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En las imágenes que inauguran el primer capítulo, Córdoba se ve mil veces más linda. Las luces de alguna manera son más brillantes y casi cuesta dejar de pensar si en una de esas tomas fugaces aparecerá por casualidad alguno de nosotros, irreconocible, distante y ajeno a todo lo que se cocina dentro de esta historia. Córdoba se presenta en primera persona y no solo en sus calles, si no en los escenarios más típicos de la vida cotidiana. Aparecen, introduciéndose de a uno, los personajes de un relato que bien podría ser el de nuestra propia vida. Cara o Cruz es el nombre del proyecto que nació, como todas las grandes cosas, de una charla, de las ganas de hacer algo diferente y de trascender.
El mundo de las series (y dentro de ellas, de las web series) parece estar en su mejor momento sin pronóstico de detenerse. Pero poco le importan a Cara o Cruz los escenarios y los datos globales, si de todos modos, aquello que se hace con amor está destinado a nacer igual. Esta serie web cordobesa es una orgullosa pionera en esta tierra: no solo por ser una de las primeras y más esperadas producciones que logran ver la luz, sino que también es una adelantada en abordar una temática que desde hace décadas pide a gritos ser tratada sin estereotipos ni golpes bajos.
Aquí surgen las experiencias de varios jóvenes que atraviesan un punto de quiebre en sus vidas. Cada uno a su manera deberá tomar un rumbo, hacer una declaración, tirar la moneda y dejar que su destino se manifieste. Ésa moneda da vueltas en el aire, casi con un giro simbólico y cae de un lado o del otro, convirtiéndose así en el juez que sentencia la suerte de Delfina, Ramiro, Francisco, Andrés, Maxi y Gabriel. Los discursos de una sociedad conservadora, la necesidad de encontrar y definir la propia identidad y la conciencia del Otro son los elementos que, junto con las calles de Córdoba, le dan cuerpo y alma a esta serie.
Delfina Moreno Soler es joven y bella, amante de las compras y lleva seis años casada con un exitoso corredor inmobiliario. Tiene, en apariencia, una vida bastante sencilla y resuelta que se pone en crisis cuando logra ver que ése mandato no es para ella. Ramiro Zambrano y Francisco Vidal son probablemente las historias más profundas y más cautivadoras de esta propuesta. El primero de ellos se enfrentará a la dura tarea de abrirse consigo mismo y más difícil aún, con su familia; Francisco, por su parte, está trabajado como un personaje rígido y distante, enfocado en los preceptos de la religión, pero que en el fondo busca la liberación inconsciente de las estructuras que lo contienen.
La introducción de Andrés Rocamora inicia como lo hacen los mejores culebrones: abandona a su novia en el altar, para ir detrás de la persona que verdaderamente ama y es la prueba fehaciente de que las grandes decisiones a veces se toman en un segundo, porque pensar de más suele no llevar a ningún lado. Maximiliano Correa y Gabriel Vasco son pura seducción. Cada uno a su manera (y cada uno con sus motivos), tienen su apariencia como un gran punto a su favor y responden a una suerte de criterio de amor libre.
Desde diferentes ángulos, Cara o Cruz nos muestra momentos decisivos: la ruptura con lo establecido socialmente, el despertar de la elección sexual, el enfrentamiento con los prejuicios. Hay un distanciamiento de la personalidad que de alguna manera construimos en el seno de una familia y que la socialización ayuda a moldear, y el devenir en aquello que se quiere ser sin restricciones, lo que realmente se es en esencia. Si al final, todos somos eso: dos caras de una misma moneda.
Pocas producciones nacionales pueden reflejar de manera tan sincera y abierta la completud del concepto de identidad y el papel del Otro en el proceso de construcción de ésa identidad. Sin tabúes, pero con una simpleza tan bien trabajada que por fin parece que hay un discurso capaz de mostrar la homosexualidad sin cotillón y el amor desde las miles de esquinas que tiene. Ese no-estereotipo es algo que ya desde la gran televisión nos debemos hace rato.
El personaje gay siempre es retratado como un comediante aniñado, florido, preocupado por la moda y por algún que otro romance de una sola noche. No mucho más que eso, nada en profundidad. Entonces, ése personaje no tiene una carga emocional, no tiene nada detrás de una cortina rosa de simplismos. Ese personaje no es nadie, no tiene identidad. Quizás porque es más fácil abordar la homosexualidad desde el lugar común, porque para algunos será muy complejo pensar desde el otro lado.
Roma Films es la productora encargada de llevar este proyecto a la pantalla. Recientemente surgida en Córdoba, lleva la bandera del entretenimiento con mensaje y la idea de que es necesario contar nuevas historias y dejar atrás los relatos acartonados de tanta televisión de novela.
Y un día, una charla de call center se hizo realidad y apareció eso que de tanto en tanto nos pasa a todos: las ganas de poner en marcha el talento y de hacer algo con la mayor de las pasiones. Se concretó en esta serie que estuvo a punto de nacer como un corto, pero que tenía demasiado potencial para quedar en una sola entrega. De la mano de la excelente y apasionada dirección de Rodrigo Gaitán, se materializa esta historia que nos devuelve la fe en nuestro talento local y en la idea de que los sueños no pueden esperar guardados en un cajón.
Lo local tiene mucha fuerza en el contenido, no solo desde los diferentes sets que se han elegido para montar las grabaciones y desde el lenguaje puro y sin tonadas disfrazadas. La moda cordobesa también se hace presente, trabajando el vestuario y el look de los personajes con marcas y propuestas nacidas en la misma ciudad. La música, las expresiones características y el acento, elementos que no son casuales, que están ahí para recordarnos que esta historia es también nuestra.
La clave está siempre creer en lo que se hace. Es el único secreto para que una idea llegue lejos. A algunos les gusta vivir siendo estereotipos porque es más fácil durar en una predecible caja de cartón. Otros se animan a más y van en busca de una sola definición, la más personal, la que no generaliza, la que los hace únicos. Cara o Cruz es una historia de amor, para morir de amor. No solo desde lo que se cuenta en la ficción, sino que también su realización y puesta en marcha es una historia romántica en sí misma, de ésas que parece que siempre suceden a los de afuera.