Cine

El Ultimo Elvis, con el sello de Armando Bo

Por George Blanco

Un oasis en el tiempo, un canto que parece inmaculado, un lamento y un verdadero homenaje a esa hermosa e ilusa relación que mantenemos con los ídolos. El Ultimo Elvis, sin embargo, directamente plantea el dilema de ser o no ser en una fábula exquisitamente interpretada por John McInerny bajo un manto de fantasía propuesto por Armando Bo. Armando, nieto del gran Armando Bo, el mismo que movilizó al mundo con un guión tan crudo como perfecto en Biutiful, ésta vez dirige su ópera prima, y que alcanza niveles supremos en cada una de sus lecturas.

El Ultimo Elvis, como aquella cinta de González Iñarritu, se mantiene en una disputa interna entre lagrimas y risas, aunque en esta oportunidad y gracias a la ilusión (de la que nos volvemos parte) del actor viviendo en la carne de Elvis Presley, abundan los momentos cómicos, mezclados con la tragedia ajena en medio del dilema de «no ser», en una melancolía constante que pinta el submundo en el que transcurre el film. Rescatar tanta poesía dentro de circunstancias tan caóticas es, sin dudas, una enorme virtud. Para los amantes del rock, El Ultimo Elvis es la evidencia de cuanto influyó Elvis, el personaje, en la vida útil de la música, en las raíces de la cultura, y un pasaje único por su repertorio más clásico.

El Ultimo Elvis - John McInerny

Durante hora y media, Bo traslada partes vitales de la obra de Presley en la vida de Carlos Gutierrez, un obrero de fabrica que apenas llega a fin de mes, que tiene que lidiar con la soberbia de su personaje, que a su vez ha logrado meterse en su alma, y que parece pasar inadvertido sobre los problemas de su familia. Tanto, que el espectador puede incomodarse en las escenas en las que Elvis parece ser lo único que importa.

Griselda Siciliani acompaña bien al personaje y logra una transformación que la posiciona como una actriz madura, en un papel en el que no estamos acostumbrados a verla. Margarita Lopez, la hija de Elvis en el film, provoca ternura y despierta momentos graciosos. Un gran hallazago. La banda sonora, también Iñaturresca (si el autor fuera Santaolalla nadie se extrañaría), mantiene los momentos de tensión dentro de un esquema inocente, tierno, caricaturesco, que tiene sus puntos más altos en cada aparición de McInerny interpretando las canciones de El Rey.

El Ultimo Elvis - Griselda Siciliani

El guión es simplemente sublime. Nicolas Giacobone acompaña a Armando Bo en un relato impactante, que recaba en cada detalle desde la soledad y el debate interno de Gutiérrez hasta sus relación con los demás e, inclusive, como le toca lidiar con los problemas de una fama que tuvo en otra vida. La fotografía es maravillosa, un hallazgo que resulta fundamental para entender la historia de Gutiérrez. Una Buenos Aires contemporánea, cruel, tradicional, que resulta aislada para el personaje que parece estar viviendo en Memphis. La ciudad está ahí, y aunque nunca termina de ser protagonista directa de la historia es una gran parte de ella.

Es la ciudad precisamente testigo privilegiado de la sucesión de momentos de Elvis. Entre todas las buenas escenas que pueden verse, la del puente en donde Elvis vuelve cansado del show con un rostro en perfecto contraste con las luces de la ciudad, casi con seguridad es una de las mejores del cine argentino en el ultimo tiempo.

¿Alguna vez soñaste con ser otra persona?, reza el trailer. El Ultimo Elvis es el poder de ese sueño, cuando el deseo transforma la imaginación en realidad, donde el tiempo parece congelarse para desarrollar un idilio que termina conquistando hasta al más escéptico. En ese mundo, le creémos a Gutiérrez. En ese mundo, todos nos rendimos a los pies de Elvis.

Yo opino

Por Máximo Tell

La ebolución de Elvis

Bo nos trae una gran cinta, que con sencillez y paciencia, puede ser apreciada como una película que sensibiliza al ritmo del tono mas grave del gran Elvis. Me pareció bella, sensible y diferente desde el primer cuadro. Con el detalle de la música inigualable e incalculable del gran Rey. En la piel de un actor simpático, de gran entrega y que acerca una dulzura tosca de barrio con algo fraternal en los ojos.

El silencio cuando la fiesta es de otros, el sueño que retumba en un aeropuerto al que no se llega y una vida queriendo ser. Nuestro desafío diario, el enigma cotidiano y el desenlace anhelado. Cobra vida un Rey de overol y chatarras, el creador del Rock & Roll comiendo dulce de leche (o mantequilla de maní) en una cuchara.

Ante todo, la historia de un hombre. El relato de una ilusión. Mirar en los ojos de un sueño para lograr verse como quien se pretende ser. Un hombre, que soñando ser otra persona llega a ser quien no hubiese querido: un simple padre terrenal y corriente. Uno de esos que ama como puede, que acompaña cuando debe y que deja todo para que se sientan orgullosos de él. Todo.

La locura mas deliciosa es la que otros catalogan rápidamente sin saber acaso lo que es soñar. Sentir el impulso interno de volar hacia un objetivo. Sentirse otro, abandonarnos en las manos del destino. Ese que creemos y queremos nuestro. Algún día entenderemos lo que significa dejar atrás nuestros trajes de imitadores y conquistar la ilusión, entregarnos al sueño.

Yo opino

Por Ale Yunes Mor

Cualquiera puede cantar

Para poder explicar las sensaciones que me transmitió la excelente obra audiovisual de Armando Bo, debo separar en dos caminos que, aunque separados, están íntimamente relacionados para colisionar al final para un fantástico climax. Por un lado la labor de la producción musical y, por otro, John Mc Inerny, el no-actor que da vida a Carlos Gutiérrez/Elvis.

Comencemos por esto último, para tratarlo voy a tomar una frase de otra película, Ratatouille, en particular una recurrente, “Anyone can cook” (Cualquiera puede cocinar) y la reformamos para que se ajuste a la amplia cintura del último Rey, “Cualquiera puede cantar”. Mc Inerny, en la vida real, es un arquitecto movido por su pasión por la música y, en particular, por Elvis, al cual reversiona eventualmente para ELVIS VIVE, su banda tributo. Este señor que dedica su vida a diseñar y erigir construcciones, se convirtió en unas semanas, para toda la eternidad, en el actor que suda Elvis, por tener una voz notable pero principalmente por su pasión.

John interpreta mejor que cualquier actor la vida de un personaje que se encuentra encerrado, por una inverosímil obsesión, en la vida de alguien más, siendo este, nada más y nada menos, que el primer gran exponente de la música mundial. Y esto solo lo puede lograr alguien cuyo pasado -o presente- haya estado ligado al fanatismo de Presley. Cada momento en que el maravilloso protagonista tocaba un instrumento se me erizaba la piel, porque, más allá del magnetismo que me provoca Elvis, recalar en el frenesí que provocaba Carlos Gutierrez al tomar un micrófono, guitarra, piano o lo que fuere, y por fin poder ser El Rey era prodigioso, soberbio.

Mientras todo esto sucede, hay un trabajo que no se percata, y no lo hacemos, porque está tan bien realizado que potencia lo visual, la realización musical de la película

La música, como si se tratara de uno de sus shows en Las Vegas, inicia con Sprach Zarathustra -conocido por el film 2001, Odisea en el Espacio-, composición de apertura utilizada recurrentemente por Presley, le siguen An American Trilogy, Doin The Best I Can y tantos otros que transcurren para apoyar las condiciones en las que se encuentra nuestro personaje y nos envuelve en el torbellino ciclotímico de la historia. Si a esto le sumamos las maravillosas interpretaciones de Always On My Mind, Suspicous Mind o Unchaind Melody recitadas por Mc Inerny, se crea una obra musical en concepción maravillosa.

No quiero pasar por alto que está película es argentina, y llena de orgullo ver que se sigan sumando producciones de excelente contenido y realización al cine Latinoamericano. Gracias al arquitecto John Mc Inerny por devolvernos por un rato la pasión de Elvis, “No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista puede provenir de cualquier lugar”, Ratatouille.

El Ultimo Elvis, la última gran maravilla

George Blanco

Pura pasión y puro ingenio. Creativo, pacífico y amante de la vida. Escribe por naturaleza. Atleta, fondista. Rocker fascinado y fascinante. Además de socio fundador, George Blanco es la impronta de N&W hecha persona. Lecturas épicas.