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«Undercover: Operación éxtasis», el extraño encanto de los narcos europeos

Por María Rosa Beltramo

Netflix venía en falta con la entrega de series de calidad, hasta que sacó de la galera una coproducción belga-holandesa que se inscribe en lo mejor de la tradición policial. Undercover: Operación éxtasis tiene un grupo de actores tan sólidos como desconocidos por acá y un guión convencional pero trabajado con inteligencia para mantener el suspenso a lo largo de diez episodios.

La historia es también interesante para establecer similitudes y diferencias con las versiones latinas del narcotráfico. En América siempre se muestran los imperios que ha levantado la cocaína; aquí, en cambio, las protagonistas excluyentes son las drogas de diseño y más exactamente el éxtasis, el alimento tradicional de los asistentes a las fiestas rave.

La acción transcurre en una provincia belga situada en el límite con Holanda a la que llaman «la Colombia europea». Un policía veterano de mil batallas y una fiscal de Bruselas deciden emprender juntos un plan arriesgado para intentar la captura de Ferry Bouman, líder indiscutido de un grupo que elabora y distribuye cantidades industriales de éxtasis. El problema es que el jefe narco está rodeado de gente que sabe que la única manera de conservar la vida es guardar silencio y que, además, toma toda clase de precauciones para no dejar huellas.

La solución más aceptable, aunque tremendamente riesgosa, es infiltrar a una pareja de policías y confiar en que se ganen la confianza de Bouman para que les revele la ubicación de los laboratorios, los depósitos y el esquema de comercialización. El belga Bob Lemmens y la holandesa Kim De Rooij fingen ser novios y alquilan una cabaña en el complejo donde vive Ferry junto a su mujer.

El primer acierto es esa dualidad tan atractiva que rodeará cada uno de los gestos de los policías que parecen enfrentados y lejanos, pero van mostrando señales de una cierta tensión sexual que le agrega pimienta a un panorama cargado de presagios. La decisión de introducir una pareja en medio del conflicto responde a un esquema trillado pero no por conocido menos exitoso.

No importa demasiado si la narración terminará a los tiros o si se deslizará con sutileza hacia una revelación esclarecedora; en uno u otro caso, las relaciones que construyen esas épicas duplas tipo Scully y Mulder (Los expedientes secretos X) o Benson y Stabler (La Ley y el orden: Unidad de Víctimas Especiales) siempre dan excelentes resultados.

En Undercover, Bob y Kim se parecen más a la pareja de Martín y Saga en Bron /Broen (El Puente), la serie sueco-danesa en la que una cuestión jurisdiccional obliga a acudir a investigadores de dos países. Y para que el interés no decaiga, la serie desmenuza toda la batería de recursos de los agentes encubiertos para ganarse un lugar en ese campamento en el que reina el cerebro narco.

Como en todo relato bien urdido, nada es muy lineal. En cada episodio hay elementos para sospechar que los policías -sobre todo Bob porque en esa estructura la mujer no ocupa el centro de la escena- están dentro de la organización pero un minuto después surge la duda, expresada en la desconfianza de Bouman o alguno de sus lugartenientes.

Lo mejor de todo tal vez sea el suspenso que acompaña la historia de principio a fin porque el espectador descubre un detalle que los agentes ignoran y es la presencia de un veterano policía corrupto que abastece de información a los traficantes. Walter Devos, interpretado por Kris Cuppens, se cruza una y otra vez en el camino de sus colegas y cada vez que eso sucede, uno teme que haya sido inútil todo el trabajo desplegado para introducirse en la banda.

Tom Waes y Anna Drijver, los actores que encarnan a Bob y Kim y Frank Lammers, en el rol del líder narco, realizan un trabajo impecable. A los guionistas Piet Matthys, Nico Moolenaar y Bart Uytdenhouwen hay que agradecerles algunas subtramas que enriquecen la historia, como la relación del policía con su espos o los senderos por los que discurre la vida de los infiltrados, que nunca se sabe si solamente están haciendo lo que deben para conservar el pellejo o si la cara que muestran es la auténtica.

Para los que gustan de viajar mientras se entretienen con la trama, la serie tiene locaciones especialmente atractivas. Buena parte de la acción transcurre en un complejo turístico recostado sobre un bosque belga, pero también aparece, del otro lado de la frontera, el paisaje holandés y hasta hay unas postales de la costa francesa.

La serie tuvo excelente repercusiones en Europa y en América Latina y ya han comenzado las tratativas para filmar la segunda temporada. Los diez episodios iniciales se hicieron acreedores al premio de mejor serie durante el Festival Cinequest en EEUU; el premio de la audiencia en el Seriencamp Festival de Munich y mejor serie en el Conquest Film and VR Festival de California.

María Rosa Beltramo

Periodista, trabajo en Cadena 3 y escribo un blog que se llama "Maravillas de este siglo".