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En 1895 el escritor H.G. Wells publicó su novela La máquina del tiempo inaugurando así el discurso de la ciencia ficción sobre los viajes temporales. La novela tuvo cinco adaptaciones cinematográficas y televisivas. Al inventar el género, la novela de Wells estableció que este tipo de relatos, para ser verosímiles, debían ajustarse a un conjunto de reglas, leyes y procedimientos que no debían ser vulnerados por el guionista, que en el caso de Wells consistía en plantear que se viajaba en el tiempo y no en el espacio, de modo que esa fue su única restricción.
Por eso la máquina de Wells siempre está en el mismo lugar mientras el protagonista viaja en el tiempo y lo interesante es como ese espacio va cambiando, reconfigurándose, desapareciendo y volviendo a aparecer en la medida en que se avanza o retrocede en el tiempo. Un principio similar utilizó J. J. Benítez en la novela Caballo de Troya y como corresponde se hace una larga explicación acerca de las facilidades y los problemas que tiene viajar en el tiempo y no en el espacio.
Pero a lo largo de las décadas, un poco para producir variantes narrativas y otro poco debido al avance de la especulación científica sobre el tema, las reglas se fueron volviendo cada vez más complejas. Por ejemplo, viajar en el tiempo y en el espacio, viajar en el tiempo y entre dimensiones, viajar en el tiempo y universos o líneas de tiempos alternos. Es que había que hacer algo para subsanar el gran problema o clásico problema de los viajes al pasado: cómo resolver la paradoja del viajero que mata a su abuelo. Inventar otras dimensiones u otras líneas de tiempo alternativas (como en la serie Terra Nova, por dar solo un ejemplo reciente) elimina las paradojas pero, desde luego abre otros interrogantes, nuevos obstáculos, nuevas teorías. En Interstellar se toma la decisión de prohibir el viaje en el tiempo hacia el pasado pero eso no evita que surjan paradojas entre el viajero temporal del futuro que envía un mensaje al pasado. En fin, por todas estas cosas es que nos gustan tanto los relatos sobre viajes temporales.
Además, los viajes en el tiempo se incorporaron a otro tipo de relatos como en el caso de la serie Lost o en las series sobre viajes espaciales o invasiones extraterrestres o del género fantástico en cualquiera de sus variantes. De modo que a más de un siglo del invento de Wells el mundo ficcional de los viajes temporales se ha vuelto muy complejo y en muchos casos la falta de apego a las reglas o su ausencia han logrado que en general el espectador sea reacio a este género.
Desde luego hay clásicos, obras maestras, como la película 12 Monos (Terry Gilliam, 1995) con las inolvidables actuaciones de Bruce Willis como el viajero del tiempo James Cole que viaja al pasado a buscar la cura para una epidemia apocalíptica que ha diezmado a la humanidad, y Madeleine Stowe como la doctora Kathryn Railly que será su punto de anclaje o como decía el personaje de Desmond en Lost, la constante temporal. Otro clásico imposible de olvidar, en este caso en la televisión, fue la serie El túnel del tiempo (Irwin Allen, 1966-1967) con sus viajeros temporales Tony y Phillips que todo amante del género recordará. Y desde luego, el genial relato de Ray Bradbury, El ruido de un trueno, que inaugura el famoso efecto mariposa tan usado en el cine, la televisión y la novela. Aclaro que no estoy haciendo un inventario riguroso, sería imposible, sino señalando algunos casos que me resultan paradigmáticos.
En estos casos había reglas muy rígidas pero totalmente diferentes entre sí. Ya dije que lo que importa son las reglas pero no qué tipo de reglas para hacer verosímil el género y para que el guionista (los relatos de viajes en el tiempo son básicamente el argumento y cómo se sortean las paradojas temporales) pueda lucirse (o no) tratando de resolver los problemas que él mismo plantea con las restricciones que él mismo se puso al inventar la historia que va a narrar.
Pero vayamos al estreno de la serie de televisión 12 Monkeys cuyo episodio piloto puso en el aire SyFy el viernes 16 de enero de 2015. Tamaño desafío se pusieron los guionistas y creadores de la serie, Travis Fickett (Terra Nova), Terry Matalas (Terra Nova, Star Trek Enterprise, Star Trek Voyager) y Rebecca Kirsch (Dominion) al reimaginar una película tan clásica y de culto. Pero tienen unos antecedentes impresionantes en la temática ya que Terra Nova fue una excelente propuesta del género y sin duda tanto en Enterprise con la inolvidable guerra fría temporal y en Voyager (desde la primera temporada hasta el episodio final de la serie). Por otra parte, aunque no parezca espectacular, ha convocado a un conjunto de actores y actrices que todos los fans de series de televisión (de ficción y no-ficción) tenemos muy presentes. El nuevo James Cole (Aaron Stanford) y la nueva doctora Railly (Amanda Schull) lo hacen realmente muy bien, sin desenfado, sin sentirse mirados por encima del hombro por Bruce Willis o Madeleine Stowe, desenvueltos, componiendo sus propios personajes.
A mí me gustó mucho el episodio piloto, lo considero un gran ejemplo sobre cómo reimaginar un clásico, hacerlo con respeto pero, a la vez, con el desenfado necesario como para justificar su existencia. La cuestión consiste en saber qué va a hacer SyFy en los episodios siguientes porque ya estamos acostumbrados a muy buenos pilotos producidos por esta cadena de televisión que después se convierten en mamarrachos bizarros, absolutamente incomprensibles y no solo inverosímiles sino, incluso, de mal gusto. Es que el episodio piloto de 12 Monkeys reinterpreta, reimagina y reformula la historia que conocíamos por la película y funda su propio concepto, es decir, cambia las reglas y principios del relato original, todo eso en el primer episodio. La cuestión es que van a hacer los guionistas con esas nuevas reglas y principios para viajeros en el tiempo y si las van a respetar o no en los próximos episodios. Si las respetan creo que estamos ante una gran serie, sino pasará al olvido rápidamente. El tiempo, vaya paradoja hablando de viajes temporales, dirá. O no.