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Toda la experiencia e inventiva en videos musicales y publicidad de Makoto Nagahisa aparece en su debut cinematográfico. Cuatro adolescentes se encuentran en un crematorio ante la desaparición de sus padres y deciden formar una banda. El prólogo a cargo de Hikaro, el narrador del film, relata las 72 horas previas a la muerte de sus padres en un accidente vial en medio de un tour. Los quince minutos iniciales se destacan por un humor negro que comienza a marcar el tono irreverente del resto de las acciones.
Lo que en otras manos se hubiese convertido en un drama emotivo, Nagahisa lo traduce en un recorrido mordaz desenfrenado. La profusión de diálogos y voces en off, el montaje vertiginoso, la recurrencia de los colores fuertes, el uso del neón como en algunas películas de Gaspar Noé dan la impronta de un video clip. La estética del video juego se impone en este collage, un patchwork de imágenes en quinta velocidad como si se tratase de un film de The Beatles dirigido por Richard Lester pero acelerado. El diseño de producción elegido da cabida a distintos tamaños de pantalla, el split screen y las tomas en ángulos variados.
La muerte está presente en el inicio con el funeral de los padres, más tarde con la referencia fotográfica de ciudades japonesas destruidas con bombas atómicas, luego con el suicidio del conductor del micro turístico y en el último segmento cuando el color da paso al blanco y negro.
Sin embargo, el tema no parece afectar a los protagonistas que no expresan ningún sentimiento y se comportan como zombies. En varios pasajes suena la melodía Un bel di vedremo de Madame Butterfly de Puccini, una pieza de textura homofónica que representa un canto a la esperanza y al amor, una disonancia irónica más del director. Al ser demasiado extenso We are Little Zombies puede llegar a saturar con el bombardeo visual, no obstante es una propuesta valedera, diferente, para un público específico.