Cine

[ESPECIAL HALLOWEEN]: Películas que nos dejaron temblando

Por Vanesa Fognani

Colaboración John Lake, Santiago Gonzalez y Germán Perez

Estamos en Octubre de Terror y como todos los años nos pusimos la camiseta ensangrentada de emociones terroríficas y quisimos plasmar nuestros temores cinéfilos. Ese miedo fisológico, que te deja despierto por noches y no te deja dormir, ese sentimiento es el leitmotiv de esta celebración. Por eso el staff cine nos juntamos, en una proeza histórica, nos pusimos célebres y compartimos nuestras más profundas pesadillas ocurridas en una sala de cine, en un cuarto de habitación o en los sentimientos latentes dentro de nuestras cabezas. Welcome to de Jungle en nuestra tienditas de los horrores.

Un zombie en el trabajo por Santiago Gonzalez

A veces en una película en la que uno no espera nada puede encontrarse un momento tan intenso y perturbador que logra traspasar esa barrera que se usa para no asustarse y dormir en paz. Esto es lo que me paso con Megan is missing (2011) de Michael Goi. No llegué a ella de casualidad sino que descubrí su nombre luego de haber visto la perturbadora The Poughkeepsie tapes (2007) de John ErickDowdle, ese falso documental sobre los videos de un asesino serial de una localidad norteamericana. Esa película me llevó a la oscura realidad donde existe gente así de malvada y enferma. Para tranquilizarme busqué información de su director, críticas, notas, cualquier cosa que me sirviera para recordar que es sólo una película. Ahí me topé con Megan is missing que al parecer era del mismo estilo. Tendría que haberle hecho caso a la famosa frase “Imágenes sensibles para el espectador”.

Megan is missing es uno de esos relatos moralistas (en el peor sentido de la palabra) que retratan los peligros de internet. Dos adolescentes, Megan (Rachael Quiin) y Amy (Amber Perkins) chatean con un desconocido, una de ella desaparece y tiempo después también lo hace su amiga. Luego veremos qué fue lo que les paso a ambas. Esta película que entra en la categoría foundfootage, en realidad es bastante mala. No sólo no se puede empatizar con sus dos personajes principales, la historia ya está muy quemada y el recurso de usar entrevistas, y mostrar la vida de las jóvenes no suma. Para variar hay escenas donde se ven los micrófonos y hasta se escucha al director gritar ¡action!.

Pero hay un segundo que quedó dentro de mi retina y que quienes la hayan visto seguramente también recuerden y seguramente coincidan. Se trata de una imagen. En una escena ya avanzada la trama, llegando hacia el final, el secuestrador del cual nunca tendremos ninguna información, le muestra lo que hay dentro de un barril a Amy, ahí yace el cuerpo putrefacto de Megan. Esa imagen realmente conseguida gracias a sus efectos especiales me impacto y perturbo, porque parece un cadáver real. El impacto es doblemente fuerte porque estaba esperando que terminara esta mala película y justo aparece eso. A eso se le suma que durante toda la película hay un clima de irresponsabilidad tanto para los actores como para los espectadores que termina siendo ofensivo.

Tuve la mala idea de ver Megan is Missing bien entrada la noche de un miércoles. No pude dormir, tenía miedo de abrir los ojos y que ese cadáver descompuesto me estuviera viendo. No ayudaba que en frente de mi cama hubiera un ropero cuyas puertas nunca se cerraban, estaban entreabiertas, así que me la imaginaba espiándome, esperando el momento ideal para salir y matarme de un susto. Me putee por haberla visto y culminé mi noche con una comedia romántica que no logro calmarme. No fue hasta que vi los rayos del sol que me tranquilice y pude dormir muy pocas horas. Ese día pareciera un zombie en el trabajo. A veces ver películas de terror puede ser un riesgo para la salud

De la playa Bristol a mi cama por John Lake

No fue en oportunidad de su estreno en Argentina en 1954 cuando vi el recordado film de Jack Arnold, El Monstruo de la Laguna, sino un tiempo después a la edad de 7 u 8 años, en el cine Íntimo o Bristol de Mar del Plata (no recuerdo bien cuál de los dos), que se especializaban en pasar viejos éxitos en funciones de dos o tres películas por el precio de una. Era común que combinaran Sombrero de copa (Mark Sandrich – 1935) con alguna otra de la dupla formada por Fred Astaire y Ginger Rogers, o bien ofrecer el combo Dedos de oro (Guy Hamilton – 1964) junto a Una Eva y dos Adanes (Billy Wilder – 1959). Comparado con lo que vino después, el terror del período del cine clásico era bastante básico e infantil. El monstruo disfrazado con un traje de buzo algo deformado, tenía un andar lento y trabado como los primeros dibujos animados de autómatas. Hoy en día resulta precario y hasta mueve a la risa, pero en aquel entonces era suficiente para asustar a cualquier niño.

Estaba de vacaciones en Mar del Plata, en un departamento en un sexto piso frente a la playa Bristol. Una noche, luego de haber visto el film, me invadió el pánico. En la oscuridad, mirando por la ventana hacia el mar, me imaginaba al monstruo que surgía de las aguas de la Playa Popular, cruzaba la avenida Boulevard Marítimo, trepaba por las paredes del edificio y de pronto lo tenía frente a mí en la habitación. Mi hermana mayor, convertida en Maléfica, alentaba mis dudas, seguramente riéndose mucho de mi absurda inventiva y disfrutando de mis temores infundados.

Enfrentado al monstruo en la oscuridad de la noche, seguro de que no me iba a alzar en brazos como a la científica Kay Lawrence (Julie Adams) de la ficción, sino que, lisa y llanamente triturarme para después devorarme. Nunca en mi vida me había invadido el terror como aquella vez. Jamás una criatura deforme desveló mis sueños como el monstruo que sesenta años más tarde inspiraría a Guillermo del Toro para su obra La forma del agua (2017).

De adulto la vi por segunda vez en la televisión.Me pregunté: “¿Cómo semejante estupidez me pudo asustar?”. No recordaba mucho, salvo la escena en que el monstruo surgía de la laguna. Ésta perdura aún en algún recóndito lugar de mi memoria, tal vez en una caja donde están guardados los fotogramas imborrables de mi infancia.

El primer exorcismo por Vanesa Fognani

 “Necesito la voz y la risa de una vieja bruja” espetaba con una voz espeluznante la reina que codiciaba la belleza eterna de BlancaNieves, su espejo maléfico con las voz en las tinieblas de Moroni Olsen, ya habían causado cierta rareza dentro de mi cerebro infante, pero la escena en donde la reina se convierte en una anciana aterradora, realizando una poción con ratas e invocando con un grito a la oscuridad del averno a voz de “Quiero avivar mi odio” lograron que mi susto se transforme en llanto y mi llanto se transforme en grito histérico, tenía cinco años, CINCO.

Mi tía Graciela fanática de Disney, me llevó a una reposición de la película en el extinto cine Los Angeles, lo que seria para mi una excursión cinéfila desde el conturbado a “La capital”, se transformó en un trauma con mezcla de curiosidad, porque aveces lo que uno desconoce y le genera miedo, también le produce una especie de atavismo. Grité tanto y pataleé en esa escena de tranformación de la reina, que fui yo la que se convirtió en una especie de enana maligna, aullando desesperada por salir del cine. Me dio miedo: el sonido, las risas, el aire lisérgico de la escena, pero lo que mas me dio terror fue la aparición repentina de la vejez.

Como habíamos viajado mucho para ir al cine, y estaba con mis primos, mi tía me hizo poner la cabeza abajo de la butaca “hasta que pasara la escena”, obviamente, mi morbo fue tal, que dejé de llorar y me repuse en la butaca aterrada pero dispuesta a ver el final de esa anciana malvada. Un torbellino de colores exorcizan la escena que termina con el hechizo a la joven blanca nieves. Salí aterrada del cine, el cuentito de los Hermanos Grimm se había convertido en una pesadilla recurrente de mi infancia. Tal vez por ese terror de primera juventud es que luego me hiciera fanática en mi adolescencia de las películas de brujas: Abracadabra (Kenny Ortega), Jóvenes Brujas (Andrew Fleming), La maldición de las brujas (Nicolas Roeg) y mi preferida La peor Bruja de Robert Young. Porque lo que no te mata te fortalece y en una sala de cine todo puede pasar, incluso volverte fana de lo que alguna vez te dio mucho miedo.

La pesadilla real por German Perez

¿Por qué elijo The Big Short en el especial de Halloween? Por que es una pesadilla real, es el primer paso al derrumbe social; el saber que pronto la gente se va a quedar sin nada, sin trabajos, sin hogar y van a haber muertes y caos por ese motivo.  El problema de no saber cuándo va a pasar pero tener las pruebas y la certeza que tarde o temprano el mundo económico que nos rodea se va a venir abajo y no hay nada que hacer salvo protegerse a uno mismo. 

Adam Mckay aborda la temática con gracia y sutileza, las cosas van a explotar y lo van a hacer con encanto. Toda la gente que vemos festejando en la película o que exhibe rasgos de egocentrismo monetario sufre perdidas y la gente pobre… bueno ahí está es el verdadero terror de The Big Short… nadie está a salvo; La traición de confianza, el empleado bancario riendo maquiavélicamente y la mirada del personaje de Brad Pitt sabiendo que apostar contra el sistema para generar una riqueza inmensa entre él y sus asociados sabiendo lo que se viene dan un aire frenético, voraz y tétrico. The Big Short es una gran película y muestra un lado divertido por el mundo de la bolsa, pero no se engañen también muestra el primer peldaño del terror y la locura global: El caos económico.

Vanesa Fognani

Lic. en Ciencias de la Comunicación, y crítica amateur. Amante de los dramadies ochentosos, decidió hacer de la crítica un hábito y un hobbie para preservar su salud mental. Edita la sección de cine de este portal y antes garabateó en la columna semanal “Jueves de estreno” en el portal de noticias NOTINAC. Ir al cine le salvó la vida.