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La selva, el rio y su aridez, proporcionan el marco perfecto para los western criollos: la desconstrucción del pistolero devenido en delincuente, o en intruso que acecha una región, el peso de la ley y la disputa entre pistoleros. Los relatos se modernizaron, y los códigos del género se trasladaron a otros mundos y formaron híbridos interesantes. Me había pasado con la película alemana Western de Valeska Grisebach o la belga Gutland de Govidna Van Maele. Con La creciente, película en competencia Argentina, codirigida por Franco Gonzalez y Damián Santander, pasa lo mismo: Un joven (Cristian Salguero), aparece como un náufrago en alguna isla del rio Paraná, no tiene identidad, es “el pibe” que vino de alguna parte. El delta como escenario y la cámara bien puesta de los directores, nos envuelven desde esa primera escena y nos proponen un enigma. Empapado y muerto de hambre, el joven busca refugio en la casilla de un isleño que es “el patrón” de todos (Christian Burgos).
Matías, ese joven silencioso, osco y ermitaño, comienza a ganar la confianza del jefe y enamora a su hija (Increíble Mercedes Burgos), pero es amor, será una cruz para el joven quien comenzara a transitar el devenir de la tragedia y en el medio del amor y el deseo, está la creciente del rio que comienza a atacar como un enemigo silencioso.
Los directores, filman una película imponente, en donde la metáfora del monstruo (la inundación) que acecha mete miedo como la luz mala. La película es un tiro en la cien, es un western rioplatense. La sordidez del relato, la crudeza de ciertas escenas, los planos generales (pinturas del litoral) realzan una película que cinematográficamente es perfecta. El hombre como animal, y las reglas de supervivencia en un interior aislado y tenebroso. La mejor película de la competencia argentina.