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The Red Road, una serie intercultural

Por Luis García Fanlo

Los pueblos originarios no tienen mucha visibilidad en las series de televisión y eso suena bastante raro ya que prácticamente no hay quien reclame un derecho: sea negro, gay, lesbiana, miembro de una minoría religiosa o ideológica que no tenga su serie y su historia. Pero con los pueblos originarios esto no pasa. Es cierto que el cine los ha considerado y en algunos casos, como en Danza con Lobos, ha tratado la problemática con gran lucidez. Pero, es cierto, siempre desde el punto de vista de un blanco. Los pueblos nativos como se dice en EEUU, siguen siendo los grandes relegados en la ficción televisiva y si no, son los estigmatizados, como por ejemplo en ésa gran serie que fue The Killing , que pese a esto, lleva la mancha de mostrar una representación de los pueblos indígenas estigmatizante e indignante.

Otro ejemplo, la serie Hell on Wheels, con su representación de los indígenas como salvajes, enemigos del progreso, intolerantes y asesinos. El indígena en las series, cuando está visible, sigue más o menos el esquema de los westerns del estilo John Wayne y siempre está mostrado en pasado. Por otra parte, tenemos siempre a los mismos dos o tres actores que representan siempre a los indígenas norteamericanos, constituyendo estereotipos en la estética corporal y gestual.

Dentro de este panorama desolador, estigmatizante, estereotipado y racista, la emergencia de una serie como The Red Road rompe con lo enunciable y lo visible hasta ahora e impone la necesidad de una mirada crítica pero, a la vez, gratamente apreciable. Es que The Red Road propone un abordaje intercultural y actual, históricamente situado en determinadas condiciones de posibilidad, existencia y aceptabilidad de lo que puede llegar a ser indígena en la actualidad, en los Estados Unidos. Y digo intercultural porque propone dicho abordaje en términos de una relación social entre la sociedad indígena y la sociedad blanca. Lo propone en términos de una relación de poder que no justifica pero permite comprender qué significa ser indígena, hoy, en los Estados Unidos y, a la vez, qué significa ser un blanco, de clase media, que convive con una comunidad indígena en la periferia de la gran y progresista Gran Manzana.

En este contexto, The Red Road más allá de algunas críticas puntuales, constituye una gran serie, que intenta y por momentos logra superar el umbral de lo estereotipado y transgredir en términos de la mirada blanca (paternalista o racista o políticamente correcta). No digo que es perfecta, la perfección no existe y sería injusto exigir de una serie de televisión una propuesta ético-cultural y política que la excede, pero sin duda que implica y significa una gran revolución en los regímenes de enunciación y visibilidad de lo indígena norteamericano y, por extensión, de la condición indígena en todo nuestro continente.

Un elemento central en esta transgresión lo constituye el hecho de que la historia transcurre en la periferia de Nueva York, en Nueva Jersey, a poco más de una hora de viaje, en ese bosque que representa un espacio extraño donde los blancos van a hacer sus fines de semana y los indígenas su medio de vida, un umbral en el que indígenas y blancos conviven, pero en términos de una guerra fría o de baja intensidad, donde los blancos de clase media-media o media-baja trazan una barrera cultural y política indeleble con esa periferia urbana en la que los indígenas viven en una situación que oscila entre la miseria digna y la marginalidad total. Y en la que la serie no reemplaza al negro por el indígena y simplemente hace una transpolación, sino que se documenta sobre lo implica ser indígena, una nación oprimida, una cultura ancestral, un territorio ocupado pero, a la vez totalmente colonizado ética y culturalmente por la sociedad hegemónica blanca.

The Red Road ha pasado desapercibida por la crítica y por los premios que otorga la industria pero ha sabido ganarse una audiencia y eso ha generado una segunda temporada que actualmente está en el aire. Y todo esto es mérito de Sundance Channel, un canal de cable que está intentando desarrollar su propia estética y discurso ético-cultural y de gran calidad en su producción. Y además tiene otro gran mérito que es el de producir temporadas cortas que permiten profundizar la problemática y no caer en los alargues innecesarios a la diégesis por el simple hecho de que hay que estirar la emisión. Esto es importante porque cualquiera puede ponerse rápidamente al día con los seis episodios emitidos de la primera temporada y los dos de la segunda que al día de la fecha se han emitido.

Dicho esto, conviene repasar la ficha técnica. En primer lugar, el creador de la serie, Aaron Guzikowski, que no tiene grandes antecedentes en la industria pero una trayectoria académica impecable e impresionante y que ha documentado personalmente y en territorio la situación de los pueblos nativos/indígenas de la región en que transcurre la serie. En segundo lugar los actores, que encarnan sus personajes de una manera magistral, verosímil, impecable.

Martin Henderson encarna al oficial de policía Harold Jensen, y magistralmente interpreta a esa subjetividad que está en el umbral, en ese lugar en el que intenta tener una conducta políticamente correcta pero lo social y lo familiar lo condiciona con respecto a ese otro indígena que es visto a la vez como un igual y como una amenaza. Por otra parte está la interesante y carismática Julianne Nicholson interpretando magistralmente a Jean Jensen, esposa de Harold y ex amante de Phillip Kopus (Jason Momoa), el indígena en el umbral.

Jean es una esquizofrénica, metáfora genial de su condición de nexo y, a la vez, ruptura entre el blanco y el indígena y, en ese sentido, el personaje bisagra y esencial que estructura toda la serie. Y el personaje de Phillip, también entre una sociedad y la otra, el eterno marginal, al que ni el blanco ni el indígena reconocen como propio pero que, en su trayectoria de vida, encarna a todo el pueblo indígena Lenape.

Aquí hay que detenerse un momento y decir que si bien el nombre de la ciudad en que transcurre la historia es ficticio no lo es la referencia al Pueblo-Nación Lenape. Los Lenape son una nación indígena norteamericana que reside en las Montañas de Ramapo a 40 kilómetros. de Nueva York, y que es conocido como los Ramapough Mountain Indians o Ramapo. Se trata de una nación de una comunidad conformada por cinco mil personas que tal como muestra la serie de televisión lucha actualmente por ser reconocida por el gobierno federal norteamericano como un pueblo originario.

Recomiendo que visionen esta serie, no solo no los va a defraudar en términos de su calidad dramática sino que seguramente les hará pensar en ese rojo y largo camino que es a la vez frontera y umbral, y que separa no solo en Estados Unidos sino en toda nuestra América el pasado originario y el presente.

Luis García Fanlo

Luis E. García Fanlo (Buenos Aires, 1957) Doctor en Ciencias Sociales y Sociólogo (UBA). Investigador del Área de Estudios Culturales (IIGG-UBA). Investigador del Centro de Investigaciones en Mediatizaciones (UNR).