Comenzó la presente edición del Festival de Mar del Plata que está dedicado a quien fuera su presidente durante los últimos once años, el recientemente fallecido director José Martínez Suárez. Su lugar quedó vacante, ya que al margen de las autoridades nacionales y del INCAA, el puesto de mayor jerarquía lo ocupa la Directora Artística Cecilia Barrionuevo, quien cumplió la misma función el año pasado. Hoy sábado se proyectó en su mayoría películas de autores consagrados, la competencia en sí se inicia mañana domingo cuando se lancen al ruedo la mayoría de las secciones programadas.
El famoso director Terrence Malick inauguró el evento con su obra Una vida oculta presentada en el último Festival de Cannes. Basada en hechos reales, narra el calvario que vivió el católico austríaco Franz Jägerstätter, condenado a muerte por los nazis tras negarse a realizar el juramento de fidelidad a Adolf Hitler. Beatificado por la Iglesia en el 2007, fiel a sus principios, llevaba en sus espaldas una carga moral que lo hizo confrontar al régimen del Tercer Reich y a su vez ganarse la enemistad de sus vecinos.
Para narrar los últimos años de quien va camino a la santidad, Malick recurre a sus tradicionales recursos: una suave voz en off que expresa los sentimientos de los personajes o los textos del intercambio epistolar entre los cónyuges; la abstracción contemplativa, en dosis menores que en El árbol de la vida; imágenes bucólicas de excelente fotografía con frondosos trigales; un ritmo pausado para expresar sus ideas. El guión que abarca los primeros años de la Segunda Guerra, deja de lado la situación de los judíos y los bombardeos sufridos por Berlín cuando Jägerstätter se encontraba prisionero en esa ciudad en 1943. Se centra más en sus penurias y conflictos de conciencia.
Cuenta con un elenco de excelentes actores de habla germana: el austriaco Karl Markovic (Los falsificadores), Bruno Ganz, August Diehl (El joven Karl Marx), Alexander Fehling (La conspiración del silencio), Franz Rogowski (En tránsito), Ulrich Matthes (El noveno día), el belga Matthias Schoenaerts (Suite francesa).Curiosamente, Malick hace un uso muy particular del idioma. Todas las frases edulcoradas que expresan ternura y amor son dichas en inglés, en tanto que los gritos, reproches y peleas se exteriorizan en alemán sin traducción (son numerosos los pasajes en esa lengua). Una sutileza del director y una comodidad para el público norteamericano que no está acostumbrado a los subtítulos.
Las verdes praderas rodeadas de picos nevados (la mayoría de las acciones ocurren en los meses de primavera y verano) en la que corretean los protagonistas y sus pequeñas hijas, la propuesta de la esposa de huir a las montañas sumado a ciertos diálogos banales, me trajeron a la memoria a JulieAndrews en La novicia rebelde (Robert Wise – 1965). El film se extiende en demasía, casi ciento ochenta minutos, para expresar los momentos de felicidad y la posterior angustia y padecimientos de la pareja principal. Una hora menos hubiese evitado la reiteración de escenas y beneficiado el discurso narrativo.
El traidor de Marco Bellocchio es la biografía de Tommaso Buscetta, el primer miembro de la mafia siciliana que colaboró con la justicia. La acción abarca dos décadas, desde 1980 hasta el año 2000 en que muere el delator. Los vínculos con las distintas esposas e hijos, su relación con el juez Falcone, muerto años más tarde en un atentado, las conexiones con los demás miembros de la mafia, su alejamiento de la Cosa Nostra y la cooperación con las autoridades, son tratados por el director de manera neutra y eficiente sin sobrevalorar a ninguna de las dos partes. No se compadece de ninguno de los dos protagonistas, es objetivo, no recarga las tintas y no emite juicios de valor.
La película se sigue con interés, desde la sucesión de asesinatos a sangre fría al comienzo, las vicisitudes del largo juicio con algunas situaciones cómicas, las distintas etapas de Buscetta como testigo protegido y su posterior regreso para condenar a Salvatore Rina, el gran jefe del clan siciliano. Bellocchioofrece una visión despojada de sentimentalismos de las ambiciones, sufrimientos y motivaciones de los miembros de la organización y sus familias. Sobre el final, se plantean una serie de cuestionamientos que siembran dudas sobre el verdadero comportamiento del denunciante. Un relato sólido sobre la reciente historia negra italiana.
Las parodias en las cuales se ve involucrado el personaje de Adolf Hitler casi siempre han hecho agua. Ernst Lubitschfue uno de los pocos que supo estar a la altura con su fina comedia Ser o no ser (1942). Jojo Rabbit, del director neozelandés Taika Waititi, cuenta la historia de un chico que ingresa en una organización nazi para niños, tiene al Führercomo amigo imaginario y a su vez se entera que su madre oculta a una refugiada judía en un cuarto de su hogar.
El comienzo es osado con el exótico entrenamiento de los pequeños aspirantes a soldados, se encamina hacia una comedia ácida al estilo de Wes Anderson, pero sobre el final el film se encarrila por terrenos tradicionales. Los riesgos quedaron de lado, Hitler, el monstruo, es castigado y defenestrado por el joven Jojo y la adolescente judía se convierte en su amiga y consejera. La mano del director para guiar al elenco joven junto a las buenas actuaciones de Scarlett Johansson y Sam Rockwell, hacen más llevadera una comedia negra, políticamente incorrecta, que evitó entrar en terrenos más escabrosos.
Como curiosidad del día, la audiencia que presenció el film de Malick contó con dos guardaespaldas situados en sendosrincones debajo de la pantalla para resguardar vaya a saber qué autoridad. El público se asemejaba a esa hinchada famosa inglesa “los hooligan” prestos a invadir el campo de juego mientras los custodios controlaban los movimientos de la platea. Encima les tocó una película de tres horas. Ya es tarde, son las dos de la mañana, no hay tiempo para la fiesta de apertura en el Tronador Concert, musicalizada por el DJ Pato Smink. Nos vemos mañana.