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Intruders, porque al principio había muerte

Por Luis García Fanlo

En los últimos años la producción de series de televisión norteamericanas y británicas del género fantástico ha convertido a la muerte en uno de sus temas principales. A los clásicos vampiros se le sumaron los zombis (ambos tipos en múltiples y sofisticadas variantes, estilos y estéticas), más recientemente los muertos-que-resucitan y ahora los inmortales: Buffy, True Blood, The Walking Dead, In the Flesh, Zombieland, Helix, Resurrection, The Strain, Intruders; y por estrenarse Forever, The Returned y Z Nation por solo mencionar las más anunciadas y esperadas por la audiencia.

Desde luego que cuando hablamos del subgénero inmortales lo hacemos a sabiendas que tiene una larga trayectoria tanto en el cine como en las series de televisión, cuya etapa moderna fue inaugurada en ambos medios por ese clásico inolvidable que fue Highlander. Pero ahora las estéticas han cambiado y lo que predomina es el realismo fantástico al estilo X-Files hibridado con Lost como parece ser el caso de Intruders la serie que produce y emite BBC America para la audiencia norteamericana.

En su realización, esta serie tiene como particularidad que se trata de un producto británico que transcurre en Estados Unidos, donde sus protagonistas son actores británicos y canadienses entre los que se destacan John Simm, James Frain y Sonya Salomaa. Luego de la emisión de sus cuatro primeros episodios, se ha convirtió en la serie de mayor audiencia de BBC America, que intenta competir con producción propia en el feroz mercado norteamericano en forma autónoma de su cadena madre, la BBC. El argumento está basado en la novela The Intruders (2007) de Michael Marshall, la producción ejecutiva a cargo de Julie Gardner (Dr. Who, Torchwood) y Jane Tranter (vice presidenta ejecutiva de la BBC-Worldwide) y creada y guionada para televisión por Glen Morgan (X-Files, Millennium).

Intruders es una serie que sabe combinar todos los recursos, lugares, efectos, guiños, encuadres y modalidades de producción y reconocimiento que caracterizan al género fantástico en versión realista, es decir, que se esfuerza por brindar una explicación real a un hecho fantástico dejando al espectador un margen de duda acerca de si realmente estamos ante lo fantástico (lo incierto entre lo racional y lo irracional, la ficción y la no-ficción) o si se trata de algo que parece serlo pero no lo es.

Y esto lo logra recurriendo al viejo, clásico y siempre productivo tópico de la teoría de la conspiración, la secta o movimiento que opera en las sombras y manipula inadvertidamente la vida cotidiana de los humanos normales, y la desfragmentación del discurso y la narración que rompe la cadena de causa-efecto en los comportamientos de los protagonistas cuyas acciones simplemente se organizan de un modo extraño. Sumemos todo tipo de objetos que actúan como fetiches al estilo Lost como una tarjeta con el número 9, frases inquietantes que no significan nada pero que son repetidas una y otra vez como si fuera evidente su significado, personajes que caen en extraños trances en los que hablan en otros idiomas y claramente muestran estar poseídos o tener desdoblamientos de personalidad.

Adicionalmente la diégesis maneja muy bien el factor conocimiento/desconocimiento que tanto los protagonistas como los espectadores tenemos y vamos adquiriendo (sí, porque en la medida en que nos son revelados conocimientos éstos, a su vez, generan nuevas ignorancias) a lo largo de la trama que incluye precisos y austeros flashbacks. Están los protagonistas omniscientes (los que saben todo lo que pasa), los protagonistas que van accediendo al saber paso a paso y en forma diferente entre ellos pero que siempre saben menos que el espectador.

Lo que sí sabemos es que la muerte es el principio de la vida, que solo algunos mueren y que los que mueren es que no saben cómo hay que hacer para seguir viviendo; también sabemos que alguien está empecinado en asesinar a los ¿muertos que han regresado? (no se sabe bien cuál es su estauts biopolítico) y que hay un enfrentamiento entre los miembros de una secta, clan u organización que tiene el saber de la inmortalidad. Y que están los pobres mortales cuya esposa, hija o jefe no son quienes parecen ser o dicen ser o vaya a saber uno qué son.

Difícil de pronosticar que va a pasar con esta serie, si tendrá continuidad o será cancelada y, lo más importante, si vale la pena visionarla en términos de su calidad ética y estética tanto artística como en términos de discurso sobre lo social. Lo cierto es que la muerte se empeña en dejar de ser el final de la vida de personas y personajes y por lo menos, en las series de televisión, se las arregla para competir palmo a palmo con la vida para atrapar audiencias. Intruders con pronóstico reservado en cuanto a convocar grandes audiencias pero sin duda ya convertida en serie de culto para los fans del género.

Luis García Fanlo

Luis E. García Fanlo (Buenos Aires, 1957) Doctor en Ciencias Sociales y Sociólogo (UBA). Investigador del Área de Estudios Culturales (IIGG-UBA). Investigador del Centro de Investigaciones en Mediatizaciones (UNR).