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Para aquellos que me conocen, no es novedad que mis gustos en cuanto a cine se dividen entre los más junk de Hollywood y el cine arte al estilo de Miss Sunshine o una trilogía como la de Richard Linklater. Es por esto que el cine en mi tiene el mismo efecto que una montaña rusa. Están esos tramos que te llenan de una energía rara y satisfactoria, alegría, por qué no, y que por sobre todas las cosas, te divierten; y están esos tramos que te revuelven el estomago y que te hacen jurar que nunca más te vas a subir a una montaña rusa o mirar cierto tipo de película, lo cual, suele ser mentira. Pero ahí yace la magia del cine y de las montañas rusas. No importa los prejuicios, no importa las experiencias previas, porque casi siempre estamos dispuestos a dar nuevas oportunidades, con la expectativa de que las experiencias sean distintas a las anteriores.
Pero por qué me pongo así de pensativa se preguntaran ustedes. Prometo llegar a mi punto, pronto. Conozco gente de la era arcaica, que vive en una bolsa ziploc y que critican a aquellos que vemos el típico cine chatarra de Hollywood. Mientras ellos se estancan viendo cine arte de los 90 hacia atrás, yo trato de tener una mente abierta que me permita ver de todo, para poder pasar por los tramos lindos y feos de la montaña rusa. De vez en cuando te topas con algunos tramos raros que cuando los ves, producen incertidumbre, miedo quizás, pero una vez que los atravesas, pensas con cosquillas en la panza ‘quiero volver a pasar por ahí’.
Y esta es la sensación que tuve con Pacific Rim. ¿Qué tan buena podía ser una película que PARECE ser una mezcla entre Evangelion, Transformers, Cloverfield y Godzilla? Con una mano en el corazón, sabiendo que adoro la chatarra en el sentido más literario (hablo de robots gigantes), cero chances. Pero estamos hablando de un director como Guillermo Del Toro, palabra mayor en los tiempos que corren, sobre todo en el género fantástico y de terror, entonces, ¿por qué no darle una oportunidad?
Si decidís no dejar llevarte por lo que te pueda haber generado el tráiler y dar el gran paso para verla, entonces estarás satisfecho con tu decisión, porque Pacific Rim/Titanes del Pacífico es un viaje de ida y una especie de homenaje a las clásicas películas de monstruos. Acá no hay lugar para grandes introspecciones en los por qué y los cómo que generan la historia. Los verdaderos protagonistas, los kaiju (monstruos en japonés) que salen del centro de la tierra mediante una grieta en el pacífico para conquistar a la Tierra, y los Jaegers, grandes robots construidos por la resistencia internacional (EE.UU. no es el héroe salvador de la película! YAY) para combatir al enemigo, son tan grandes y supremos en la historia, que apenas hay espacio para las relaciones humanas.
Cuando los kaiju comienzan a emerger, los humanos nos limitamos a combatirlos mediante los Jaegers, pero estos monstruos evolucionan y los súper robots van quedando obsoletos en su propósito. En un último intento y con un par de Jagers, el líder de la resistencia Stacker Pentecost (Idris Elba, Prometeo, Luther) llamará a luchar a los mejores pilotos, y eso incluye a Raleigh Becket (el no solo carilindo de Charlie Hunnam, Nicholas Nickelby) quién se retiro del programa tras perder a su hermano en batalla y no quiere enlazarse con nadie más. Pero Becket no contaba con que alguien que entendiera su dolor, le permitiría volver a pelear.
El guión de Del Toro es tan redondo que con la justificación de que se necesitan dos personas enlazadas mentalmente para manejar a los Jaegers (una para el hemisferio derecho y otra para el izquierdo), no hace falta explicar que la compatibilidad entre ambos se da por la atracción que sienten sus personajes entre sí. Pero sin ahondar en detalles, solo rasga la superficie de sus personalidades para justificar su accionar en el film. Por lo que Pacific Rim es superficial por sobre todas las cosas. Querer profundizar en el lapso que une a ambos pilotos seria igual de innecesario que querer explicar cómo funcionaba la máquina de incepción en El Origen. Así que no, Pacific Rim no se parece en CASI nada a Evangelion, porque no se mete con la compleja relación mech-humano-humano.
Párrafo aparte para el señor Ramin Djawardi (Iron Man, Prison Break, Medal of Honor), gran compositor que la mayoría de ustedes admiran gracias al tema –oh tan famoso– de Game of Thrones. Él si que sabe hacer de las melodías algo épico, de esas que se atascan en la memoria y dicen una y otra vez que estamos ante la presencia de un gran acto de valentía. Su banda sonora es tal como él la desea. ‘I’m just trying to create something magical’ es lo que le dijo a THR en una entrevista.
Pero ¿por qué esta película es diferente y la mejor de su género? Porque Guillermo del Toro sabe cómo contar historias, sin importar el género. A pesar de la grandilocuencia del material que tienen en mano, el director sabe balancear la historia entre sus personajes principales, los Jaegers y los kaiju, y el resto, los humanos. A demás, con todas las grandes batallas que presenta la historia, Del Toro no marea a su espectador entrando en detalles que no suman a la historia, brindando en un 70% de la película grandes cuadros que lo abarcan todo, y aún en plena noche, no hay nada que necesite de una doble explicación.
Pacific Rim es la razón que permite decir que no todo el cine chatarra de Hollywood es malo. Hay abundancia de peleas y explosiones masivas y ninguna de ellas parece sobrar. Su historia tiene humor (las escenas de Ron Perlman y Charlie Day son lo más), humanidad, rarezas y una energía peculiar, pero buena, de la que no se percibe mucho, a no ser que seas fan del cine de Del Toro y sepas de qué estoy hablando.