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Philomena, basada en hechos reales, cuenta la historia de Philomena Lee, una mujer irlandesa que siendo adolescente, quedó embarazada y fue obligada a dar en adopción a su pequeño hijo y renunciar a cualquier derecho sobre él, en el convento de Roscrea en el que vivía allá por 1952. Tras tres años en los que vio a su niño esporádicamente (una hora por día) mientras trabajaba bajo la supervisión de las monjas, éstas lo vendieron a una familia norteamericana. Desde ese momento, el niño fue alejado de su madre y ella nunca supo más nada de él.
Luego de 50 años, y una constante búsqueda sin resultados, Philomena decidió que era hora de que ese secreto tan tormentoso saliera a la luz. Es así que entró en escena Martin Sixsmith, un periodista en ese momento desempleado. La historia de Philomena le llegó casi de casualidad, a través de la hija de la mujer, que le propuso tratar el asunto. Luego de dudar, Martin aceptó y fue así como junto a Philomena comenzaron una intensa y dura búsqueda de Anthony (cuyo nombre en su nueva familia fue Michael Hess) por Irlanda y EE.UU (éste último un agregado del film, en la realidad ella no viajó a Norteamérica, solo él).
El film dirigido por Stephen Frears (“The Queen”) pone sobre la mesa temas durísimos y controversiales como el rol de la Iglesia, las monjas, el pecado y el castigo, la creencia y la fe; que de alguna manera enfrentan a los protagonistas en cuestión: ella, creyente, católica, torturada por la idea de que había cometido un pecado y que lo sucedido era el castigo que se merecía. Él, un hombre que “creía en Dios pero ya no”, que no puede entender la crueldad y el daño ocasionado a Philomena, y no está dispuesto a tratar de comprender y perdonar.
La película es dura, es triste, pero sabe cómo esquivar el bajón recurriendo al humor negro, picante, sobre todo de parte del personaje de Martin, interpretado por un magnífico Steve Coogan (“The Trip”; “Ruby Sparks”). El film evita con maestría caer en el sentimentalismo barato y los golpes bajos y ese es el gran acierto del guión, ya que no necesita recurrir a eso para conmover y llegar al público.
Con una fotografía hermosa de Robbie Ryan, paisajes lindísimos (Irlanda más que nada), una banda sonora maravillosa, emocionante y precisa, a cargo del gran Alexandre Desplat (¿Le pueden dar todos los Oscars de acá en adelante por favor?), pero por sobre todo, dos actores de primer nivel, el film transcurre sin aburrir, sin decaer, de manera sólida.
Judi Dench (“Iris”; “Skyfall”) en el papel de Philomena es simplemente perfecta. Con su ingenuidad, su amabilidad y su capacidad para aceptar la realidad sin tener rencor, conmueve, emociona, y transmite todos sus sentimientos sin flaquear. Y Steve Coogan es su mejor complemento. Él trae el humor, las frases justas en momentos justos pero también es el que reacciona como seguramente lo haría cualquiera de nosotros: él expresa la bronca, el desagrado que le produce lo sucedido, su tristeza y su impotencia, sobre todo cuando Philomena parece tomarse las cosas con aparente calma.
Con cuatro nominaciones al Oscar (mejor película, mejor actriz, mejor banda sonora y guión adaptado) lamentablemente parece difícil que se imponga frente a “12 Years a Slave”, o “Gravity”, o que Judi Dench le gane a Cate Blanchett (rezamos para que al menos Desplat se lleve el suyo). Sin embargo, eso no quita que Philomena sea con seguridad una de las mejores de esta temporada de premiación. No se van a arrepentir de disfrutarla en una sala de cine, vale la entrada, en serio.
DATO: La verdadera Philomena Lee, acompañada de su hija Jane y el actor Steve Coogan, se reunió hace unos días con el Papa Francisco en representación de Philomena Project, una campaña que tiene como objetivo pedirle al gobierno irlandés que promulgue una ley que permita re abrir los archivos y registros de adopción para que todas esas madres que fueron separadas de sus hijos durante esa época tengan la posibilidad de re-encontrarlos.
Luego del encuentro, Philomena habló con la prensa: «Me siento honrada y encantada de haber estado hoy con el papa Francisco. Tal como muestra la película, siempre tuve mucha fe en la Iglesia y en la buena voluntad para enderezar los errores del pasado. […] Espero y creo que el papa Francisco se unirá a mi lucha para ayudar a las miles de madres y de niños a poner la palabra «fin» en su dolorosa historia”.
