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Terminó el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, y acá estamos vivitos y coleando, luego de pasar largas horas encerrados en la sala de cine. Ganó la española Niñato y La vendedora de Fósforos de Alejo Moguillansky. Aquí nuestra despedida. ¡Adiós BAFICI, hasta el año que viene!
Fin de Fiesta. Ya se terminó el BAFICI y lo cerramos con Kiling Ground, una película salvaje, sobre dos amigos que meten miedo a una parejita australiana. Nos gustó el estilo disparatado de mostrar el horror. Y en contra de todos los pronósticos, acá va nuestra crítica a favor. Pero como todo fin de fiesta -bien a champagne y pizza- lo terminanos reseñando una película que nos hizo gritar el gol a último minuto. Pensábamos que nada nos iba a sorprender, pero llegaron Frida y Anna las dos niñas que la rompen en Verano 1993.
Terror Hilarante. Si hay películas de terror que tengan cacería, ahí estamos anotados. Una de las últimas películas en competencia oficial que pudimos ver fue Killing Ground, del australiano Demian Power en donde una pareja enamoradísima -el amor se muestra demasiado naif- decide acampar en el medio de las montañas. La soledad del terreno –siempre un buen bosque mete miedo- y la descontracturada relación entre los protagonistas, plantean las bases de una película de terror slasher –La masacre de Texas, Halloween, La casa de cera, etc- con todo los vicios del género.
Los protagonistas son confiados, los “malos” -que son malísimos- son hermanos y trastornadísimos y en el combo, hay un juego en el tiempo interesante: Ian y Jess (la pareja) no están solos en esta cacería, sino que en el medio hay una familia con un bebé -protagonista absoluto de la película- que también decidieron acampar en ese bosque, pero unos días antes. Power desconcierta en la trama y desdobla el tiempo generando incertidumbre, pero hace un trabajo interesante: nos muestra dos historias, signadas por el espanto de estos dos psicópatas que violan y matan descarnadamente.
Ese manejo en el espacio no es explicado -mérito del director- sino que el espectador es quien tiene que averiguar qué es lo que está ocurriendo. La sordidez de la atmósfera y las escenas de persecución le imponen suspenso a esta película que se centra en la curiosidad: ¿La comicidad estará puesta a propósito?, ¿La ironía será parte del relato?. Con un final lejos del “happing ending”, Killing Ground es una película con un ritmo intenso, una propuesta diferente al tono moderado de las demás películas en competencia.
Frida y Anna. Y llegamos a nuestra última película, la frutilla de la torta, nuestra preferida -junto con Wind- del BAFICI, Verano 1993. Frida (Laia Artigas) es una niña que ha perdido a sus padres y que se va a vivir con una familia adoptiva al medio del campo, allí intentará buscar interrogantes acerca de la muerte de sus padres. Con sus silencios y su cara de desolación -el trabajo de la pequeña es maravilloso- Frida pasa por todos los estados emocionales, la angustia de la pérdida -la niña no puede llorar- y la vida en convivencia con su nueva familia, la hace transitar por varias historias dentro del relato. Su hermana adoptiva, Anna (Paula Robles), de tan sólo tres años, se convertirá en su principal compañía y juntas revolucionarán una película en donde todo funciona a la perfección. Las niñas actúan bien, se sienten cómodas con la cámara y ese pasaje, genera felicidad en el espectador.
La directora española Carla Simón pone todo su corazón -y eso se nota- a este relato autobiográfico, el clima del “verano” y el crecimiento de los personajes durante la película fortalecen una historia en donde uno se siente emocionado. Frida y Ana y los padres son geniales, los conflictos son reales y cada detalle minucioso en la construcción del relato, refuerzan una película en donde el tema principal es el amor de familia. Desde aquí esperamos que alguna distribuidora exhiba la película, Verano 1993 es hermosa y todo el mundo debería verla.
Con esto nos despedimos, pero la emoción cinéfila sigue y hay un Bonus Track de la mano de German Pérez.