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[OSCARS]El nuevo clásico: Crítica de Once Upon a Time… in Hollywood
El año 1968 llegaba a su fin, Judy Garland otrora estrella de Hollywood, a sus cuarenta y seis años deambulaba por las calles de Los Ángeles con sus dos hijos menores a cuesta, buscando un lugar donde dormir. Llena de deudas y con las puertas cerradas en su propio país, decide tentar suerte en Londres donde el público la estimaba, para recomponerse financieramente y darle un hogar estable a su familia. El biopic del director de teatro Rupert Goold, basado en la pieza teatral de Peter Quilter “End of the Rainbow”, toma como punto de partida la estadía de la protagonista de Nace una estrella en la capital inglesa durante el invierno de 1969. A través de flash backs se reseñan momentos de su pasado adolescente, en el que sobresale la relación tóxica y nociva con el productor Louis B. Mayer, que la sometía a un régimen dictatorial a través de píldoras para combatir el exceso de horas de trabajo y anfetaminas para contrarrestar las fluctuaciones de peso. Las frases hirientes en boca del empresario, sugieren una infancia infeliz, en tanto que se soslaya el aborto forzado por su primer marido y la productora, como así también su adicción a las drogas.
El film se centra en la figura de Judy con una presencia casi permanente en la pantalla de su protagonista. Renée Zellweger, cuya asistencia pasó desapercibida en el Festival de Mar del Plata de 1996, sorprende en primer lugar, por el phisyque du rol esmirriado y diminuto que caracterizaba a la actriz, y en segundo lugar, por los tics y la gestualidad de una personalidad hiperquinética, producto de la combinación de ansiolíticos y alcohol. Su actuación no queda limitada al aspecto externo sino que explora capas más profundas como su soledad, reflejada en una conmovedora escena en casa de dos admiradores gays, la nostalgia por sus hijos y el apoyo a las minorías rechazadas por la sociedad, por el hecho de ser diferentes. Judy, a esa altura de su vida, era un espíritu indomable, difícil de tratar que mantenía en vilo a quienes la rodeaban.
La ganadora del Oscar por Cold Mountain refleja con exactitud los cambios abruptos emocionales, propios de un temperamento que se fue endureciendo con los fuertes cachetazos que le propinó la vida. A la actriz le sientan bien las películas en las que debe cantar. Lo corroboran sendos Golden Globe por sus actuaciones en Chicago y la presente Judy. En esta oportunidad, brinda sobre el final, una conmovedora versión de Somewhere Over the Rainbow (canción emblemática del mundo del cine perteneciente a El Mago de Oz) en una secuencia en la cual pueden asomar las lágrimas.
“Show must go on” dice una de las canciones de Queen, a toda costa, cueste lo que cueste, la máquina de fabricar ilusiones no se detiene para hacer soñar entre otros a aquel público compuesto por “señoras del medio oeste que van a la peluquería”, como dice una voz en off al principio de la película. Judy Garland fue un engranaje importante de la maquinaria de Hollywood que entregó su vida para satisfacer las fantasías de su audiencia y las presiones de sus superiores.
Valoración 70