El VIH continúa siendo uno de los agentes infecciosos más mortíferos del mundo, las elecciones sexuales aún son tema tabú en algunas comunidades, la condición de indígena es vista todavía como una cuestión ajena y desde una mirada extranjerizante. Ser seropositivo, maya y homosexual, son tres realidades que se unen para ser una sola en los protagonistas de Oasis, el documental.
«Es la historia de vida de tres personas valientes que gritan ¡ya basta! de tanta intolerancia».
En 2005, el periodista Alejandro Cárdenas, llegó al albergue Oasis de San Juan de Dios, ubicado a las afueras del pueblo de Conkal, en Yucatán, para escribir una serie de reportajes alrededor del tema del indigenismo maya/yucateco y homosexualidad en pequeñas comunidades de la Península. “Deseaba encontrar la respuesta a este cuestionamiento: ¿qué significa ser homosexual en pueblos de mil, dos mil habitantes, donde la seguridad que podría brindar el anonimato de la gran ciudad es inexistente?”, nos cuenta Cárdenas.
Sin duda, lo que encontró cambió su visión de las cosas, cambió su vida. La realidad que experimentó, escapó a las posibilidades de relatarlas sólo con palabras y por eso decidió recurrir a las herramientas cinematográficas para contar las historias que allí se vivían. Oasis de San Juan de Dios, es un centro de atención para portadores de VIH, que se propone luchar contra la indiferencia del mundo; y brindar auxilio y apoyo (moral, afectivo, espiritual) a quienes han sido excluidos y marginados (por sus condiciones de salud y sus preferencias sexuales), ya sea de su familia, sus comunidades, la sociedad o el propio Estado.
-¿Qué fue lo primero que te impactó al encontrarte con una realidad así?
Al llegar allí hubo dos cosas que me impactaron, las dos caras de una misma moneda; de un lado me maravilló el sentido de solidaridad que se respira en el albergue en estos convulsos tiempos de egoísmo y despreocupación total sobre lo que le pasa al de al lado. En el albergue Oasis los internos son todo y nada. Allí el enfermo sirve como enfermero si las condiciones se lo permiten. Todos hacen algo, desde limpiar los baños, podar las ceibas, cocinar, inyectar, ofrecer apoyo…la fuerza del albergue Oasis radica en la personalidad de su gente y es allí mismo donde podría radicar también el problema, la otra cara de la moneda: hay épocas en que los ánimos se derriten, en que los internos no tienen ganas de nada y el albergue al no contar con doctores, enfermeras, psicólogos, talleristas de diversas actividades…al no ser una institución que funcione bajo estándares básicos de desarrollo diario, es entonces cuando sólo se respira la densa calma en que los internos sólo ven las lentas horas pasar.
– ¿Cómo fue esa primera experiencia?
En lo personal ha sido una gran experiencia. Yo mismo he tenido que rehacer muchos mapas mentales bajo los cuales fui educado y que tienen que ver con mi concepción sobre SIDA, salud, homosexualidad, pobreza, depresión, falta de oportunidades y exclusión social. En Oasis aprendí que la vida se trata de sentir por cada poro, gozar cada vaso de agua, cada atardecer, cada aguacero, cada palabra de amor. A pesar de que el tema de la muerte ronda los pasillos de Oasis, es allí donde más se respira la vida.
El documental que se llama como el albergue, Oasis; relata la lucha cotidiana de tres personas que viven o vivieron allí: Reyna Patricia, Deborah Sansorez y Gerardo Chan Chan. Son tres historias diferentes de personas que comparten una realidad. Los tres tienen orígenes mayas, son homosexuales y contrajeron el virus del SIDA. Llevan a cabo una batalla diaria con su salud, contra los prejuicios de los otros, contra la falta de conocimiento de quienes los rodean.
– ¿Por qué seleccionaste a estos tres personajes?
Deseaba retratar tres temas específicos que me parece giran alrededor de quien porta el virus del VIH y ha sido relegado de todos lados: del seno de su familia, de su comunidad, de la sociedad misma y que tienen que ver con el amor, el trabajo y el ánimo.
Gerardo Chan representa el perdón y la redención. A pesar de haber sido pisoteado por su familia (vivió 6 meses en un chiquero como castigo por su homosexualidad), él tuvo la fuerza suficiente para rehacerse, perdonar y mirar adelante. Ésa era la historia que me interesaba contar: la de libertad y cariño familiar.
Deborah, quien fue golpeada desde muy temprana edad para que «se le quitara lo mariconsito”, es una travesti que lo único que sabe hacer desde los 16 años es prostituirse en las calles de la capital Mérida. No tanto por gusto, sino porque no hay de otra. Y es que seamos francos, ¿quién le da trabajo digno a una travesti hoy en día? Sin ánimo de justificar lo que Deborah hace por ganarse la vida en las condiciones de salud que tiene, me parece que como sociedad tenemos orillados a los travestis -a quien decide llevar una vida como su identidad le dicta- a trabajos de mierda en cantinas y cabarets sin darnos la oportunidad de mirar adentro, más allá de nuestras narices.
A la mitad de Deborah y Gerardo está Reynaldo Chablé: por las tardes trabaja como cocinero y cuando cae el sol se convierte en Reyna Patricia y vende sus amores peregrinos a quien esté falto de cariño. En él quisimos explorar el derecho a amar y ser amado, aceptado como tal.
Son tres historias que representan, para Alejandro: “Trabajo. Amor. Dignidad. Aceptación social. Como cualquiera de nosotros, ni más ni menos”.
Al mismo tiempo, se abordan tres cuestiones que son estigmatizadas por la sociedad: SIDA, homosexualidad, indígenas; las cuales, Cárdenas, quiere reivindicar, hacer conocer, respetar.
-¿Por qué personas con VIH?
Porque a pesar de estar en siglo XXI con grandes avances en la medicina, no hemos aprendido aun que el virus se trata, principalmente, con amor y aceptación social.
-¿Por qué mayas?
Porque somos un continente orgulloso de sus raíces indígenas sólo en los libros de historia, como si fuera una parte de nuestro pasado y no una realidad palpable día a día.
-¿Por qué homosexuales?
Mi abuela solía decir “cada quien tiene derecho de hacer con su culo un rehilete”; así fue como aprendí que nadie tiene el derecho de erigirse como el portador de la verdad, el cuidador de ‘las buenas conciencias’. En ese sentido, cualquier material, escrito y/o visual, que dignifique el derecho que tiene cada individuo por hacer de su vida lo que más le plazca -sin perjudicar a quien le rodee-, ello me parece rescatable y muy loable.
Para poder contar tan de cerca estas historias, Alejandro y su equipo pasaron muchas tardes y noches acompañando a Gerardo, Reyna y Deborah en sus quehaceres diarios, sin cámara alguna de por medio. Crearon un vínculo afectivo y de confianza, y les demostraron que “estábamos allí, con ellos, no sólo por filmar sus vidas sino preocupados genuinamente por su situación, por sus sueños y anhelos”, explica Cárdenas.
La experiencia de entrar en contacto con esta realidad cambió por completo la vida de este periodista mexicano: “Lo que empezó como un proyecto netamente periodístico, terminó como un proyecto de vida. Me queda claro que hay un Alejandro Cárdenas antes y después del Oasis. Allí, rodeado de gente como Gerardo, Reyna y Deborah es que aprendí, de viva voz, que el periodismo no significa tomar un avión, llegar a un lugar jodido, tomar tres fotografías y escribir una crónica que parta el corazón. Con Oasis supe que el periodismo, que los documentales, que el cine, las letras, las artes deben servir como armas de revoluciones pequeñas y que algún día, juntando todas esas pequeñas revolucioncitas es cuando realmente lograremos cambiar tanta laceración y pobreza que consume a nuestros pueblos, a nuestra América Latina”.
-¿Qué objetivos tenías a la hora de realizar el documental?
El objetivo esencial del documental es simple pero profundo: concientizar a la sociedad mexicana en particular y la latinoamericana en general, sobre la situación de exclusión y miseria en que vive un sector de la población sumido en el abandono y el desinterés.
-¿Qué expectativas tenes ahora?
Que algo cambie. No me queda claro el cómo pero sí el qué: los Gerardos, las Deborahs y las Reynas Patricias del mundo deben de tener las mismas oportunidades de trabajar, amar, insertarse en la sociedad y soñar como cualquiera de nosotros.
El documental ha sido exhibido en los Festivales de Saratov (Rusia), Parnu (Estonia), Doc Point (Helsinki) y en La68 (Yucatán). En octubre, se presentará en el 11 Festival de Morelia, entre otras fechas programadas que tiene la productora Oktober.
-¿Por qué crees que todavía en el siglo XXI, se dan estas situaciones de marginación y prejuicios en torno a temas como la sexualidad, el VIH y tener un origen indígena?
Por ignorancia pura. Nuestra clase política (y hablo en términos latinoamericanos) está más ocupada en rencillas internas, glorificación de la propia imagen y en la permanencia a cualquier costo en el poder que en educar y concientizar a nuestros pueblos. Es mejor un pueblo ignorante que se pueda manipular que uno informado y conciente de sus derechos, y esto aplica en el tema de derechos sociales y de salud, tales como el tratamiento y enfoque hacia el VIH.
Además, nosotros mismos como sociedad cargamos también con una parte de culpa: ignoramos, volteamos de lado a la pobreza que nos lacera. Tomamos el periódico o vemos el matutino y creemos estar informados. Nos quejamos de la situación general pero no movemos un dedo para cambiarla, y entonces, allá abajo, en lo más profundo de nuestras sociedades, están quienes ni siquiera tienen el derecho a quejarse. Los que no tienen voz porque no los escuchamos.
-¿De qué maneras crees que va a repercutir en México y en otros países que atraviesan situaciones similares?
México (y me atrevería a incluir a la Argentina) está bajo un bombardeo constante de “noticias”. El lector o el auditorio, en general, sólo tenemos memoria de los datos crueles del país por el lapso de un día. La realidad del mañana superará a la ficción del presente. Por ello y a pesar de que nuestro documental está teniendo una muy buena acogida en prensa que llega a amplios auditorios del país, no será sino en las plazas públicas, pequeños centros culturales, lugares ‘de abajo’ en donde realmente logre permear el ánimo de la gente: utilizar Oasis documental como una herramienta de concientización y discusión en los senos de los pequeños/grandes espacios. Sin ánimo ególatra o soñador, desearía que Oasis llegara a cada rincón de nuestra amada Latinoamérica.
Oasis, no es sólo un documental. Es el trabajo fotográfico realizado por la finlandesa Meeri Koutaniemi, que también se puede ver en un libro con textos de Alejandro Cárdenas y cuyo dinero, recaudado de la venta, será destinado de manera completa para ayudar al albergue y a sus habitantes.