Te recomendamos:
En la épica silenciosa llamada All is Lost, el protagonista es un completo desconocido a pesar de que está interpretado por Robert Redford. ¿Quién es y qué hace solo en medio del Océano índico? No lo sab(r)emos. Al director J.C. Chandor no le interesa y tampoco nos permite imaginarnos las razones de su solitario viaje en el mar. Cuando a Hitchcock le preguntaron de qué se trataba Psicosis decía «es la historia de una mujer en problemas«; por supuesto, era esto y mucho más. Ahora que ya vimos el mayor espectáculo al cual podíamos acceder -es decir, Gravedad-, ¿qué queda por esperar de este subgénero de aventuras? La respuesta podría estar en All is Lost, menos el relato de un náufrago que un film sobre la innata supervivencia del hombre.
Si antes mencionábamos que Chandor no nos permite imaginarnos el pasado del personaje es porque a los tres minutos un container ya chocó contra una de las paredes del barco, dejando un gran agujero por donde el agua entra salvaje, indiscriminada. A partir de este momento, la cadena de acciones de All is Lost se halla compuesta por movimientos mínimos pero estimulantes, pequeños pero humanos. Son, en definitiva, actos conscientes para sobrevivir: son los que alejan al protagonista de esa soledad y esa desesperación llamada muerte.
Este es un film más independiente que Gravedad, pero esto no lo hace menos elegante. Incluso, hay momentos en los que Chandor le gana el pequeño juego de «personajes a la deriva» a Cuarón, en especial cuando la película elude cualquier clase de mística y mensaje teológico. Al mismo tiempo, All is Lost nos hace conocer a su personaje a través de las acciones para llegar a una identificación inevitable (es, al fin y al cabo, un hombre que debe sobrevivir, ¿existe algo más humano que este deseo?) mientras que Gravedad siente que les debe a sus espectadores una explicación sobre quiénes son sus criaturas. Cuarón, insólitamente, no confía tanto en sus imágenes (que cualquier realizador quisiera dirigir, que cualquier productor quisiera producir, que cualquier actor quisiera protagonizar) como Chandor con su menos espacial película.
All is Lost, con sus mapas, brújulas, sextantes y algunas soluciones Sodimac, es un film de inesperada emoción. Ahí, en el silencio -sólo interrumpido por una fuerte tormenta o por una puteada al cielo- Redford nos habla con su cuerpo. Por eso Chandor exhibe sin caer en el miserabilismo las manos agotadas del protagonista, su frente lastimada, y sus labios secos: estos son los equivalentes a las trompadas, los disparos y las explosiones de un convencional film de acción.
Cuando una película atesora las palabras, el cuerpo de alguna manera las expulsa. Hay una escena que lo ejemplifica: el protagonista divisa una tormenta y decide prepararse; esconde los elementos que andan sueltos, cierra las ventanas y hace todo lo que cualquier inexperto (o sea, vos y yo) haría en esa situación. Luego se dirige hacia el baño y decide afeitarse. Este pequeño hecho, que para algunas personas le puede parecer absurdo, está ahí para explicarnos -con el delicado poder que tienen las imágenes- la negativa intuición del personaje frente a la tormenta. Cuando una película atesora las palabras, el cuerpo de alguna manera las expulsa.
All is Lost es un título bastante engañoso. Es cierto que todo -desde las palabras, pasando por los cuerpos físicos hasta la esperanza- parece estar perdido, pero en el momento más desolador algo lo niega. Como sucede con la película misma, que sin palabras y sin más de un sólo personaje en pantalla rescata de la necesidad por la supervivencia, de la pasión por vivir, la forma más espectacular de emocionar.