Cine

Una bomba sensual: Critica de Atómica

Por Germán Pérez

Berlín. Año 1989, últimos días de integridad del muro que separa Alemania en dos, las agencias gubernamentales están en caos por una posible fuga de información de identidad de diferentes agentes en servicio. El MI6 en un intento desesperado por salvar la situación pone en campo a Lorraine Broughton (Charlize Theron) una experimentada agente -lo mejor de lo mejor-, para que resuelva  esta delicada situación. Así comienza Atómica.

Atomic Blonde (2017)

David Leitch, doble de acción y director de la sublime John Wick, se encarga de exponer tras la cámara un mundo de espionaje, traición y sensualidad de una forma dinámica e impactante. Leitch deja que el estilo de Atomic Blonde (nombre original) explote en cada rincón – las luces de neón en un ambiente retro es el pan de cada día para este director – y que los colores fríos, casi como la personalidad de cada personaje en pantalla, se adueñen de la totalidad del film. Es un juego macabro el que Leitch pone en pantalla, ya que Atomic nos posiciona en una época de inestabilidad social, de llantos de desesperanza,  pero gracias al estilo que le da este doble de riesgo transformado en director, la película se siente viva y funciona.

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No obstante la principal arma de esta película es: Charlize Theron. Charlize se adueña del título del film en segundos de dar con su presencia y es imposible pensar en otra actriz personificando a Broughton. Con un look calcado a lo Debbie Harry de Blondie, Broughton es fría, calculadora, extremadamente sexy y deja sin respiro – se puede aplicar de forma literal – a cada persona que pasa por su vida.

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Es genial ver a Theron en este rol ya que consigue absolutamente todo lo que quiere expresar en personaje y más. Con este film su carrera es una completa reinvención de lo que fue su «tierno» comienzo. Hace 20 años teníamos una joven  que lloraba y sufría en cada película que protagonizaba, ahora tenemos a una actriz experimentada, que muestra  sensualidad en todos sus movimientos y nos dice con cada gesto y palabra: «lo tierno se me fue hace rato».

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Puede ser que Prometheus (2012) y Mad Max: Fury Road (2015) marcaron el comienzo de una «Theron definitiva», The Fate of the Furious (2017) ayudó a afianzar un poco la reputación pero en Atómica tenemos a una Charlize Theron desencadenada, una verdadera arma sensual, una verdadera bomba.

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Si nos  fijamos en el año en que transcurre la historia – 1989 – estamos al final de una década sublime en nivel musical y, claro, Atomic Blonde aprovecha ese momento. George Michael, Eurythmics, New Order, Queen con David Bowie, Falco, Nena, Depeche Mode, entre otros, se encargan de poner ritmo a las casi dos horas de duración de la película. No estamos ante una banda sonora común y corriente, sino ante himnos musicales, uno tras otro, sin descanso; Tal vez el timming, la sincronización, no sea perfecto como vimos hace poco en Baby Driver de Edgar Wright – hay que decirlo, esa banda sonora se lleva el podio a lo mejor del año – pero en esta película que cuenta un poco el extremo final de la guerra fría, la banda sonora es todo menos, justamente, fría.

Si bien tiene una perfecta selección de papel protagónico y una dirección correcta llena de estilo, Atomic Blonde sufre golpes por un guion descuidado a cargo de Kurt Johnstad (300, 300: Rise of an Empire, Act of Valor). Johnstad está acostumbrado al género de acción, aun así, todo su trabajo en papel carece de sentido y es rebuscado. Es un ejemplo exacto del recuerdo de una buena salida entre amigos en la que todos la pasan bien salvo uno, el » si, pero» que remata y arruina una buena experiencia, así se sienten los guiones de Kurt Johnstad.

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De todas formas Atomic Blonde es una muy grata experiencia en su género, tiene todo lo que uno puede pedir en el gran bazar del cine de tiros y tal vez en el futuro, podamos ver un poco más de la agente Lorraine Broughton en acción.

Germán Pérez

Lector, escritor y cinéfilo. Pasa sus días en el gimnasio y viendo viejos y nuevos clásicos del cine. Fanático de Michael Mann.