Cine

La Grande Roma, La grande Belleza

Por Julia Barrandeguy

«Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza. Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginado. Es una novela, una simple historia ficticia. Lo dice Littré, que nunca se equivoca. Y, además, que todo el mundo puede hacer igual. Basta con cerrar los ojos. Está del otro lado de la vida.» 

Viaje al fin de la noche (Voyage au bout de la nuit) de Louis-Ferdinand Céline

Con esta frase comienza la película que inspira esta nota y que tranquilamente podría haber tirado por la borda mi viaje a la ciudad imperio. Es cierto que podemos conocer una ciudad a través de nuestra imaginación. Más aún una ciudad tan estudiada como Roma. Justamente los quiero invitar a conocer Roma a través de la mirada despiadada del personaje de Toni Servillo y para quién haya tenido el gusto de recorrerla, volver a mirarla desde la lente del ahora ganador de un Oscar, el director Paolo Sorrentino.

Mi imaginación comenzó a volar allá lejos con las clases de una profe en la escuela secundaria a la que se sumó una amiga romana y el plan de conocer la casa de sus padres. Un día ese sueño se cumplió y cuando lo compartí con un amigo cinefilo me dijo que no podía tomar el vuelo sin antes ver La Grande Belleza. Ahí no más  recordé que mi romana de cabecera me la había nombrado y que no le había hecho caso. Googleé y casi como por arte de magia, la tenía toda para mí. Lista para ver. Reconozco que vivo webeando pero si hay algo que no tengo claro es cómo ver pelis o series así que por lo general termino sentada en algún cineclub o a lo sumo alquilo DVDs.

Trabajo en el mundo del arte. Siempre quiero estar al corriente de todo y me animo a confesar que hasta mis amigos más queridos me han llamado snob alguna vez. Así es que La Grande Belleza me dio una buena cachetada. Se encargó de pararme frente a mis propias debilidades. A esos modos de ser, estar y participar en el mundo de la cultura y esa supuesta mediación que queremos lograr. Un golpe de realidad y sinceridad que me enfrentaría a mis más profundos dilemas. En definitiva, una obra maestra que me volaría la cabeza.

Tan es así que en la primer escena de la película se ve el disparo de cañon. Por lo que no sólo estabamos hablando de una nueva forma de conocer una ciudad sino también de una manera de ver el campo en el que estamos insertos a diario. De ahí es que creo que no importa si viajaste o no a Roma, si tenés pensado ir o si lo ves como algo más que lejano. Lo que sí te digo es que sos artista, gestor cultural, escritor, músico o familiar de alguien que está involucrado en el circuito cultural, estás obligado a ver La Grande Belleza.

Roma como un trailer

Volviendo a mi amiga, resulta que me la recomendaba porque era una admiradora declarada de la película y estaba dispuesta a tomarme de la mano para recorrer juntas cada escena de la película. Asi fue que nos detuvimos frente a las grandes extensiones verdes que rodean al Circo Mássimo y que en el rodaje acontece una de las escenas en las que esta trabajadora del arte y los medios quedó perpleja: la entrevista entre el periodista protagonista y la artista que no podía explicar su performance.

Así como cuando miramos por la cerradura de la puerta pero nunca logramos que aparezca el amigo de las princesas que nos indique el camino del castillo. Sí paseamos entre los naranjos y si bien no vimos monjas, pudimos encontrar algunos sacedortes que cuchicheaban entre sí a lo lejos. Recorrimos el barrio de grandes mansiones y yo me detuve ante cada bebedero. A mi amiga romana, que el agua caiga de una antigua canilla y sea bebible, le resulta más que natural. Entre las iglesias y las grandilocuentes fuentes, distinguí perfectamente los paraguas cerrados de los guías turísticos que intentan diferenciarse de la multitud  de turistas de ojos rasgados que los siguen. Si bien varios mataban por una foto, safé de que alguno muera por ello. ¿Pero es que acaso estamos en la película?

Lo que me quedó por vivir allá pero sí acá paso casi a diario, son las poses del arte y sus supuestas distinciones. Recordé incluso aquellas antiguas fiestas electrónicas con sus excesos. Podría hacer esfuerzos por recordar si alguna puso música de Rafaela Carrá pero de lo que sí doy fe es que viví ese toque inentendible de arte contemporáneo y grajeas que prometen ver el mundo de otra manera. Una medida de egocentrimos y fanfarronería sin que falte una pizca de decadencia.

No es mi intención contarles la película porque como habrán notado, crítica no soy. Ni siquiera me atrevería a denominarme cinéfila. Lo que sí pretendo es incentivarlos a ver esta joya del cine. Esas obras que hablan sin importar a quién van a molestar. Sin escatimar en apreciaciones ni medir reconocimientos. No tengo bien claro si un espectador no involucrado con el mundo del arte podrá descrifrar todos los códigos que plantea el film. Lo que sí les aseguro es que para un miembro del ambiente es permanente la identificación.

Los creadores se sentirán interpelados directamente con escenas en las que escucharán frases como «Soy una artista. No tengo porque explicar el arte», e incluso los intermediarios se identificarán con la voz en off que dirá: «Quería ser el rey de la vulgaridad y desde luego lo conseguí. No sólo quería participar de todas las fiestas, quería tener el poder de hacerlas fracasar».

Por lo que seguramente necesitará mirarla tres y hasta más veces para poder digerir cada uno de sus parlamentos. Los que no vivencian directamente este ámbito, prestarán más atención a los sentimientos de soledad que refleja: ricos acompañados de pobres a su servicio ó bien la escena en la que una burguesa declara «La nueva generacion de jóvenes me horroriza. mantenidos durante años por el Estado. Cuando se enteran que tienen dos neuronas, cojen y se van a trabajar a Estados Unidos ó Londres y se olvidan de quién los ha mantenido. No tienen ninguna vocación ciudadana…». Intercambio en el que terminaremos mirandonos con afecto a nosotros mismos.

Como el mismo Jep Gambardella declara:  «En Roma siempre pasa algo pero no ha pasado nada». Una película para ver más allá de que tengamos pensado tomarnos un vuelo a Italia. Claro que no podemos dejarla de lado si estamos programando este destino. Así que ya saben, doble función del Jueves 8 al domingo 11 de Mayo en el Cineclub Municipal Hugo del Carril (Bv. San Juan 49). La entrada es de $30 y los socios sólo abonan impuestos.

La Grande Bellezza, una cuestión de sensaciones

Julia Barrandeguy

Se define como #agitadoracultural y tanto en su cuenta de Twitter como en su blog www.laeventera.tumblr.com, entrega una sugerencia por día. Vale la pena seguirla -y leerla-.