de una cuota del frenesí que la película poseía en sus comienzos, pero que nunca aparece. A esa altura, el director debió ser menos leal al libro para no aburrir al espectador.
Leo DiCaprio es realmente Gatsby, en el mundo cinematográfico y en el nuestro; probablemente es porque se siente muy a gusto con el papel, rodeado del glamour y encanto, sonriendo como si el mundo realmente le perteneciera, con la promesa en sus ojos de que jamás habrá otro hombre tan bondadoso y fiel como él.
La elección de Carey Mulligan para representar la belleza de Daisy Buchanan, es discutible, pero su falta de carisma para acompañar a DiCaprio en pantalla no lo es, aunque se las arregla muy bien para verse conflictuada entre el amor de Gatsby y su esposo.
El anacronismo y la fastuosidad de Baz Luhrmann no hacen más que mostrar cuán palpable es su conexión con la obra y el respeto que le tiene a Fitzgerald, sin importar cuán frenéticas, confusas y distractoras resulten sus técnicas. A su manera, el director es muy leal al espíritu de los años 20 de New York y de la obra, haciendo de The Great Gatsby, una película sumamente opulenta, llena de vida y muy vibrante, a pesar de sus momentos lúgubres, ante los cuales, el guión sucumbe.