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Scream Queens, eso que tienen las chicas malas

Por Victoria Barberis

En un momento fue Glee, una comedia musical que transcurría en los agitados pasillos de la secundaria McKinley en Ohio y que en líneas generales nos mostraba los entreveros de los adolescentes en su lucha por ser aceptados. Entre números musicales, la serie buscaba balancear la idea de popularidad, las animadoras, los jugadores de fútbol americano y el grupo de coro, tradicionalmente colmado de perdedores que intentaban sobrevivir al verdadero infierno que puede ser el período previo a la Universidad. Desafiando muchas veces los mandatos de la verosimilitud, Glee fue una propuesta bastante parecida a muchas cosas, pero a la vez, única en su propio género.

Después, vino American Horror Story, una historia completamente diferente pero que del mismo modo, tuvo fervientes fanáticos y grandes detractores. Esta serie de terror, presentada en un formato de antología, nos relataba los cuentos más escabrosos en los escenarios más horripilantes que se nos puedan ocurrir (de allí los nombres de cada temporada, Murder House, Asylum, Coven o Freak Show). Y mucho antes de todo esto, claro, todos recordarán a Nip/Tuck una de las ficciones más polémicas y alborotadoras de los sectores conservadores por sus fuertes temáticas en relación al sexo, las adicciones, la homosexualidad, la pedofilia o el aborto.

Y luego llega otra creación de Ryan Murphy en colaboración con Brad Falchuk: la tan esperada y singular Scream Queens. Se trata de una propuesta orientada hacia el subgénero de comedia de terror, una idea tan arriesgada como intrigante. Y tiene muchos puntos en común con todas sus predecesoras, especialmente en aquello que salta a la luz en cada una de las ideas de estos creadores, eso que hace que pensemos que es una serie bizarra, imposible desde casi todos los aspectos, violenta sin sentido y hasta tonta. Pero no podemos dejar de mirarla, de intrigarnos, de ver con qué otra cosa ridículamente extraña nos vamos a encontrar.

Scream Queens también está pensada como una antología y en su primera temporada conoceremos a las Chanels, un grupo de jóvenes bellas y populares a la cabeza de la fraternidad Kappa Kappa Tau de la Universidad de Wallace. La líder del grupo es Chanel Oberlin (Emma Roberts) aquel tipo de chica del que suele decirse que todas quieren ser como ella y todos quieren estar con ella. Chanel es una de esas rubias malvadas que hará un infierno de la vida de aquel que se interponga en su camino, o que simplemente será odiosa por diversión. Su séquito se compone de las otras Chanels, encarnadas por Abigail Breslin, Ariana Grande y Billie Lourd.

Estas chiquillas malas y fashionistas (que un poco nos recuerdan a la tropa que seguía a Regina George en Mean Girls), son deseadas y a la vez odiadas por todos, y como es de suponer, manejan su entorno a su antojo. Pero gracias a sus modos y sus detestables personalidades, se han ganado la enemistad de la Decana de la Universidad (una genial Jamie Lee Curtis), quien las obliga a aceptar sin peros a cualquier alumna que quiera entrar a la fraternidad. Así se suman a este elenco Grace (Skyler Samuels) quien rápidamente se devela como una rival de Chanel, Hester (Lea Michele), una chica simplona con un visible problema de escoliosis, y Zayday (Keke Palmer), una joven genio.

Gracias a una broma de iniciación que sale terriblemente mal, las novatas son obligadas a guardar el secreto de Chanel, mientras Grace enfurece y rápidamente traba amistad (y algo más) con un aspirante a reportero de la Universidad que busca desenmascarar a la malvada fraternidad y a sus cabecillas. Pero el verdadero problema aparece cuando entra en escena un misterioso asesino en serie conocido como Red Devil, y pronto descubriremos que todos estos terribles eventos del presente tienen que ver con un asesinato que ocurrió en el pasado y que dejó una huella imborrable en el campus. Allí se empieza a mezclar la trama teen con esos ribetes de terror tan característicos de estos creadores, que saben muy bien rayar en ése horror que casi resulta cómico o incómodo.

De algún modo, la serie se mezcla con aquellas que le precedieron y nos ofrece un poco de todo lo que ya hemos probado, pero con condimentos diferentes. Tenemos ése elemento bizarro que la hace tan cautivadoramente estética, el conflictivo mundo adolescente/joven -con algunas exageraciones como buenas licencias del guion-, el vestuario dominante y hasta unos cuantos nombres importantes de la industria (además del reparto principal, tenemos apariciones de Nick Jonas, Chad Michael Murray, Oliver Hudson o Charisma Carpenter).

Y claro, encontraremos el elemento que aglutina todas las producciones de esta factoría: la idea de igualdad. Sus creaciones apuntan al reconocimiento del otro, a la no discriminación y a que todos, aunque seamos unos completos freaks, somos únicos. La inclusión es casi un tema de fondo, que de algún modo se abordó con Nip/Tuck y que aparecía constantemente en Glee. Está presente la idea de aceptación, de inclusión sin reparar en cuestiones de sexualidad, raza, clase social o género.

Pero el principal problema es que esta propuesta arrastra y acentúa algunos vicios que traía Glee: el mensaje se pierde en lo efímero del guion y en superficialidades que hacen que toda cuestión profunda de fondo parezca banal. Al final de cuentas, se trata de una producción que se va perdiendo en su afán de comedia o de mostrar desde lo estético, y deja de lado todo lo bueno que tiene para ofrecer si no se abocara tanto a captar una audiencia masiva (y nos damos cuenta de esto apenas damos una mirada a tan variado elenco con celebridades invitadas).

Es una serie curiosa, ambiciosa y por qué no, divertida. Pero no mucho más. Y claro que terminaremos viéndola (porque una vez que entramos, no podemos parar, aunque sea para reírnos), del mismo modo que terminamos viendo Glee y no sabemos por qué. Solo esperemos que no pretenda ser algo que no es.

 

Victoria Barberis

Es periodista de profesión y escritora de corazón. Es "seriéfila" y una aficionada a las sagas. Su pluma a veces es sarcástica, pero siempre divertida.