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Entre fines del siglo XX y principios del XXI comenzamos a vivir en una época en que la ficción histórica y la Historia se han fundido y confundido, tal como anticipara Michel Foucault, en el sentido común y más literal del término. Novelas, cuentos y leyendas se emparentan y yuxtaponen con sociologías históricas noveladas y con la historia como artefacto literario al decir de Hayden White. Ficción y no-ficción se confunden en los documentales y series que emite History Channel y que por eso mismo debería cambiar su nombre y denominarse Story Channel.
Desde luego, están las series como Game of Thrones, más fantástica pero no menos ficcional en tanto relato histórico-medieval, y también las que pretenden un estatuto de realismo como Rome, The Tudors, o la enorme lista de películas cinematográficas más clásicas o más modernas que van desde Quo vadis? a Gladiator. En mi caso, tengo la impresión que esa línea de sombra que separa ambos géneros es lo que verdaderamente existe y siempre existió ya que tanto el documento como la glosa del juglar o las crónicas del viajero son todas interpretaciones, lucha de textos, intertextualidad y cruce entre fábula y ficción.
De modo que estábamos necesitando una serie de televisión que asumiera ése estatus indeterminado, no como un estigma, sino como una revelación. Y ésa serie, para mi gusto personal, es Marco Polo, la superproducción que para Netflix ha producido The Weinstein Company un desprendimiento de Miramax, la editorial, y Disney, su principal usuaria de guiones y textos.
Siendo así, no debe llamarnos la atención que contratara al escritor, guionista, egresado con honores de la Escuela de Artes de Nueva York y experto en las culturas guerreras de la humanidad, John Fusco, para darle vida a esta historia épica e intercultural que si bien tiene como protagonista a un occidental tiene como principal concepto romper con la historia eurocéntrica y darnos una perspectiva asiático-céntrica, si se me permite el neologismo.
Fusco ha estudiado la cultura de los pueblos nativos norteamericanos, la cultura china, japonesa y coreana, experto en la orden de Shaolin y cinturón negro de Kung Fu, que en 2007 atravesó las estepas asiáticas montado en un caballo mongol y como parte de una caravana de nómades mongoles para tener la experiencia directa de esa milenaria y extraña cultura que le permitiera escribir el guión de Marco Polo.
Por otra parte el casting fue minuciosamente elegido. El actor italiano Lorenzo Richelmy fue elegido para interpretar al viajero más intrépido y conocido de la historia europea. Richelmy es el único latino de la serie que tiene un rol protagónico destacándose los actores de ascendencia china y de los diferentes países asiáticos que forman parte de la corte del Gran Kublai Kan: Benedict Wong, Joan Chen, Rick Yune, Amr Waked, Remy Hii, Zhu Zhu, entre otros excelentes actores y actrices. El casting opera como un equipo en el que todos los detalles que hacen a todos los personajes están cuidadosamente calculados operando un ensamble en el que los sujetos ficcionales (el monje 100 ojos, los ministros del Kan) y los ficcionalizados (Marco Polo, Kublai Kan, Jidao) se hacen indistinguibles.
La distinción entre sujetos ficcionales, los concebidos por los guionistas o escritores, y los sujetos ficcionalizados, los sujetos realmente existentes cuyas vidas son objeto de representación documental se hace cada vez más difícil de discernir, ya que el guión, la puesta en escena, los diálogos, las conductas, los pensamientos y hasta el entorno intentan reproducir con precisión etnográfica de documental los conflictos sociales, la época, el mundo cotidiano y los consumos de los personajes para potenciar su efecto de realidad.
Marco Polo es mucho más que el intento por mostrar una biografía histórica. Ya que poco sabemos sobre el viajero veneciano y mucho se duda sobre la veracidad de sus viajes y aventuras, y que casi nada conocemos sobre su protagonismo en los acontecimientos históricos que se narran en la serie, de lo que se trata es de mostrar la problemática de la interculturalidad, es decir, de ese nudo de relaciones sociales que enlaza y a la vez enfrenta a mundos diferentes y en el que las relaciones asimétricas de poder y saber asumen formas no usuales para nuestras representaciones occidentales sobre civilización y barbarie.
En ese aspecto, el concepto central de la serie es que tanto la civilización como la barbarie, más que realidades polares y antinómicas constituyen un flujo, una modulación, una perspectiva siempre reversible, mutable y contingente. Marco Polo, el latino, el europeo, el veneciano, no es más que el hijo de un comerciante de la ruta de la seda y por ello un bárbaro para mongoles y chinos. Marco Polo asume ese lugar que indica una ausencia más que una presencia identitaria y pugna por ganarse la confianza del Kublai Kan, el gran Kan de Kanes. Por otra parte, para los chinos los bárbaros son tanto los europeos como los mongoles, y para los mongoles son ellos los que encarnan el concepto mismo de civilización.
Entonces he ahí un primer conflicto tripartito que define las relaciones entre un europeo que no quiere serlo, un mongol que sin dejar de serlo aspira a encarnar la coexistencia pacífica de culturas bajo su reinado, y un chino que bajo ningún punto de vista está dispuesto a modificar su identidad a la que considera dada de una vez y para siempre y, por ello mismo, superior a cualquier otra.
Pero, además están los conflictos entre Marco y su padre, entre los ministros y guerreros del Kan que no quieren perder sus costumbres y tradiciones y ven en los extranjeros un enemigo siempre al acecho y quienes creen que debe existir un único reino-mundo bajo el cielo. Y también, la guerra civil entre los chinos, los que han quedado de un lado y del otro de la Gran Muralla. He aquí, entonces, el segundo conflicto que es el que enfrenta a una multiplicidad de mundos de vida y realidades políticas, sociales, culturales y económicas.
El efecto de realidad se potencia por una puesta en escena en la que impera una estética cinematográfica maravillosa y una composición, edición y montaje casi perfectos. Colores, banda sonora, silencios, movimientos de cámara, planos cenitales perfectos y primeros planos que semejan obras de arte; animales cuidadosamente elegidos, en particular los caballos, que son el alma misma del pueblo nómade mongol.
Lo mongol y lo chino, dos estrategias, dos regímenes de prácticas, dos formas de ver y entender el mundo que, no obstante, tienen más semejanzas, cruces e hibridaciones de las que los personajes están dispuestos a reconocer. He aquí que llegamos al otro eje conceptual de la serie que es el que plantea la cuestión del reconocimiento de sí y de los otros y de las tensiones resultantes entre sujeción y subjetivación. Poco importa, en ese contexto, que la serie comience mostrando intenciones documentales para llegar al último episodio, el más fantástico y ficcional de todos, a reelaborar radicalmente el discurso de los historiadores y dar un giro inesperado a la narración.
Si bien Marco Polo, la serie, no es la primera gran producción que nos ofrece Netflix considero que es la que mejor muestra que no estamos ante una serie de televisión tradicional es decir producida, pensada y creada para ser emitida por un televisor, pero que tampoco es una película cinematográfica que en todo caso tiene una duración de diez horas. Netflix, el dispositivo o medio que emite por Internet y para Internet, no es televisión y tampoco es cine, pero entiéndase bien, tampoco es un híbrido.
Así como una fotografía no es un cuadro, y una serie de televisión no es una película cinematográfica, aunque compartan entre sí técnicas, géneros, estilos, saberes y comunes modalidades de reconocimiento, los productos audiovisuales ficcionales y serializados que ofrece Netflix, Amazon o cualquier otra modalidad de producción-circulación-emisión-consumo para Internet son algo original que todavía no ha terminado de nacer y por lo tanto carece aún de un nombre propio.
Por lo pronto, les recomiendo que emprendan la experiencia artística, filosófica y etnográfica que nos propone Marco Polo , una serie que no es realidad y tampoco ficción y que no es televisión pero tampoco cine.