Cine

Robert Downey Jr., esa oscura y loca obsesión

Por Milly Sur Bianchiman

Nosotros somos las polillas y él es la llama. La ley de atracción con él, es unilateral. Seas hombre o mujer, OK, especialmente mujer, le toma nada para absorberte con sus profundos ojos y arrastrarte al cine tan solo para admirarlo.

Un alma rota que Hollywood corrompió. Un casanova que se creía imparable, hasta que el amor lo arroyó y lo salvó de su decadencia. Una mujer lo sanó y lo reconstruyó pedazo por pedazo. ¿Quién dice que en Hollywood todo es superficial? Él tuvo que tocar fondo, antes de mejorar. Él, quien probó las drogas por primera vez de la mano de su propio padre, Robert Downey, pensó que su vida no duraría mucho luego de sucumbir su mundo por completo en su adicción y alcoholismo.

Es como tener una escopeta en la boca y el dedo en el gatillo y me gusta el sabor del metal” le dijo Robert Jr. a un juez en 1999.

El talento estaba ahí, para ser descubierto y alabado, una y otra vez; pero no le era suficiente. Con una nominación al Oscar a cuesta por su trabajo en Charles Chaplin que, irónicamente, representaba el lado más lúgubre y solitario que tiene la vida de un actor, no alcanzaba para que Hollywood confiara en el errático Robert. A la industria le tomó casi diez años para volver a confiarle un papel de relevancia (Ally McBeal), y aún después de tanto tiempo, él no estaba dispuesto a cambiar sus hábitos. ¿No tuvo ya suficientes oportunidades?… No. La oportunidad del amor no había tocado a su puerta hasta el 2003, cuando filmando Gothika (En compañía del miedo con Halle Berry) conoció a su actual esposa, quien le exigió que extirpara todos sus demonios si la quería.

La vida había cobrado sentido. Entre Besos y Tiros, un Detective Cantante, un Buenas Noches y Buena Suerte, Sus (Tus) Santos y Sus (Tus) Demonios y algún que otro asesino del Zodíaco, la vida de Robert se volvía a encarrilar, cuesta arriba y sin freno.

Estaba por llegar a la cima. 2008.

Una vez dijo que le gustaba el sabor a metal… Otra vez, la ironía de la vida… Iron Man: un “villano” convertido en héroe, las adicciones con/del trabajo se convierten en su pesadilla, su karma, y debe pagar un precio por ello. El caradurismo, la soberbia y la desfachatez sirven de escudo protector, de traje antigolpes. Las vueltas de la vida y una vez más, la ironía. Ambos, Tony Stark y Robert Downey Jr., renacían. Ambos se convertían en mejores personas, teniendo el mundo a sus pies. Esa extraña simbiosis entre el personaje y el actor, quienes comparten una historia de vida muy similar, borra los límites entre uno y el otro.

“Sometimes I sing ‘Somebody that I used to know’ to myself as I go through my phone’s contact list”

Robert Downey Jr. había encontrado un traje hecho a su medida, aparte del de Iron Man. Un personaje que le permitía simplemente ser él en su máximo esplendor. Por eso no existen los limites: Tony Stark es Robert y Robert es Tony. Sus bocas vivaces y sin filtros nos vuelve locos. ¿Cómo lo hacen? Queremos su confianza. El problema es que ellos, Tony y Robert, se sienten supremos. No hay mucha mentira en eso. Nos tienen comiendo de la palma de su mano y no nos molesta. Nuestros sentimientos son una fusión de envidia y admiración. Queremos esa liviandad, encanto y autoconfianza con la que se mueven. Queremos ser descarados e impertinentes sin culpabilidad, sin remordimientos.

“Smile, listen and agree, then do whatever the fuck you wanted to do anyway…”

Y después, ¿qué sigue? Antes de querer drogarnos con opio, solamente (?) para descubrir lo que está más allá de nuestra vista, al mejor estilo de Sherlock Holmes, algunos lo admiramos por su proeza de, interpretar a un blanco que quiere ser negro (Tropic Thunder). Robert maquillado de negro y con su mejor sonrisa puede decir que ha sido nominado al Oscar, por una película de comedia (¡!) que se burla de la propia industria cinematográfica y de sus clichés. Otra vez, la ironía de la vida le sonríe.

“I don’t need an Iron Man suit. I’m already a weapon of mass seduction”

Robert Downey Jr. nació, creció, nunca maduró, toco fondo y volvió a nacer, y al igual que Tony Stark, en el medio, se convirtió en una mejor persona, que a su modo valoró y aprendió de lo que la vida le dio y se ríe de ello, con mucha audacia e inteligencia. Claramente, él es como el buen vino, que mejora año tras año, mientras se convierte en, un idilio, un amor utópico y una loca obsesión para nosotros.

Ohhh boy, we can’t stop loving him…

Milly Sur Bianchiman

Cinéfila. Cómic fan. Amante y defensora del hábito de leer y los animales. Detallista a ultranza. Apasionada de los recovecos del séptimo arte.