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| Por Victoria Hertel @victoriahertel
A esta altura muchos habrán leído el libro, visto la película, ambas cosas, o sino, al menos habrán oído hablar de de la historia de esta escritora que en plena crisis existencial emprende un viaje –interior y exterior- en búsqueda de su propio equilibrio.
Ahora bien, muchas cosas se pueden decir del argumento de esta historia autobiográfica novelada cuyo desenlace es por demás optimista.
Sin embargo, más allá de los likes o dislikes argumentales, se repite un gran fail que suele estar presente en los libros guionados para cine: entre el libro de Elizabeth Gilbert y la película –dirigida por Ryan Murphy– hay, a mi entender, intensas diferencias. Es más, si no hubiera leído previamente el escrito, difícilmente hubiera entendido de qué va la película…
A comparación del texto –rico en recursos estilísticos, ameno y hasta divertidamente descriptivo– que va llevando al lector a identificarse e incluso sentir que está en cada situación o lugar que se describe, la película pareciera casi casi una selección random de escenas fuera de contexto y que, en el fondo, no terminan ilustrando de manera pedagógica los procesos por los que transita la protagonista, requisito que sí cumple –y con creces- lo que se lee en el papel.
Dicho de otro modo, se nota que el libro fue escrito por alguien que sabía lo que hacía (valga la redundancia, escribir) y que el film… bueno, hermosa interpretación de Julia Roberts, siempre radiante pero sin llegar a ilustrar elproceso de la protagonista del escrito y su abatimiento e intensa angustia, algo que parece transitar en los comienzos de su odisea vivencial. No me convence.
Para cerrar: Comer, rezar, amar (o Eat, pray, love) resulta una lectura entretenida y que hasta puede dejar alguna que otra moraleja interesante, pero la riqueza argumental y narrativa no es plasmada ni al 10% en su versión fílmica, que podría explotar con creces las posibilidades audiovisuales de la pantalla. Libro: 1 – Película: 0