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The Missing y lo que hace original a toda serie británica

Por Luis García Fanlo

Las narraciones ficcionales sobre secuestros o desapariciones tienen un lugar más que importante en la historia del cine y las series de televisión. Nada hay más intrigante y a la vez más impactante que esos casos en el que un padre, una madre, un novio o novia, un marido o esposa, un hijo le son arrebatados a sus seres queridos. Sentimos empatía inmediatamente y el mundo diegético nos atrapa irremediablemente.

Sin embargo, las variantes del género son muy conocidas y en general se lateralizan o complejizan en términos de priorizar los motivos del secuestro, o el modus-operandi, o lo que le ocurre al secuestrado y su relación con sus captores, o lo que le ocurre al familiar que debe superar y sobreponerse al trance y su relación con la policía o los investigadores del caso. Hay decenas, quizás cientos de variantes en la medida en que los motivos del secuestro nos llevan a otros géneros como el de las mafias o redes de tráfico de personas, o al chantaje político, económico o ambos, o al hombre despechado que le arrebata el hijo a la ex esposa, en fin, mil variantes. El pago del rescate, la prueba de vida, los falsos sospechosos, y el final que también pude tener múltiples alternativas.

De modo que no resulta sencillo hacer una buena serie de televisión original con tanto antecedente previo. El género nos atrapa más por la repetición que por la originalidad. Pero los británicos saben hacer series de televisión y, además, tienen un concepto y un estilo que no solo es original sino también que los identifica en una estética en la que los personajes, las situaciones y las relaciones sociales se dan en una marcada cotidianidad que no se altera por más tremendos o fantásticos que sean los hechos que les acontecen. Los norteamericanos también hacen series en las que el protagonista es un señor común y corriente pero la diferencia radica en que ante el acontecimiento este señor anónimo se convierte en un superhéroe. Pero no es así en las series británicas.

Al señor o señora común y corriente le pasa algo extraordinario y su respuesta no es otra que la esperada para alguien común y corriente. Alguien como usted o como yo al que le sucede algo que no está preparado para vivir ni para asimilar, mucho menos para racionalizar: en las series británicas no hay clones de Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger o Mel Gibson. Ahí ya tenemos un plus, una diferencia, un modo de componer que ofrece condiciones de posibilidad para producir variantes en el cómo se hacen las cosas para producir efectos de realidad del orden del verosímil de género y el verosímil social, casi diría etnográfico, de la representación británica de la realidad social. Por eso, en general, las series británicas son tan solicitadas por los norteamericanos para hacer remakes y el movimiento inverso prácticamente no existe y cuando existe no hay remake sino reimaginación.

Lo mismo no ocurre con la relación que existe entre las series británicas y las suecas, dinamarquesas, israelíes, francesas, etc. Éstas tienen una estética similar y en general cuando los británicos hacen una remake de una serie sueca, por ejemplo, lo que cambia es que la hacen británica pero nada más.

En fin, dicho esto el propósito de esta nota es comentar la emisión de la serie británica The Missing, serie de ocho episodios co-producida por varias productoras europeas y que, además, ha contado con el apoyo y auspicio del gobierno de Bélgica que la ha beneficiado con exenciones impositivas. Entre las productoras están New Pictures, Company Pictures, Two Brothers Pictures, Fortis Film Fund, Czar TV Productions y Vlaamse Radio. Producida por Chris Clough y Charles Pattinson fue escrita por Harry y Jack Williams, y dirigida por Tom Shankland; puede que estos nombres no nos digan mucho a los televidentes argentinos pero estamos ante una referencia de la elite británica y europea productora de series de televisión. Asimismo, en los roles protagónicos están James Nesbitt (Tony Hughes), Frances O’Connor (Emily) y el enorme Tchéky Karyo encarnando magistralmente al detective Julien Baptiste.

La serie comenzó a emitirse en el Reino Unido por la BBC One el 28 de octubre de 2014 y en Estados Unidos por la cadena Starz a partir del 15 de noviembre de 2014. La serie es aclamada por la crítica especializada y está rompiendo récords de audiencia para los estándares británicos, que son mucho más bajos que los norteamericanos, con casi ocho millones de espectadores en cada primera emisión.

¿Qué es lo que tiene The Missing además de esta extraordinaria confluencia de productores, actores, guionistas, director, recursos artísticos y visuales, maravillosa estética y profunda crítica ética-cultural de nuestra actualidad para convertirse en uno de los mejores estrenos del 2014? ¿Qué es lo que hace la diferencia dentro del género de situaciones de secuestro de familiares en particular y de las series policiales y de suspenso en general? ¿Por qué, en mi opinión, no hay que dejar de visionar The Missing?

Como en toda serie británica la conjunción entre personajes, estilo narrativo y estética audiovisual está firmemente anudada a un concepto que excede el género y el tema de la historia. Los británicos siempre quieren contarnos algo que excede lo que se ve a simple vista y que requiere para su reconocimiento de una actitud activa y hermenéutica por parte del telespectador al contrario de lo que ocurre con las series norteamericanas. En The Missing tenemos el secuestro / desaparición de un niño de cinco años bajo circunstancias totalmente azarosas, sin motivo alguno y sin aparente justificación. Luego vienen las peripecias que demanda el género narrativo aunque desdoblada en dos diégesis temporales separadas entre sí por un período de unos ocho años en el que la historia, de alguna manera, vuelve a repetirse.

En el primer período las pistas, las evidencias, los sospechosos que van apareciendo se desvanecen una a una al mismo tiempo que la policía solo se encuentra con callejones sin salida. Y en el segundo período es que los acontecimientos se van esclareciendo no solo para los personajes sino también para los telespectadores ya que estamos ante una serie en la que solo los guionistas saben la verdad. Este es un gran logro de la serie porque no siempre se puede sostener tal nivel de secreto y evitar que el guionista revele información a los que están dentro o fuera de la pantalla. Pero The Missing lo logra. De modo que no solo hay empatía con los personajes y la trama sino también porque sabemos lo mismo que saben ellos y nos frustramos igual que ellos. Intentamos, como espectadores, deducir qué han tenido en mente los guionistas y no hay caso, no hay manera de descifrar el misterio hasta que finalmente llega como una revelación.

Hasta aquí ya hemos dado elementos más que suficientes para destacar la importancia estética de esta serie y recomendarla como una de las mejores del año. Pero hay algo más, lo fundamental, aquello que les decía del concepto de la serie y que en este caso es del orden ético-cultural. Y aquí hago un paréntesis para aclarar que cuando digo concepto no digo mensaje y cuando digo ético-cultural no estoy diciendo moral. La serie no tiene un mensaje y mucho menos un mensaje moral: no pretende ser un texto performativo de orden pastoral o generador de conciencia.

Muy por el contrario no pretende decir más que lo que se muestra y no se muestra nada que no haya sido dicho. En The Missing no hay una verdad oculta que hay que develar sino una superficie de emergencia que compone la realidad representada como una red de relaciones sociales cuyo principal efecto transgresor consiste en no ubicarla más allá de la normalidad o la cotidianeidad sino como aquello que es sencillamente porque es. Como dice uno de los personajes «cuando pensamos en este tipo de personas lo hacemos con la convicción de que son monstruos o anormales pero la verdad es que son tan normales y humanos como cualquiera de nosotros».

Ese es el concepto de la serie. No hay monstruos, no hay anormales, no hay desviados sino seres humanos que pueden llegar a cometer los actos más sublimes y los más aterradores, que son producto de condiciones impuestas y también de decisiones propias que eligen dentro de lo que esas imposiciones les permiten. Y es darse cuenta del concepto de la serie lo que produce en la subjetividad del telespectador efectos devastadores. Pero que nos hacen ver el mundo que nos rodea de otro modo.

 

Luis García Fanlo

Luis E. García Fanlo (Buenos Aires, 1957) Doctor en Ciencias Sociales y Sociólogo (UBA). Investigador del Área de Estudios Culturales (IIGG-UBA). Investigador del Centro de Investigaciones en Mediatizaciones (UNR).