Un fresco de nostalgia
¿Qué veo?, ¿Por dónde arranco?, ¿Veo esta película o mejor voy a ver esta otra?, ¿Cómo serán los eventos especiales?, ¿Le hago caso a las atractivas reseña del tan preciado catálogo?, estas y otras tantas, son las preguntas obligadas que nos hacemos en la previa de los Festivales, claro, de Festivales presenciales. Y si hay un festival SOCIAL, ese es el de Mar del Plata, donde las señoras se agolpaban en las escalinatas del Audotorium, a garabatear el fixture y a escuchar el famoso radiopasillo sobre cuál era la película crack, esas que gusta a todos. Toda esa teluria, hermosa, se esfumó. A cambio, nos dieron un festival vía streaming, con una programación más ajustada, y con la adaptación del espectador en solitario. Y es inevitable no caer en la nostalgia, y extrañar esas corridas con surco de un cine a otro y las charlas interminables en alguna fonda marplatense con amigos. Pero hay que ACEPTAR, así que aquí estamos, frente al ordenador, haciendo lo mejor que se pueda, que es seguir experimentando texturas, sintiendo aromas, encandilándonos con colores y metiéndonos en historias que sólo un festival nos puede dar, aunque esta vez sea desde el sillón de casa.
El rompecabezas de Piñeiro
Cante prí en este Festival, y le di PLAY a Isabella, la nueva del director argentino Matias Piñeiro (Viola, La princesa de Francia, etc), necesitaba meterme en un túnel amniótico y sumergirme en el lodo shakesperiano de Isabella, una adaptación contemporánea del clásico “Medida por Medida”. Piñeiro toma el tormento de Isabella, una novicia que sufre porque su hermano es sentenciado a muerte, para finalmente resignarse a su partida. El director agarra esa idea de frustración e incertidumbre que trasmite la obra de Shakespeare y la traslada a una mujer de treinta picos, Mariel (brillante Maria Villar) que lidia con su carrera de actriz, los castings fallidos, los monólogos en repetición como loop, la falta de dinero y una maternidad sin elipsis.
Porque en Isabella hay que dejarse llevar por el rompecabezas que nos propone el director, y no importa si uno leyó o no Medida por Medida porque lo que vale es el sentimiento que surge en el devenir de las imágenes. Una primera gran secuencia, que denominaré “El ritual de las 12 piedras”, en donde una voz femenina, potente, relata el ritual en donde cada piedra significa una duda y tirarlas al mar significa la salvación. El aspecto lúdico ya se pone en juego en esa hermosa primera escena. Estamos encerradas en esos planos que son como cajas de zapatos, o proscenios o la vida misma y Mariel juega con el leitmotiv del color púrpura y va y viene por una historia de pulso fuerte, recitando sus prosas, y haciendo un dueto con la amante de su hermano. Definitivamente la película más extrema de Matias Piñeiro y para mi la mejor. Hace horas que la terminé de ver y todavía la pienso, y trato de unir piezas. Anticipo que será una de mis preferidas que se proyecten en el festival.
El duelo de la jovencita
Mi segunda película, también de Competencia Internacional, fue Sophie Jones de la directora estadounidense Jessie Barr. No me craneó tanto como Isabella de Matias Piñeiro, pero pasé un buen momento. La primera escena muestra a una adolescente, Sophie, frente a las cenizas de su madre, muerta un año atrás. La adolescente yace tirada, perpleja, con la bolsa en la mano y hasta pareciera que quiere comerse los restos, lo que sigue es una hora y media del retrato de un duelo, en donde la joven lidia con los avatares del amor, la indecisiones sobre el sexo y la falta de empatía por encajar con sus compañeros de colegio. La película está bien, aunque por momentos se siente un tanto artificial, los diálogos entre Sophie y su mejor amiga, se muestran perfectamente guionados, la directora no deja demasiado al azar y eso se nota. En cambio, en las escenas en donde la joven esta en la soledad de su auto o escuchando música indie tirada en el parque de la escuela, o en la relación con su hermana, en esas instantáneas familiares, ahí es en donde la película funciona. Una película tentempié, diría, esas que marchan bárbaro entre dos películas tanques o como la última opción de un día largo.