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Fotos de la Junket: Ezequiel Portomeñe
«Cuando todo era nada, era nada el principio. Él era el Principio y de la noche hizo luz. Y fue el Cielo y esto que está aquí». Génesis – Vox Dei
La anárquica desolación de no creer en nada, el vacío de no sentir empatía por el mundo ni por el entorno, el conflicto cosmopolita de sentirse preso en un lugar, el miedo aterrador a crecer. Como bien resalta Vox Dei en su LP La Biblia, “Cuando todo era nada, era nada el principio”, y en esa nada, resaltada a la perfección en los primeros minutos de Camino a la Paz – ópera prima del joven director Francisco Varone – es donde el conflicto se desata.
Sebastián – interpretado sublimemente por el gran Rodrigo De la Serna– es un joven que vive desesperanzado. La crisis del 2001 lo ha sumido en una melancolía paralizante, vive con su mujer Jazmín –Elisa Carricajo– pero ambos están en diferentes sintonías. El amor a desgano y la falta de comunicación se presentan como problemas en las primeras proclamas en donde ella habla de tener hijos y él ríe con cierta ironía.
En ese contexto, la aparición de Jalil –Ernesto Suárez, actor mendocino, hallazgo inconmensurable para el mundo cinematográfico- transforma la vida de Sebastián, quien se gana la vida en un remis. Jalil es un hombre que tiene que ir a La Paz, Bolivia a encontrarse con su hermano. Su profunda fe y religiosidad – Jalil es musulmán- seducen a Sebastián, quien en toda la película se expresa áspero a la idea de “creer” y “tener fe”.
La road movie se apodera del relato y Jalil y Sebastián emprenden un viaje iniciático en donde el encanto se centra en el dueto verbal entre el joven y este viejo lobo de mar.
“Yo soy medio curioso y me meto en cosas particulares” expresa Pancho Varone, director de la película. La hechura del guión se dio como un arte minucioso y fue producto de la observación de hechos particulares acaecidos en su entorno: la historia de un amigo fue el motor para comenzar a pensar en la historia, luego examinó de manera detallista la ruta, la recorrió en soledad y allí surgió La Biblia de Vox Dei, musicalidad que acompaña toda la película.
“Hacer una película es como escalar una montaña, es una locura, lleva mucho tiempo” expresa con entusiasmo. Camino a la Paz es su ópera prima y su mirada expresa un orgullo manifiesto, se lo siente feliz. El tono poético de las películas del cineasta Carlos Sorín – Historias Mínimas, Días de Pesca, entre otras- se vislumbra en todo el metraje, y es el mismo Varone quien resalta esa influencia. Pancho es joven y su pasión por hacer cine se trasmite con claridad durante toda la entrevista. “Yo escribía pensando en Rodrigo”, destaca. Rodrigo de la Serna a su lado lo mira con complicidad y ríe. Inmediatamente De la Serna cuenta cómo es su personaje:
“Sebastián es un hombre muy negado, tiene mucho miedo. No trascendió los límites de su barrio y aparece un viejo musulmán que lo lleva a La Paz”.
Casi al unísono las anécdotas del rodaje comienzan a apoderarse del encuentro: “A Ernesto lo fuimos a buscar a Mendoza”.
Ernesto Suárez (Jalil) es lo mejor de la película. Sus años como actor y maestro de teatro, y su entrega en la actuación, le proporcionan a la dupla una naturalidad única. Ernesto fue tentado por el increíble Fabián Bielinsky para participar en El Aura, sin demasiado éxito; pero con Pancho las cosas fueron diferente y es el propio Suárez quien relata con una simpatía inconmensurable el momento de la propuesta:
“Me gustó el proyecto, sentí la idea de hacer una quimera. Jalil tenía que ver mucho conmigo y me gustó que la búsqueda sea más allá de la meca”.
Cuando habla de la relación actoral con Rodrigo, plantea que fue fácil: “Cuando actuamos todo el tiempo nos mirábamos”. Esa connivencia se percibe en todo el encuentro. Son un equipo que transmite lo bien que la pasaron en el rodaje y esa comunión, ideal, se siente en cada escena de Camino a la Paz.
Nota publicada originalmente en Notinac