The children of
the dead (Die
Kinder Der Toten) está lejos de ser una de esas películas que mezclan la
comedia con el terror, en este caso con los zombies. Filmada en Super
8, en las montañas de Austria y con actores no profesionales, se trata
de una propuesta que además de muda es también un musical. Para generar aún más
extrañeza está basada en un libro del mismo título escrito por Elfriede
Jelinek y publicado originalmente en 1995 pero cuyos directores no se
molestaron en leer.
Entonces sí, se trata de una película jugada en la que uno tiene que estar dispuesto a entrar en su juego y no molestarse por su aparente falta de presupuesto, ya que los directores lo suplantan con algunas increíbles ideas sobre todo con lo referente a los recursos cinematográficos.
La historia sigue a distintos personajes, algunos sobrevivieron a un accidente en medio de la ruta y otros no pero aun así vuelven a la vida. Ahí están aquella mujer que empieza a ser perseguida por su doble, el cazador que se lamenta por la muerte de sus dos hijos y la madre que extraña a una hija que cuando estaba viva la odiaba.
Lo interesante de todo esto es como sus directores Kelly Copper y Pavol Liska juegan con el material fílmico, sobre todo con el diseño de sonido el cual usan para convertirlo en un collage autoconsciente que incluye sutiles referencias al clásico Carnival of souls (1962, Herk Harvey). Por cada sonido que hacen los personajes, los directores se encargan de remarcarlo, causando en más de una ocasión una sonrisa.
No solo en el sonido se notan las referencias, el maquillaje una vez más retrotrae a la película de Herk Harvey, como también al cine de Jean Rollin y de George. A Romero, hasta sus directores le dan espacio al expresionismo alemán que se cuela en varias escenas.
A diferencia de otros exponentes no se trata de una simple película tonta de zombies. Sus directores dejan en claro que lo que buscan es contar como el nazismo aún persiste en el recuerdo de muchos austriacos, de hecho esos muertos vivos son la representación viva de esas ideas. En la que tal vez sea la escena más representativa de esto, los vivos ven y lloran por viejas filmaciones de sus seres queridos, lo cual tendrá consecuencias nefastas para todos ellos.
Sí es cierto que algunos simbolismos son inentendibles y hay varias situaciones cómicas que generar el efecto contrario. Es eso lo único que impide que The Children of the dead sea una película redonda, una propuesta arriesgada y valiente.
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