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Son variadas las razones y motivos que pueden llevar a cualquiera a ver una película como Drive. Por un lado, tenemos una interesante mezcla de elementos como homenaje a los coches de los ‘70, violencia extrema, romance “silencioso” a lo europeo, luces de neón, synth- pop ochentoso, slow motion, y gangsters. Por otro lado, actúa Ryan Gosling (ver El chico dorado de Hollywood) que no deja a nadie indiferente.
Así, bajo estas condiciones, Drive pone primera arrancando con un mensaje que también nos lanza su director, el danés Nicolas Winding Ref, invitándonos a acompañarlo a un viaje en donde no sé sabe hacia dónde va, ni se pregunta por qué.
Basada en la novela homónima de James Sallis y adaptada al cine por Hossein Amini, Drive narra la historia acerca de los problemas que debe afrontar un conductor anónimo, calladito y de bajo perfil (Ryan Gosling) que alterna discretamente su trabajo de día como doble en películas y talentoso mecánico bajo el las órdenes de su jefe (Bryan Cranston), y de noche como «chófer» de delincuentes. El equilibrio de su vida en Los Ángeles se rompe al conocer a su vecina Irene (Carey Mulligan) y su pequeño hijo Benicio.
La atracción no tarda en aparecer; la necesidad de estar juntos hace que sea posible que comience un historia de amor que es totalmente descartada frente al regreso de Standard (Oscar Isaac), el marido de Irene que sale de la cárcel y, más que representar una escena de celos, involucra a nuestro protagonista en un robo que será el preludio de una violencia sin freno. Hay dificultades, algo sale mal y el conductor no tiene más remedio que enfrentarse en solitario a dos mafiosos: Nino (Ron Perlman) y Berni Rose (Albert Brooks).
Es una historia de antihéroes contra villanos en donde todos los personajes tienen algo que perder (y lo pierden) en una realidad que se muestra muy verosímil en tanto que es cruda, agridulce e imparable. El hecho de que la película tome su tiempo para desarrollar a los personajes no la hace menos interesante.
Cuando llegan las escenas de acción estamos totalmente hundidos en la trama. Lo esporádico de la violencia la hace mucho más impactante que si viéramos sangre desde el principio. Por supuesto, no estamos frente a una típica película “de tiros y persecuciones” dignas de Vin Diesel, por más que los tenga en impactantes dosis.
Es un film noir, dramático, de acción, romántico a su manera, como aquellos filmes que solían protagonizar Al Pacino, Robert De Niro o especialmente Steve McQueen hace casi cuatro décadas atrás, cuando un antihéroe se veía sumergido en un conflicto que en principio era ajeno y luego terminaba protagonizándolo, con enormes picos de tensión. La idea de “uno contra el mundo” y “el último trabajo” suenan a refrito de cientos de otros thrillers y películas de acción pero en esta oportunidad se reinventa de manera satisfactoria.
La puesta en escena, los encuadres, los ángulos, el manejo de la luz y la cámara son impecables. Nicolas Winding Refn impone su estilo con una estética y fotografía estilizada que siempre ayuda a la historia. Los silencios prolongados y el sonido ambiente maximizan la tensión y hacen que nos metamos de lleno en las situaciones de riesgo que viven los personajes. La fantástica banda sonora “retro-techno” minimalista de Cliff Martinez (ex batero de Red Hot Chilli Peppers) cumple un rol primordial y acompaña a la perfección para crear una atmósfera de modernidad y nostalgia que se complementa con otros artistas.
En Drive todo es un festival para los sentidos. Con aires de independiente y personal, gracias al toque especial del director, se utiliza acertadamente la cámara lenta para subrayar momentos, gestos y estados de ánimo de los personajes, en especial el de Gosling. Volviendo al rubio de ojos tristes, podemos decir que confirma cada vez más su estrellato. Consigue transmitir esa personalidad de chico duro y tierno que dan ganas de llevárselo a casa.
La química con Carey Mulligan (la niña mimada del cine de autor) funciona muy bien y es totalmente creíble, sobre todo porque Refn opta por transmitir a través de una lírica con secuencias de miradas tímidas y gestos sin palabras elocuentes.
Una de las escenas que los tiene como protagonistas y sirve como sello de la relación de ambos, es la del beso en el ascensor, donde la música, el montaje y la iluminación crean el especial clima para colocarlos al margen de todo, a pesar de que comparten el reducido espacio con alguien que un minuto después generará uno de los momentos más sangrientos del film.
Lo cierto es que Drive no deja de ser cine de entretenimiento, sin embargo, se esfuerza
en ser elegante y trascendente. Es una propuesta arriesgada. Conjuga en partes iguales escenas suaves con otras extremadamente violentas. Pasa del romanticismo silencioso a la violencia sin escalas, cuando menos te lo esperas.
Esto le da ritmo a la película y consigue emocionar, aunque no sea particularmente emocionante, y tensar a la vez. Pero lo más importante, consigue sorprender. ¿Hay violencia? Sí, la hay, pero no en exceso. Eso sí, la que hay es brutal, aunque no del todo explícita, porque no te obliga a apartar la vista de la pantalla. Sin dudas, es un espectáculo hipnótico, crudo y de una calidad excelente.