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Introducción «Navidad y Al Pacino»
Recuerdo la primera vez que ví Fuego Contra Fuego (Heat en su idioma original), era finales de los 90’s y plena temporada de fin de año, era chico pero podía presumir con películas de Stallone, Van Damme y Schwarzenegger –y unos cuantos más- pero nada me preparó para la que fui testigo en esa reunión de navidad. La mesa estaba lista, y yo -como siempre- estaba hablando y esperando la comida con mi primo Christian. Como era costumbre, el zapping de tv reinaba en ese momento y cuando la ocasión nos permitía, con mi primo aprovechábamos para adueñarnos del control y poner lo que en ese momento era ruidoso y divertido para molestar a la gente adulta.
Empezamos a cambiar de canal y no había nada lo suficientemente “molesto” para la ocasión, no obstante, encontramos la salvación: un hombre en traje – Al Pacino – vociferando a los cuatro vientos, insultando con estilo y demostrando que en esas cuatro paredes mandaba él. Y no se equivocaba, el gran Al no sólo dominaba la escena sino que por unos minutos dominó por completo la cena navideña… Todo ese momento era perfecto, lo suficiente ruidoso para que mi primo y yo disfrutáramos del caos que el teniente Vincent Hanna generaba. El gran Pacino, un completo “Rey del desastre” fue el encargado de introducir –además de insultos, clase y presencia – una etapa cinéfila que hasta el día de hoy está muy lejos de terminar.
Casi 20 años más tarde, me encuentro en el cine Gaumont a punto de ver una versión restaurada de la obra maestra de Michael Mann, con ese mismo Pacino. Estaba frente a mí película favorita.
22 años de Heat
22 años después de su estreno, una pregunta recurría en mi cabeza: ¿se puede mejorar un film de esta magnitud? Esta versión remasterizada supervisada por el propio Mann le da un lifting que deja al espectador con una sensación de victoria cinematográfica. No sólo se entonan los rostros, sino también el ambiente que rodea a los personajes; escenas particulares como el primer encuentro romántico entre Neil McCauley (Robert De Niro) y Eady (Amy Brenneman) reflejan paz y estilo, y es el primer indicio del film sobre una posibilidad de vida tras la pasión por robos y dinero. El “balcón de Eady” es el “punto de inflexión” de la película: más allá de la acción entre policías y ladrones, al finalizar el día, cuando cae la noche y la soledad cubre como una sombra a todo hombre, el lado humano por el deseo de contacto se hace presente.
En el film de Mann (como toda obra del director) lo más importante son las conexiones entre los personajes. Siempre fiel a su estilo, Mann juega continuamente con el destino manteniendo siempre un sentido de justicia y códigos sobre todas las cosas. En otras obras del director como Thief (1981), Collateral (2004), Public Enemies (2009) y BlackHat (2015) el “destino final” de los personajes principales se muestran en forma de eco en los primeros 30 minutos fílmicos, pero en el caso de Heat los riesgos caen directamente en el final; y justamente hasta el día de la fecha ese final es el más icónico de todas las obras del aclamado director: dos némesis unidos por la rivalidad se encargan de resolver su pleito como sólo ellos saben y viven, en un juego de sombras y a los tiros, acompañados del inmenso God moving over the face of the waters de Moby.
Dejando atrás al duelo Al Pacino vs. Robert De Niro, lo que más se recuerda del film es el robo multimillonario que trágicamente –no para el espectador– desencadena en un espectacular tiroteo sobre las calles de Los Ángeles. Primero y principal, hay que aclarar que esto marca un punto y aparte sobre cómo realizar una escena de acción. El realismo golpea la puerta y no vemos coches volando por los aires con cada bala expulsada ala Tansformers; Lo que vemos es un impacto a nivel visual y sonoro qué, hasta el día de la fecha, la adrenalina del encuentro de policías vs. ladrones en las calles de Los Ángeles se imita – sin esa eficiencia – en innumerables obras del cine. Si hay alguien que sabe filmar acción es Michael Mann, que con una mezcla de perfeccionismo elitista y estilo cautiva al público desde hace 50 años.
Entre la vida nocturna y el ambiente profesional de día, Heat trasmite vida tras la pantalla. No estamos ante una película que las acciones de un personaje detienen el tiempo sobre otros, el film va en constante movimiento y provoca un ritmo frenético y sin pausas. En una escena podemos estar viendo al personaje de Val Kilmer discutiendo con su esposa –una joven Ashley Judd– y en los minutos siguientes ver a Robert De Niro planeando su próximo robo, para concluir en una escena conjunta entre Kilmer –con efectos de la pelea– y De Niro hablando sobre las desventajas de mezclar relaciones con su línea de trabajo. Todo esto es mérito de un guión escrito por Mann que se encarga de trasmitir no sólo la vida, sino un mundo tras la historia.
La música de Elliot Goldenthal marca el ritmo de escenas y pensamientos de sus protagonistas, Moby, Brian Eno y u2 –como la banda Passengers– desencadenan sentimientos de soledad, acción y vida al límite a lo largo de los 170 minutos del film. Tal vez el plato fuerte es el “cover” de Moby de la canción de Joy Division New Dawn Fades que da como señal al pre encuentro de De Niro y Pacino, pero los verdaderos himnos del film son “Ultramarine” de Michael Brook, la contundente “Force Maker” de Brian Eno y el estallido de gloria final, la ya mencionada “God Moving Over the Face of the Waters” de Moby. Una gran banda sonora que recomiendo escuchar.
La maravilla audiovisual creada por Michael Mann después de 22 años de su estreno está mejor que nunca, esta versión remasterizada digitalmente y presentada en la salas de cine del Gaumont es una de las experiencias definitivas para todo fan del cine de acción y el trabajo de Michael Mann. Entre la excelente imagen y el gran sonido de la sala, pude sentir que la navidad llegó un poco más temprano este año.