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Una de las cosas más incomodas que le puede pasar a la crítica musical es tener la oportunidad de revisar una nueva versión de los Pixies y que no estén los Pixies. Sí, parece una ironía, amarga y personal, que en el momento de hacer una afirmación respecto del regreso de los chicos de Boston, sólo digan: “llegaron demasiado tarde, se les pasó el tren”. Realmente no me siento de esa manera, por supuesto que no, pero me veo obligada a decir que a los recientes EP’s de la banda se les solicita identidad a gritos. A ninguno de los tracks se los puede distinguir como la música de los Pixies. Nada, de hecho. No se los puede distinguir en absoluto. La bajista Kim Deal está ausente, después de su controvertida partida, y Santiago, Lovering o incluso Black Francis, parecen haber aparecido tampoco.
Desde el momento en que comienza «Andro Queen», está dolorosamente claro: no hay Pixies en este Pixies. Aunque con «Indie Cindy» la cuestión pareciera dar un pequeño giro inesperado aunque con poca fuerza. No hay sube y baja entre la alegría y lo opuesto a ella. Son temas planos, olvidables. No hay indicios de rebeldía.
No hay ese brillo en las guitarras o a las melodías vocales. Los acordes y la rima insoportable de «Another Toe in the Ocean» recuerdan al álbum verde de la era Weezer (perdón, a los fans), o Lit. La crisis turgente de «What Goes Boom» evoca a recuerdos incómodos de Papa Roach haciendo «Gouge Away». Definitivamente, el sonido de EP1 no está escrito a favor del legado Pixies. Fue hecho en detrimento a la calidad en la composición de sus canciones. Para cualquier persona, incluso con una inversión moderada en la música que los Pixies hicieron en la década de los ’80 – teniendo en cuenta hasta qué punto su influencia se extendió después de que Kurt Cobain les goteara el suministro de su potabilidad- el sonido totalmente anónimo de EP1 es impactante. Un puñado de canciones demasiado irregulares.
Es difícil no tomar el “fracaso” de EP1 de manera personal. Sí, con toda la seriedad que el tema lo requiere. Muy pronto, nadie se acordará mucho de este EP, o de que aún existe. Pero es una tragedia menor que haya sido puesto en libertad, y es casi suficiente para hacerme desear la reunión e incluso el mágico espectáculo que nunca sucedió. A ver, no es lo peor que se ha escuchado. Pero comprendo el revuelo al saber que esto nace de la «marca Pixies». Son canciones que no tienen lo que hizo grande al grupo y que, seamos sinceros, aburren un poco. Pero se puede asegurar que se ha oído cosas peores y esto tiene calidad (o por lo menos, suficiencia) en términos musicales. Si luego hablamos de aceptar esta mediocridad como parte del legado de estos muchachos, comprenderé ese reproche de la crítica musical en general.
Durante estos ya casi diez años en los que el grupo ha estado tocando, esquivando o dejando puertas abiertas a la grabación de un nuevo disco, no han sido pocas las voces de seguidores del cuarteto de Boston quienes pensaban que la calidad no sería la misma y que podrían estropear el legado de sus cuatro álbumes. Tenemos otra oportunidad para examinar la cuestión: EP2, lanzado hace pocas semanas atrás. Las cuatro nuevas canciones son menos grises que las cuatro anteriores en EP1, aunque sólo marginalmente. «Magdalena» y «Snakes» son los primeros dos momentos que despiertan la leve sospecha de que podrías estar escuchando Pixies, o al menos, música vagamente inspirada en Pixies. El coro en clave menor y la progresión de acordes en «Magdalena» es el momento más armónicamente rico de los temas.
Hay otros dos momentos, aunque totalmente diferentes a los primeros. En «Green and Blues» nos encontramos con un tema rock pero del tipo banal, delgada, sin muchas sorpresas y hasta carente de ideas interesantes. En «Blue Eyed Hexe», Black Francis pega un par de agudos como si fuese un mal imitador de Brian Johnson mientras suena un riff sin ingenio. Podría decirse que es peor, más torpe y doloroso que cualquier cosa en la EP1. Las canciones recogidas en estos dos EP’s muestran una visión poco creativa y se siguen alejando de marca registrada de los Pixies.
Black y los restantes miembros originales –Joey Santiago, David Lovering– parecen decididos, sobre todo, en la superación de su marca hacia adelante. Recientemente, despidieron a Kim Shattuck, la bajista contratada durante la notoria ausencia de Kim Deal, y luego contrataron a la argentina Paz Lenchantin, quien colaboró con A Perfect Circle y Billy Corgan. A todo esto, se están moviendo con refuerzos, con un cinismo casi refrescante y contundente: los Pixies son una franquicia, y las franquicias tienen que mantenerse en movimiento. Me parece justo. Pero sólo funciona si hay un poco de pasión evidente del material de origen, y es aquí donde estos EP’s fallan intencionalmente.