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Hace apenas unos días, volvió a la pantalla chica una de las comedias más aclamadas de los últimos tiempos, de esas que enamoran a tal nivel que acaban convirtiéndose en series de culto, sin importar lo que diga la crítica e incluso sin importar que muchos no la entiendan. Arrested Development supo generar un gran fanatismo durante sus cortas tres temporadas en Fox, tanto que muchos aseguran que luego del final, no hubo más comedias que se le compararan.
Todos nos hemos encontrado alguna vez con una se esas series que nos generan dependencia, de esas que nos atrapan, que nos obligan a abandonar temporalmente el estudio o el trabajo, series por las que nos vamos a dormir de madrugada y que, con poco o mucho argumento, nos dejan pensando. Arrested Development es una de esas series, una de las grandes referentes en su género, porque como alguna vez hemos dicho, nos encanta ver a los personajes fracasar una y otra vez en la búsqueda de la felicidad. Y más o menos esto es lo que hacemos con el pobre Michael Bluth, mientras no paramos de reír con su excéntrica y desconsiderada familia.
La presentación de los quince nuevos capítulos luego de siete años de ausencia, no recibió buenos comentarios por parte de la crítica especializada (desde el estreno de la cuarta temporada, las acciones de Netflix bajaron a causa de las malas críticas y del manto de dudas que pusieron algunos medios sobre la calidad de la serie).
Sin embargo, la serie ocupó su antiguo lugar, como si nunca se hubiese ido, en los corazones de aquellos fanáticos que la vieron cerrar su tercera y última temporada tal como había comenzado: con una fiesta en un barco y un desenlace que no hizo más que confirmar que los Bluth no eran una familia cualquiera.
«Una serie semi original de Netflix», aclara ahora la presentación de los nuevos episodios, mientras el stair car estaciona en una esquina de California dando paso a la familia más disfuncional de la televisión. La cuarta temporada comienza intentando recoger los pedazos del tiempo pasado, tarea en la que por momentos, encuentra alguna dificultad. ¿Pero qué importan las cuestiones técnicas y las críticas de aquellos que sostienen que tantos años de ausencia no se reparan así como así?
Arrested Development es una de las mejores propuestas de esta década, porque es una comedia pensada para una audiencia inteligente. Solo aquellos que sepan leerla de la manera en la que el guion lo propone, sabrán entender y disfrutar cada gag. Mientras que aquellos amantes del humor más directo sin rodeos ni dobles sentidos, se quedarán mirando la pantalla, aturdidos quizás por la relación entre Lucille y su hijo menor, Buster o incrédulos de la superficialidad (y la estupidez) de Lindsay.
Netflix no ha permitido que se pierda la esencia de la otrora serie de Fox. Es la misma que dejamos en un abrupto y bien pensado final allá por 2006. Este nuevo comienzo es una razón para comenzar o retomar esta historia que propone una comedia exquisita dotada de personajes que exceden en lo creativo.
En lo particular, Lucille Bluth (Jessica Walter) siempre fue una de las más amadas por el público, no solo porque no representa a una madre convencional, sino porque hace de las interacciones con cada personaje un momento de icónico. Por su parte, también está GOB o George Oscar Bluth (Will Arnett), la personificación del fracaso en sí mismo, que a su vez funciona como una especie de parodia de los magos o ilusionistas. Ni hablar entonces de Tobias Fünke, quien desde lo físico hasta lo psicológico es un personaje pensado para hacer reír.
Si Arrested Development marcó una forma de hacer comedia en sus comienzos, este regreso por medio de Netflix será un hito aún mayor, tanto que los productores ya prometen una quinta temporada y ¿una película? Con House of Cards, Netflix comenzó a abrir el camino hacia una nueva forma de revolucionar la industria televisiva, con el relanzamiento de esta brillante comedia no hace más que probar que tal hazaña es posible.
¿Ya viste la cuarta temporada completa? ¿Qué te pareció?