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La reinvención de Fargo: un desafío a la altura de los Coen

Por Victoria Barberis

Versionar un admirable éxito del cine y adaptarlo para televisión, puede sonar en un primer momento como un potencial gran error. Más aún en una época en la que la producción desenfrenada de contenidos satura los medios convencionales y emergentes, lo que en muchas ocasiones tiene un impacto negativo en la calidad. Entonces, pensaremos que seguramente, la serie en cuestión se convertirá en un producto mediocre, al que le daremos dos o tres temporadas de vida, cada una más desvanecida que la anterior. Eventualmente, nos sentaremos a ver el episodio piloto con suficiencia, preparados para despellejar el guion.

Pero cuando nos aprestemos a ver Fargo (la que con tanta destreza nos cuenta FX) y nos encontremos devorando la pantalla, desbordados de ansia hacia el final del primer capítulo, nos habremos desdicho de todo. Es que hay una clara premisa que corre tanto para los grandes clásicos de la literatura, como para los irrefutables filmes de culto: si vamos a basarnos en la idea original de otra obra, más nos vale que sea memorable. No basta con que sea buena, debe convertirse en una nueva favorita o al menos en algo que nadie pueda discutir, más allá del gusto personal.

A mediados de la década del noventa, los hermanos Ethan y Joel Coen le regalaron al cine uno de los policiales más elogiados de su época. La habilidad para montar un relato capaz de combinar un exquisito humor negro con un peculiar policial, les valió varios premios de la industria y el inmortal abrazo del público. A diferencia de los de tono hollywoodense, el filme contaba una historia que bien podría ocurrir en cualquier sitio: sin grandes héroes ni brillantes detectives de los que resuelven casos en un episodio, sin poner de manifiesto de manera trivial el consabido juego del good cop-bad cop.

Pero para suerte de muchos, no es necesario haber visto la Fargo original para disfrutar de la serie homónima de Noah Hawley. Aunque le aportaría un condimento interesante para poder disfrutar de los sutiles y logrados guiños que la nueva versión hace a la película, esta nueva producción corre por cuenta propia, atreviéndose a desviarse de su antecesora, sin dejar de rendir tributo a la obra de los Coen. No veremos con exactitud a los personajes interpretados en su momento por Frances McDormand, William H. Macy, Steve Buscemi, y Peter Stormare, pero el nuevo foco de la historia, lejos de decepcionar, ha sabido arreglárselas para ofrecer entre otras cosas, una buena nueva adicción.

Con Billy Bob Thornton y Martin Freeman como protagonistas, esta serie no se olvida de sus raíces y hace un interesante uso del característico humor negro de Fargo, entremezclado con ése policial de entrecasa que no estamos acostumbrados a ver. Claro que, si el humor negro del filme no podía admitir más tonos oscuros, FX monta su versión en escala de grises. Esto tiene que ver con la multiplicidad de públicos y con esa suerte de necesidad que asalta a los productores de convertirse, aunque sea por un margen pequeño, en un contenido potencial para diversas audiencias.

Imaginemos a Lester Nygaard (Martin Freeman) como el loser de la secundaria, víctima ocasional del bullying y portador de una mediocridad notable y lastimera. En palabras de su propia esposa, muchachos como él son siempre aquellos que nunca ganan, y que ya convertidos en hombres, crecen para ser simples y llanos fracasados. Pequeño en todos los sentidos, sin muchas luces, atrapado en un empleo que no lo lleva a ningún lado y rodeado de constantes críticas y burlas, Lester vive en un frío y sombrío páramo de Minnesota. Resiste como puede la vida que le ha tocado, y que a comparación de la de su hermano Chaz, es un cúmulo de miserias.

Para librarlo de sus amarguras o para terminar de aplastar su existencia de una vez por todas, aparece en su vida Lorne Malvo (Billy Bob Thornton), un asesino con sutiles toques filosóficos, que bien pudo salir de la más fina trama de novela de horror. Situaciones inesperadas, el hastío de la fría localidad perdida de Minnesota (que funciona como perfecta metáfora de la gélida subsistencia del personaje principal), desencuentros y declaraciones de finales abruptos, los llevan a necesitarse y a unirse en lo que será el arco narrativo más jugoso de la historia.

En definitiva, el punto de partida de la serie es el tímido y apabullado hombre de pueblo, que de pávido vecino corriente, pasa a sacar a la luz su costado más oscuro. Lester Nygaard es una de las tantas pruebas irrefutables de por qué Martin Freeman es uno de los actores más aclamados del momento (en esta ocasión, despojado sorpresivamente de su característico acento inglés). La dupla principal es más que prometedora, aunque en esta versión se tome cierta distancia del efectismo de su antecesora, además de hacer algunos pequeños cambios en la trama.

La protagonista de la película Fargo era Marge Gunderson, una policía embarazada, interpretada por Frances McDormand. En la serie, es la mujer del jefe de policía quien espera un hijo; y el verdadero rol femenino fuerte está en Molly Solverson (Allison Tolman), una mujer con un gran futuro dentro de las fuerzas policiales, con el talento evidente del que carece su infructuoso compañero, Bill Olson (Bob Odenkirk, a quien muchos recordarán aún por Breaking Bad).

La serie se ocupa de hacerse el tiempo necesario para profundizar más en la vida de los personajes y en su costado emotivo, a la vez que busca que el espectador recuerde el formato original. Si bien los roles y las características primordiales que recordábamos de cada uno están algo cambiados (o más bien, entremezclados), hay un valor agregado propio que merece la pena sólo por ofrecernos, por primera vez en mucho tiempo, un drama por el que vale la pena pasar horas frente a una pantalla.

Victoria Barberis

Es periodista de profesión y escritora de corazón. Es "seriéfila" y una aficionada a las sagas. Su pluma a veces es sarcástica, pero siempre divertida.