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El cóctel de apertura de la XVI Edición del encuentro de cine europeo (del 22 al 12 de diciembre) se realizó en el foyer del Cine Amigos de Bellas Artes, frente a la Facultad de Derecho. El tailleur y los trajes con camisa y corbata predominaron en la reunión en la que la diplomacia se hizo presente en gran número. Luego del ágape, el público se trasladó al auditorio Nelly Arrieta de Blaquier para escuchar las palabras del Secretario de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, quien tuvo a su cargo la presentación del evento. En segundo lugar, tomó el micrófono la embajadora de la Unión Europea en la Argentina, Aude Maio-Coliche, quien resaltó las distintas temáticas de las 19 películas a exhibir de 14 países del viejo continente en las salas de Buenos Aires y de 12 provincias de la Argentina.
A su vez destacó que en esta oportunidad se eligieron directores nóveles para conocer las tendencias actuales del cine europeo.
Por último, el embajador de Suecia, Anders Carlsson, se dirigió al auditorio para presentar el film que se proyectó a continuación, Sami Blood, que relata un episodio oscuro de la historia sueca del siglo pasado.
Sami Blood es un gran flashback, en el cual una anciana mujer recuerda las vejaciones que sufrió en el pasado por su condición de sami, un pueblo que se extiende por el norte de Noruega, Suecia y Finlandia. Transcurre la década del treinta, los niños lapones son llevados a un orfanato donde se les instruye el sueco junto a reglas de convivencia. Las mínimas faltas al orden, que pueden consistir en hablar en dialecto, son sancionadas con castigos físicos de diversa índole. La población local los considera como ciudadanos de segunda y son objeto de burlas. Una vez finalizada la estadía en esa escuela exclusiva para samis, son devueltos a las tolderías en medio de las montaña donde viven sus familias, para continuar con la cría de renos. No tienen acceso a una cultura superior, porque según el criterio de los instructores, no tienen una inteligencia adecuada.
En ese marco Elle Marja, una adolescente sami, no tolera las diferencias a las que se ve sometida, reniega de su condición y de las tradiciones ancestrales. En su rebeldía cambia de nombre por uno más tradicional (Cristina), quema sus ropas típicas y huye hacia la ciudad. La directora Amanda Kernell, descendiente de samis, resalta la discriminación, la indiferencia del pueblo sueco con sus pares lapones a los que excluía de su circuito tratándolos casi como mascotas de circo. La inferioridad racial se encuentra muy marcada en el primer largometraje de Kernell, con escenas de racismo muy cercanas a las que aplicaron los nazis años más tarde. El film transcribe los distintos estados de ánimo de la joven: el amor, el despertar sexual, la humillación, su deslumbramiento por las mansiones y escuelas de Uppsala. El espectador acompaña a la protagonista en sus emociones con un dejo de indignación y repudio, en una película en la que la religión no tiene cabida.
Sami Blood, fue una digna apertura para el ciclo que continuará en la ciudad de Buenos Aires hasta el 12 de diciembre, con sedes en la Alianza Francesa, el CCK, la Sala Leopoldo Lugones, el Instituto Italiano de cultura, el Cine Teatro York de Olivos, la Manzana de las Luces y el Cine Amigos de Bellas Artes.