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Fortunata es la sexta incursión del actor Sergio Castellito como director, junto a la colaboración de su esposa, la escritora Margaret Mazzantini responsable del guión. Una peluquera sexy llamada Fortunata (Jasmine Trinca en su segunda participación a las órdenes de Castellito), separada y con una niña a cargo, corre todo el día para atender a su clientela a domicilio. Sueña con poner un negocio propio junto a un tatuador (Alessandro Borghi) que tiene bajo su responsabilidad a una madre amnésica (Hanna Schygulla).
Debe lidiar con los gerentes del banco para obtener un crédito; con su ex marido (Edoardo Pesce), un empleado de seguridad vulgar y violento; con los mandamientos de una jueza ante la cual tramita su divorcio; con una hija de ocho años que se le retoba bastante. Una luz de esperanza surge al enamorarse de Patrizio (Stefano Accorsi), psicólogo de la pequeña, que le demostrará que la felicidad no solo pasa por el dinero, fruto de las apuestas. Interludios musicales reflejan los distintos estados de ánimo por los que atraviesa la protagonista: el clásico “Let’s twist again” en un pasaje de alegría; el inolvidable tema “Have you ever seen the rain? de Creedence Clearwater Revival, en un momento de melancolía; el espíritu de lucha a través de “Vivere” en la voz de Francesco Rossi.
La combinación de drama realista y “commedia alla italiana” no llega a convencer, debido al tratamiento superficial y a la presencia de personajes estereotipados. Una película costumbrista que apunta a lo social pero que queda a mitad de camino. Sólo la fuerza de Trinca y la presencia de Pesce rescatan en parte una obra que había despertado grandes expectativas por su participación en Cannes, por los antecedentes del director y por la importancia del elenco.
L’ Amore con Te. Un publicista (Adriano Giannini) cercano a los cuarenta salta de cama en cama en su afán conquistador. Soltero empedernido, está en pareja desde hace dos años pero con vivienda separada, al mismo tiempo satisface a una casada en ausencia del marido. Se impone desafíos amorosos para saciar su ego como si se tratase de llenar todos los casilleros de un crucigrama. En el camino se le cruza un nuevo reto, una terapeuta ciega (Valeria Golino) que conoció en una perfomance dentro de una carpa oscura.
Se ufana de sus logros con un colega de la agencia, pero en el fondo es un ser vacío, carente de afectos, enemistado con su familia que no sabe lo que es el verdadero amor. La no vidente produce cambios en su conducta al hacerlo dudar de sus relaciones sentimentales presentes. De a poco se le abre el corazón, su vida comienza a tomar sentido y desaparece de su rostro esa sonrisa falsa, escudo protector de mentiras.
Silvio Soldini, director de Pan y tulipanes (2000), sabe manejar los hilos del género romántico más cercano al drama que a la comedia. Il colore nascosto delle cose, título original que le sienta mejor que el local L’amore con te, no sólo habla del amor sino también de los colores arbitrarios que los ciegos asignan a los objetos, y de la lucha diaria para no sentirse ajenos en un mundo pleno de adversidades. Lleno total de la sala para un film amable que se disfruta con agrado.
Amor y mala vida, dirigido por los hermanos Manetti que ganó cinco David de Donatello en la última entrega incluso el de mejor película, es una parodia musical sobre la mafia napolitana. Un grotesco que por momentos recuerda Esperando la carroza (Alejandro Doria – 1985), con una mezcla de géneros musicales que van desde el rap, el heavy metal, la canzonetta napolitana, la canción coreografiada al estilo de Grease (Randal Kleiser – 1978) hasta los acordes de What a feeling de Flashdance (Adrian Lyne – 1983) pero con un texto en dialecto local.
Don Vincenzo (Carlo Buccirosso), el “rey del pescado”, su esposa María (Claudia Gerini), una Lady Macbeth con todas las letras, Ciro (Giampaolo Morelli), un matón custodio del capo camorrista ictícola y Fatima (Serena Rossi de excelente voz) su novia, son los personajes alrededor de los que gira la disparatada historia.
El gusto por el kitsch y las actuaciones desbordadas asoman desde la primera toma en la que un muerto se lamenta de su suerte cantando dentro de un ataúd, mientras que su supuesta esposa acaricia el féretro con lloriqueos desenfrenados. Una celebración de Nápoles, su apogeo y sus miserias en la que se mezclan las distintas artes con la tradición popular. Una aguja en un pajar, el género musical fuera de Hollywood y Bollywood, con muy buenos resultados.
