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Paul Greengrass (Vuelo 93) debe ser uno de los directores más talentosos y agudos que nos dejó la década del 2000 cuando de acción y tensión se trata. Para conocer sobre su característico estilo tendríamos que ver la saga de Bourne, un ‘must see’ del género.
Capitán Phillips (Tom Hanks) es la adaptación del libro de Richard Phillips, «A Captain’s Duty: Somali Pirates, Navy SEALS, and Dangerous Days at Sea”, quien fue secuestrado en el 2009 por piratas somalíes. La historia es tan simple como eso, pero su concepción, y la interpretación de sus protagonistas, todo lo contrario.
Greengrass se ve tanto atraído por la acción como por la carga emocional cuando necesita contar historias. En su último film se da el gusto de trabajar metódicamente con ambas, demostrando una vez más que ninguna tiene que ser mutuamente excluyente. Para explotar la primera, hace uso de su magia con la cámara en mano constante y primeros planos arriba y dentro del barco, sin que consiga marear y enfermar al espectador. El director consigue igualar la tensión en el mar que Alfonso Cuarón logró en el espacio con Gravity, poniendo en veredas enfrentadas a sus recursos.
Para lograr lo segundo, la carga emocional, pone mucho peso en las interpretaciones, tanto de Tom Hanks como Phillips, como en la actuación de Barkhad Abdi (nominado al Oscar como Mejor Actor Secundario) como uno de los piratas, quien poseía ninguna experiencia o deseos de ser actor hasta que Greengrass le dio el papel. En la segunda mitad del film, la personalidad de ambos, atascados en un espacio muy reducido, resulta asfixiante, tanto como la tensión y timing que genera Greengrass. Son dos hombres con vidas en sus manos, luchando para conseguir mantenerse en una sola pieza.
La acción cinética de Greengrass, que siempre funciona como su sello, nos sacude adjuntamente con sus ideas y su estilo, sin exceso de violencia, para contarnos una historia tan real y actual, como complicada. No hay una necesidad de ahondar demasiado en lo político, pero sí de ser lo suficientemente profundo y paradójico como para mostrar la realidad y crear mínimamente una conciencia en el espectador que desconoce la realidad en Somalia y alrededores.
Cuando las paradojas se acaban, el film vuelve a centrarse en Phillips, el hombre en quién canalizábamos nuestra tensión y frustración. Tom Hanks puede que resulte algo monótono, pero no es hasta la escena final, cuando Hanks lo da todo, en que la construcción del suspenso de Greengrass tiene más sentido y podemos ver el cuadro completo.
En comparación con otros films y sus resultados, entendemos por qué la Academia no se apegó a Hanks haciendo de Tom Hanks, justificamos la nominación del desconocido Barkhad Abdi, pero el británico Paul Greengrass merecía algo de reconocimiento más allá de las nominaciones a Mejor Film. Es su timing y la concepción meticulosa del suspenso y acción lo que le ha dado una bocanada de aire fresco a ambos géneros, y lo que seguramente logre que a corto plazo reciba los más grandes reconocimientos por ello.