Te recomendamos:
XV ENCUENTRO DE CINE EUROPEO. El 24 de noviembre del 2012 un grupo de refugiados paquistaníes y afganos del centro de internamiento de Traiskirchen en la Baja Austria, iniciaron una marcha de protesta cuyo destino fue un acampe en el Sigmund-Freud-Park frente a la Iglesia Votiva. Cuando fuerzas policiales disolvieron el campamento, los manifestantes decidieron refugiarse en el templo mandado a construir en 1856 por el archiduque Maximiliano, que años más tarde se convertiría en emperador de Méjico. Allí estuvieron hasta el 3 de marzo del 2013, día en que fueron trasladados al convento de los Servitas de Viena, fruto de negociaciones con entidades religiosas, donde permanecieron hasta bien avanzado el otoño de aquel año. Hasta aquí un sucinto resumen de los hechos reflejados por la cámara de Hauzenberger.
El primer interrogante que asalta al espectador es por qué eligieron un santuario católico, el segundo en importancia de la capital austríaca, y no una mezquita para realizar sus reclamos ya que todos los ocupantes eran de origen musulmán. Uno de ellos mirando a cámara responde que la palabra “Dios” es igual en todos los cultos, aunque flota en el aire la sospecha del impacto mediático por la importancia del refugio elegido. El emplazamiento en el período de Adviento produce incomodidad, rechazo y gestos adustos del párroco y sus colaboradores. En un principio, solo reciben la aceptación de los representantes de Caritas, a los que más tarde se les sumarán médicos y autoridades del clero. La estancia en Votiva es una mezcla de drama y grotesco.
Se suceden los petitorios, los reclamos (algunos ridículos como la solicitud de peluqueros), las huelgas de hambre y de agua, una detención injustificada, las quejas por ser torturados con los sonidos del órgano que asemejan al terror, pretensiones de accionar en conjunto cuando lo lógico es que cada caso sea analizado en particular. Todos son letrados y ansían trabajar, de lo contrario solicitan permiso para buscar amparo en otro país, mientras rechazan de plano la extradición ya que sería retornar al infierno, a sufrir nuevos padecimientos, a la muerte anunciada por los talibanes. Las autoridades políticas son las más reticentes, las que esquivan toda negociación ante la proximidad de las elecciones y el peligro de propiciar un régimen abierto en materia de inmigración, si se tiene en cuenta los numerosos partidarios del cierre hermético de las fronteras.
Mediante el uso de la voz en off, los reportajes a cámara de los entrevistados, con la lente siempre presente incluso en momentos de suma tirantez, el film se detiene en particular en tres o cuatro casos detallando el destino final exitoso para esos pocos, y la incertidumbre de la mayoría reflejada en la escena final cuando marchan hacia la frontera húngara. Las frustraciones, los contactos con los seres queridos vía skype donde aparentan felicidad, las soluciones que no llegan y la sensación de haber perdido el tiempo, la superpoblación y el desborde actual del centro de Traiskirchen son las amargas conclusiones que deja el documental del director nacido en Alkoven. Un aporte más al gran dolor de cabeza actual europeo como lo son los expatriados, sin visos de solución. Valoración: Buena
