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August: Osage County, miserias de una familia disfuncional

Por Josefina Chalde

Life is very long” dice Beverly Weston citando a T.S. Eliot, antes de contarle a su nueva empleada, Johnna, los problemas que sufre su mujer Violet: el cáncer, los tratamientos, su adicción a las pastillas. Vemos en Bev (Sam Shepard) a un hombre que ya no da más, un hombre cansado, cansado de los problemas, de su mujer, de la vida. “Life is very long” parece ser la frase más acertada para un personaje, que, como sabremos con el correr de los minutos, desaparece de su casa…[SPOILER] y se suicida.

Ese es el marco en el que se desarrolla August: Osage County, este film basado en la exitosa obra teatral de Tracy Letts, quien tomó las riendas de la transposición bajo la dirección de John Wells. En el caluroso condado de Osage, estado de Oklahoma, los Weston vuelven a reunirse bajo terribles circunstancias y así comienza lo que durante dos horas será una verdadera batalla campal.

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August Osage County se basa principalmente en el diálogo. Y como buena obra de teatro, su fuerte está en los actores, porque si las performances no son buenas…la película se desinfla en un abrir y cerrar de ojos. Es por eso que para esta adaptación se necesitaba lo mejor de lo mejor. ¿Y qué consiguieron? Lo mejor de lo mejor.

La grandiosa, talentosa, maravillosa (y podría seguir con los adjetivos por horas) Meryl Streep se pone en la piel de la insoportable y odiosa Violet Weston, quien tras la desaparición de su marido, queda “a cargo” de la familia. Claro que luego nos daremos cuenta que Violet no se puede hacer cargo ni de ella misma, y que detrás de esa mujer fría, antipática y manipuladora, hay un alma en pena, solitaria, enferma, perdida.

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Julia Roberts (Barb), Juliette Lewis (Karen) y Julianne Nicholson (Ivy) son las tres hermanas que llegan para “contener” a su madre tras días bastante particulares y horribles para todos. Es sin dudas Julia Roberts la que se roba todas y cada una de las escenas en las que participa. Como la hija mimada, la favorita de su padre, Barbara es quien más presión tiene cuando llega a Osage, con Bill (su marido, el gran Ewan McGregor) y Jean, su hija (a cargo de Abigail Breslin).

No hay una buena relación entre las hijas y su madre, al menos no con Barbara y Karen. Es Ivy la que, por vivir cerca de ella, ha estado más pendiente en los últimos años y ese es un tema que está latente todo el tiempo: el pase de factura, “yo me hice cargo cuando vos…” constante.

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A medida que el film nos va presentando a cada uno de los personajes, vamos descubriendo que los Weston no son una familia muy normal que digamos. Todos llegan con reproches bajo el brazo, con secretos bien (o no tan bien) guardados, con varios trapitos que ventilar. En fin, mientras avanza la historia, nos metemos en la intimidad de una familia cuyas miserias salen a relucir sin esfuerzo.

Una cena de funeral es quizá el escenario más adecuado y la excusa perfecta para que todo explote. Y explota, de una manera hilarante, vergonzosa y dramática a la vez. Con Violet como el personaje central a través del cual se disparan la mayor parte de las peleas, el film se mueve entre el drama y el humor más picante. Es probable que todos se identifiquen con alguien, o quizá vean en su familia un reflejo (aunque sea pequeño) de lo que ven en pantalla. Odio, hipocresía, amor, vanidad, mentira, lástima, rencor, cinismo, son algunos de los conceptos que salen a la superficie con cada intercambio de palabras.

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Escenas hilarantes, como la oración en la mesa a cargo de Charlie, el personaje de Chris Cooper; momentos tiernos, como cuando el adorable Little Charles (Benedict Cumberbatch) se sienta al piano para cantar una dulce canción; y momentos realmente terribles, como la anécdota de la infancia que Violet le cuenta a sus tres hijas. Entre esos estados se mueve el film, llevándonos de la risa, al llanto, de la ternura al desagrado.

La fotografía de Adriano Goldman nos sumerge en una atmósfera de opresión, en un condado casi desierto, donde no corre una gota de aire, donde el calor es agobiante, donde no hay respiro para ninguno de los personajes. La música de Gustavo Santaolalla y Adam Taylor es también un elemento a destacar del film, sobre todo en los momentos realmente “bajones” del film, ya que les da un alto grado de emotividad.

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Con una trama que no tiene grandes sorpresas ni giros inesperados, excepto por alguno que otro hacia el final, lo que realmente se destaca en este trabajo son las fantásticas actuaciones del elenco y los diálogos punsantes, filosos, certeros que permiten mostrarnos lo mejor de cada actor. No es una gran historia porque no hay un gran conflicto central. Es nada más y nada menos que el drama de una familia disfuncional cuyas peores miserias quedan al desnudo en un contexto poco alentador.

Josefina Chalde

Estudiante de Cine. Amante de la música internacional. Un buen libro, un buen disco y una buena película es todo lo que necesita. Londres es su lugar en el mundo.